Cap.17

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– ¡Buenos días! – me saludó Harold en cuanto me vio, tan sonriente como siempre.

Me senté en la barra de la cocina y él, sin yo pedírselo, me sirvió una taza de café con leche. Intrigada lo observé de arriba a bajo examinando su ropa bien planchada y sus prendas entalladas, y de inmediato quise saber a donde se dirigía tan elegante vestido.

– ¿A dónde irás? – pregunté curiosa.

– Tengo que atender unos asuntos de trabajo con mis empleados, y lo más posible es que esta tarde vaya a visitar a Harry.

– Verás a Harry... – medité detenidamente en voz alta. 

– Sí. Ya sabes que yo, al ser familiar directo, sí puedo hacerle visitas. 

– Entiendo – musité con tristeza.

– Tranquila, ya queda menos para que lo veas... te lo prometo – me guiñó el ojo tratando de levantarme el ánimo. Apuró su desayuno velozmente y se acercó unos pasos hacia mí para besarme la frente –. Hay más comida en el frigorífico por si te apetece. No sé si me dará tiempo para venir a almozar contigo.

– Está bien, no te preocupes – le dije comprendiendo sus motivos, ya que, con sólo ver lo acelerado que estaba, era obvio que algún problema grave había ocurrido en su empresa. Él asintió en mi dirección con una expresión más relajada y caminó de espaldas hacia la puerta, ajustándose la corbata y alcanzando su maletín –. Oye Harold, ¿cuándo volveré a clase?

– El lunes, si te parece bien.

– Sí, perfecto. Cuanto más rápido me incorpore, mejor – le sonreí –. Que tengas buen día.

– Igualmente. Llámame si necesitas cualquier cosa.

La puerta principal de aquella gran casa se cerró de golpe, resonando en el interior una y otra vez con el eco característico de los espacios escasos de muebles. Segundos después, el sonido del motor del coche arrancando se escuchó, y poco a poco se fue perdiendo a medida que Dann y Harold se alejaban en él.

Mirando el reloj de la cocina, pude cerciorarme de que aún seguía siendo algo temprano. No sabía muy bien que hacer, y para mantener mi cabeza ocupada y por curiosidad, decidí darme otra vuelta por la casa para husmear y descubrir recovecos desconocidos. Estaba todo muy vacío y sin apenas decorar a excepción de mi habitación, pero según Harold aseguraba, en unos días terminarían de traer los muebles de su antigua casa.

Subí por la impresionante escalera del recibidor arrastrando mi mano por la barandilla para disfrutar de la suavidad de la madera lacada en blanco hasta llegar al segundo piso. Avancé por el pasillo con los ojos muy abiertos fijándome en cada milímetro de pared o techo, hasta que paré frente a la puerta cerrada de la habitación de Harry. Ésta era muy parecida a la mía, a diferencia de que su ventanal daba justo a la casa vecina en la que me había fijado la noche anterior, mientras que el mío daba a nuestro jardín.

– Hola – me sorprendió una alegre y melodiosa voz. Una chica rubia se asomó por dicha ventana al pillarme observando el interior de su habitación –. Me llamo Ruth, ¿eres nueva por aquí?

– Eh, sí – balbuceé tratando de mantener mis nervios tranquilos. Curvé mi espalda y apoyé mis antebrazos en el marco de la ventana, adoptando una postura más relajada –. Soy _____.

Al instante, ella cambió su sonrisa por una mirada de desconcierto, incluyendo su ceño fruncido y su cabeza ladeada.

– Espera, yo te he visto antes... – musitó con voz misteriosa mientras me señalaba con el dedo y entrecerraba sus ojos –. Tú eres... –  dijo antes de bajar la vista hacia un periódico que tenía en su mano –, oh, no me lo puedo creer. ¡Tú eres la chica del accidente!

Vuelo 1227Donde viven las historias. Descúbrelo ahora