Capítulo 16 - Puerta.

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Narra Ron.

Miró fijamente a todos mis amigos y algunas lágrimas resbalan por mis mejillas, ya estoy haciéndome a la idea de que no volveré a ver a mi familia y mucho menos de que podre salir de aquí.

Todo lo que hemos intentado ha resultado inútil, ni siquiera Milena y Marcos los han traído comida, creo que nos tienen castigados por intentar matar a Sonia.

—¿Qué haces? —escucho a Pablo preguntar.

Rápido me pongo de pie y miró a mis amigos, me acerco lentamente a todos y veo a Samantha mostrando una cuchilla.

—Hagámoslo juntos, no tenemos por que morir con dolor —dice ella, para después intentar cortarse la mano.

Valeria y Pablo rápido la detienen y ella suelta la cuchilla, la cual cae al suelo y es tomada por Marisol rápidamente.

—¡No vamos a matarnos!, ¿Por qué quieres hacer eso? —preguntó enojado.

—Yo no quiero ser asesinada, no de la misma manera en que murió Juan —Samantha se pone de pie y se aleja hasta la puerta.

—Pensaremos en algo, podemos hacerlo —le digo en voz baja.

Ella niega con la cabeza y comienza a patear, golear y arañar la puerta, algo que me asusta rápidamente, pues logró escuchar pasos dirigirse hacia acá.

—¡Samantha detente! —grita Marisol intentado detenerla.

La puerta se abre lentamente y lo único que logro ver es una bola girando por el suelo, la miró fijamente.

—¿Qué es eso? —pregunta Pablo confundido.

Todos vemos fijamente la bola, luego comienza a salir humo de ella, me siento cansado y caigo al suelo de golpe.

—¡Chicos! —intento gritar, pero cierro mis ojos.

***

Abro los ojos lentamente, rápido me doy cuenta de que estoy en la habitación que me había entregado Sonia el día que llegamos aquí, estoy totalmente solo, ¿Dónde están los demás?

—¿Chicos? —me acerco a la puerta y grito.

No recibo contestación, tan sólo espero que todos estén bien. Me dejo caer al suelo y veo fijamente la puerta.

—¿Cómo podre salir? —me preguntó a mí mismo.

—Eso no se puede Ron —contesta Marcos entrando por la puerta, seguido de Milena.

—¡Déjenos, ya verán que no diremos nada!, ¡Por favor! —le digo acercándome a él.

Él me empuja tan fuerte, que caigo al suelo de golpe, veo que colocan unos platos en el suelo y luego se van de nuevo por la puerta.

Me pongo de pie rápidamente y corro hasta la puerta, comienzo a patearla fuerte.

—¿Dónde están mis amigos? —gritó, mientras golpeó la puerta.

Nadie me contesta, me dejo caer al suelo y me arrastro hasta la comida, claro que la comeré, no pienso morir de hambre.

—Espero todos estén bien —susurró en voz baja.

Tomo la cuchara que se encuentra en el plato y doy un bocado, incluso esta comida preparada por asesinos me sabe bien, pero creo que sólo porque tengo hambre, hace días que no comía nada, hasta hoy.

Tomo el vaso y le doy un sorbo al agua, ese pequeño sorbo me sabe tan refrescante. Continúo con la comida, la cual tiene un sabor espectacular.

***
Narra Samantha.

Abrazo mis rodillas y veo todo a mi alrededor, no hay rastro de mis amigos, tal vez los han matado y sólo yo quedo con vida.

No puedo permitir que me hagan daño a mí, no, antes muerta que asesinada por esos imbéciles.

Me pongo de pie al ver que la puerta está a punto de abrirse, tomo cualquier cosa de un mueble y me pongo en posición de ataque.

—No me matarán a mi —susurró, mientras sostengo con fuerza una estatua de la libertad pequeña.

Veo fijamente a Milena y Marcos, ellos me miran con odio, me percató que dejan unos platos en el suelo y se disponen a irse.

—¡Esperen! —les gritó asustada.

Ellos se detienen y voltean a verme, yo sin pensarlo lanzo la estatua, la cual golpea a Milena en la cabeza y ella cae inconsciente al suelo.

—¿Qué has hecho? —pregunta Marcos enojado.

Él se dispone a correr hacia mí, yo tiró el mueble al suelo y salto encima de la cama, corro fuertemente hasta llegar a la puerta.

Sonrió grandemente y cierro la puerta, dejando dentro a Marcos y Milena inconscientes.

Corro por todo el pasillo, si mis amigos ya están muertos, al menos debo intentar salir con vida de aquí.

Llegó a la sala y todo está como la última vez que estuve aquí, la silla donde atamos a Sonia aún sigue aquí, y por supuesto, la casa sigue sellada.

—¡Chicos! —gritó fuertemente.

No recibo contratación, pero si miró a Marcos salir de la habitación en la que estaba. Respiró hondo y corro a cualquier parte donde me pueda esconder.

Me coloco detrás de un mueble, espero que aquí no me encuentre.

—¡Samantha sal! —escucho que gritan.

Cierro los ojos un momento, al abrirlos logro ver a Marcos frente a mí. Le doy un golpe con el pie y corro.

Regreso al pasillo y toco todas las puertas que veo. En una puedo escuchar a alguien hablar.

—¿Marisol eres tú? —preguntó confundida.

—Si, estoy aquí sola —comenta Marisol, desde el interior de la habitación.

Golpe la puerta, doy vuelta a la manija, pero nada parece abrirla, al parecer está cerrada con llave.

—¡Samantha ayúdame! —grita Marisol desde el interior.

—Mejor tu ayúdame a mí —agregó, cuando veo a Marcos aproximarse a mí.

Marcos salta encima de mí y yo caigo al suelo, él me toma de la pierna y comienza a arrastrarme.

—¡Ayúdenme! —gritó fuertemente, al no poder hacer nada.

Marcos me mira con odio, mientras me jala de la pierna, yo intento zafarme de él, sin obtener resultados.

Él abre la habitación donde yo estaba y rápido veo a Milena sentada en la orilla de la cama.

—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta Milena enojada.

—Lo siento, esta chiquilla es fuerte —sonríe Marcos mirándome.

—Deberíamos matarla de una vez, yo no permito que nadie me golpee —dice Milena acercándose a mí.

Yo me tiro al suelo y me alejo de ella arrastrando, mi corazón palpita a todo lo que da, mientras veo a Milena caminar hacia mí, con un cuchillo en su mano.

—No, por favor —mencionó asustada.

—Mírala Marcos, ¿Ahora no eres tan fuerte verdad? —dice Milena comenzando a reír.

Rápido niego con la cabeza y Milena me da un golpe con el pie, caigo al suelo adolorida, no estoy lista para morir.

—Tenemos que esperar a Flor para poder matar, recuerda debemos entrenarla para que sea una buena psicópata.

Marcos se acerca a Milena y le da un abrazo, después los dos caminan hasta la puerta, la cual cierran fuertemente.

—No estoy lista para ser asesinada —susurró y limpió un poco de sangre que tengo en el rostro.

Psicópata por herencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora