Cap.23

40.7K 2.5K 483
                                    

5 meses después.

– Uhm…

Sonreí de forma inconsciente al notar unas suaves caricias por toda mi espalda, unos dedos conocidos, largos y firmes cosquilleaban y recorrían mi piel por debajo de la ropa haciéndome enloquecer de gusto. A continuación, esos dedos fueron sustituidos por unos labios, húmedos y frescos, carnosos y suaves…

Él besaba cada milímetro de mi piel, subía desde mi cadera hasta mis omoplatos, y bajaba de nuevo con el mismo recorrido pero deteniéndose esta vez en el cierre de mi sujetador. Reí al imaginármelo con cara de duda al no saber si me enfadaría o no por desabrocharlo. Pasados unos segundos, pareció convencerse y continuó de nuevo con su excitante tortura, recorriéndome sin dejar que ni un solo milímetro de piel se salvara de sus mimos.

– Eres… preciosa… – atinó a decir en un murmuro.

– ¿Me darás este despertar todos los días de mi vida? – pregunté dándome la vuelta en la cama para poder mirarlo directamente a los ojos.

– Siempre que me lo permitas, sí – afianzó sus manos en mi cintura y me acercó más a él –. Te amo tanto...

– Yo más, Harry – susurré en sus labios –, yo más.

Cerré mis ojos y me rendí ante él. Sus labios se apoderaron de los míos de forma suave, sin prisa y con extremo cuidado, al mismo tiempo que sus manos viajaban por mi vientre queriendo subir un poco más, pero sin excederse.

– Me encantaría quedarme aquí todo el día, besándote, abrazándote y todas esas cosas que nos encantan a los dos – besé sus labios una última vez, y luego me puse en pie con rapidez –, pero ya sabes que hoy tenemos cosas importantes por hacer.

Caminé hasta el armario que recientemente habíamos comenzado a compartir y saqué de allí un vestido gris oscuro algo amplio y vaporoso. Me quité mi pijama de espaldas a él, ya que sabía que me miraba intensamente, y me vestí procurando que no viera más de lo que debía.

– ¿Por qué te tapas? – escuché que preguntaba travieso – Creo que ayer ya descubrí todos tus encantos bajo la ducha.

– Cállate… – le lancé la camiseta del pijama a la cara – A demás, me mentiste. Dijiste que te seguía costando mantenerte de pie solo y por eso me metí contigo en la ducha, para ayudarte. Pero era mentira, te vi más tarde frente al espejo peinándote tú solito…

– Bueno, sí, te mentí un poco – de pronto sus brazos me rodearon por sorpresa y comenzó a hablarme al oído –. Podía hacerlo yo solo pero, ¿y si perdía el equilibrio de pronto? ¿y si me caía y no tenía a nadie que me ayudara? Te necesitaba a mi lado, por si acaso... – mordió mi lóbulo haciéndome soltar un gemido – y te sigo necesitando.

– Eres un aprovechado… – le regañé revolviéndome en sus brazos.

– Pero me quieres igual – sonrió victorioso a la vez que se sentaba en la silla de ruedas –. ¿Me ayudas a vestirme? Estoy inválido – dijo con una falsa voz de niño desamparado.

– ¿Acaso tengo otra opción? – lo miré negando con la cabeza con desaprobación. En el fondo aquella situación se me hacía de lo más divertida.

Saqué unos vaqueros ajustados y una sudadera de su parte del armario y lo comencé a vestir de forma cariñosa. Le encantaba que lo cuidara, y a mí me encantaba hacerlo.

– ¿Y cuándo se lo podremos decir a los demás? – pregunté.

– Pienso que esta noche será la adecuada, no creo que pueda ocultarlo por más tiempo – dijo suspirando feliz –. Comienzo a odiar esta silla.

Vuelo 1227Donde viven las historias. Descúbrelo ahora