Capítulo 24 - Enojo.

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Respiro hondo al ver que hemos llegado a la casa de campo, tengo miedo de darles la mala noticia a mis padres, tengo miedo de su reacción.

—Hemos llegado Flor —añade Sonia volteando a verme.

Asiento con la cabeza y abro la puerta, salgo del auto y veo fijamente la casa, Sonia presiona el botón que tiene en su bolso y la manta de hierro comienza a quitarse de la casa.

—Todo saldrá bien Flor —añade Sonia caminando a la puerta.

—Claro que no Sonia, he arruinado todo, siempre creí que podría matar sin ser encontrada, ahora todos sabrán que soy yo —susurró mirando a Sonia.

Ella me da un pequeño abrazo y luego entramos a casa, lo primero que veo en la sala son a Ron, Valeria, Marisol y Pablo alineados en sillas.

—¡Flor déjanos ir ya por favor! —grita Valeria asustada.

—Eso no se puede, menos por la estupidez que acaba de hacer tu hermano —me acercó a Ron y le doy una gran bofetada.

Él me mira con lágrimas en los ojos, luego veo que hace una mueca de dolor, lo miro analizando lo que causa ese dolor, abro los ojos al ver que tiene una herida en el abdomen.

—¿Esto te duele? —le preguntó presionando la herida.

Él tan sólo comienza a gritar del dolor, mis padres aparecen por la puerta de la cocina y se acercan a saludarme.

—Bienvenida hija, te extrañábamos mucho por acá —comenta mamá sonriendo.

—Tengo algo que decirles, tal vez ya no me vaya nunca —susurró en voz baja.

Ellos me miran con confusión en el rostro, luego caminan a la cocina y me indican que los siga.

—Sonia cuida de los pequeños —añade papá emocionado.

—Si señor.

Los tres entramos a la cocina y papá cierra la puerta, ellos me observan fijamente, justo así imagine este momento.

—¿Qué pasa?, ¡Habla! —agrega mamá un poco molesta.

Respiro hondo y los veo, ellos son mis padres, nunca me harían daño a mí.

—El hermano de Ron entro a mi casa y tomo una pulsera con sangre que le quite a Juan el día que llegue aquí.

Un profundo e incómodo silencio inunda la cocina, mis padres tan sólo se miran entre si.

—¿Qué piensas que podría hacer con esa pulsera? —me pregunta papá angustiado.

—Él podría llevarla a la delegación, ya que otras dos chicas intentan dejarme mal, diciendo cosas malas sobre mí a Carlos, que es el hermano de Ron.

Mamá camina lentamente hasta mí, veo que levanta su mano y me da una gran bofetada, rápido tomó mi mejilla, la cual arde un poco.

—Se que eres una psicópata, sé que guardas recuerdos de tus víctimas, pero a la otra tienes que guardarlos en un mejor lugar —mamá me toma del cabello—. ¡No al alcance de niños estúpidos que pueden arruinar nuestra vida!

Ella estira mi cabello fuertemente, yo tan sólo cierro los ojos intentando no llorar, no puedo hacerlo.

—¡Ya basta Milena! Regañándola no resolveremos nada —menciona papá enojado.

Desvío mi mirada hacia la puerta de la cocina, donde entra Sonia sosteniendo una gasa con sangre.

—La gasa que tenía Ron cayo, ¿Le pongo otra? —pregunta ella confundida.

Mamá y papá niegan con la cabeza. Sonia sale de la cocina cerrando la puerta. Papá y mamá me miran con una sonrisa en el rostro.

—¿Dijiste que el chico que tomó la pulsera es hermano de Ron? —pregunta mamá.

Asiento con la cabeza, mientras visualizo a Carlos saliendo de mi casa.

—Entonces le enviaremos un regalo antes de morir, porque yo mismo terminaré con su vida y tú, terminarás con la de Ron —papá camina y toma un gran cuchillo de un cajón.

Me lo entrega y me señala la puerta de la cocina, empiezo a sentir emoción, sostengo fuertemente el cuchillo y caminó hacia la puerta.

La abro y veo fijamente a los chicos de espaldas, en especial veo a Ron, quien hoy muere en mis manos.

—Te llegó la hora maldito —añado, mientras me acercó a ellos.

Los cuatro me observan con temor, en especial Marisol, quien cierra los ojos al verme con un enorme cuchillo.

—¿Qué harás con eso? —pregunta Pablo nervioso.

—¿Tu que crees? Matarlos obvio.

Una gran sonrisa se forma en mi rostro, mientras sostengo con fuerza el gran cuchillo.

—Tu hermano nunca debió meterse conmigo —le digo a Ron, para luego darle un beso en la mejilla.

—No lo hagas Flor, sé que nos quieres, somos tus amigos —susurra Ron evitando verme a los ojos.

—No son mis amigos, desde el día en que decidí juntarme con ustedes sabía muy bien que serían mis primeras víctimas.

Levanto el gran cuchillo y lo incrusto en el pie de Ron, quien rápido comienza a gritar del dolor.

—¡Flor por favor no! —grita él mirándome a los ojos.

Marisol, Pablo y Valeria me ruegan que lo deje en paz, pero eso, ni en sus sueños.

Me lleno de enojo recordando lo que me hizo Carlos, levanto una vez más el cuchillo y lo incrustó en el estómago de Ron.

Gotas y más gotas de sangre caen al suelo, formando un pequeño charco, una sonrisa se forma mi rostro.

—¡Muy bien Flor así se hace! —gritan mis padres desde la puerta de la cocina.

Saco el cuchillo y veo como Ron está casi muerto, él intenta hablar, pero al abrir la boca lo único que sale es sangre.

Levantó una vez más el gran cuchillo y de un sólo movimiento la cabeza de Ron cae al suelo, comenzando a resbalarse hasta debajo de la mesa.

Marisol, Pablo y Valeria no dejan de gritar y llorar fuertemente por la pérdida de su amigo Ron.

***
Narra Carlos.

Veo fijamente la pulsera que he traído de la casa de Flor, obviamente esto que veo es sangre, pero ¿De quién?

La puerta de mi habitación se abre de golpe, rápido escondo la pulsera debajo de mi almohada.

—Carlos, tus amigos han venido a verte —menciona mamá moviéndose un poco.

Santiago, Rosa y Maritza entran y toman asiento junto a mí en mi cama. Mamá cierra la puerta y se aleja.

—¿Qué encontraste? —pregunta Maritza pensativa.

Los miró fijamente a los tres, saco la pulsera de abajo de mi almohada y se las muestro.

—¿Esto? —añade Santiago tomando la pulsera de mi mano.

Asiento con la cabeza, mientras mi rostro forma una pequeña sonrisa.

—Puede ser de ella —dice Rosa sonriendo.

—Cierto, pero no lo creo, esta pulsera tiene sangre, véanla bien —comentó un poco emocionado.

Los tres se acercan más a la pulsera y la observan detalladamente.

—¡Oh por dios, es cierto! —añade Maritza sorprendida.

—¿Qué harás con esto? —pregunta Santiago confundido.

—Llevarla con el detective Simón ¿No? —Rosa me observa con confusión en el rostro.

Me quedó pensativo, será que esta pulsera pueda ayudarme a encontrar a Ron.

Psicópata por herencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora