Capítulo 3

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—¿Querías visitar a tu familia o solo estar lejos de mí? —preguntó Viktor bastante molesto, sin medir la crueldad de sus palabras. Ni siquiera tenía dos horas en Japón y estaba exhausto de discutir con Yuuri. Su pareja no había sido nada receptiva. Al verlo llegar lo primero que hizo fue reclamarle que le siguiera. Y es que en el fondo era un poco cierto que había salido corriendo de Rusia para descansar un poco del acoso de Viktor.

—¡Será el cumpleaños de mamá! —gritó Yuuri desesperado.

—¿Y por qué no me invitaste?, ¿acaso no soy parte de la familia también? —preguntó el ruso y Yuuri no pudo contenerse más. Viktor tenía razón, él lo entendía, pero le molestaba que él no intentara entenderle. A las claras le pidió tiempo para decidir si tener una familia o no, y el ruso seguía presionándolo.

—¡Necesito respirar —gritó—, me estás ahogando, Viktor. Nunca he querido tener hijos y sigues presionando con eso. No quiero tener un hijo tuyo, maldita sea!

—Y si no fuera mío, ¿entonces querrías tener uno? —cuestionó el peliplata al borde de las lágrimas, más que de tristeza, de frustración y rabia.

Yuuri le miró con los ojos enormemente abiertos, le parecía increíble que, de todo lo que dijo, Viktor se hubiese centrado en esa parte exclusivamente.

—No quiero tener hijos —repitió lento—, esto es independiente a si eres tú o si fuese alguien más. Pero tú eres mi pareja, por eso lo dije de esa manera.

—¿De verdad me amas?

—No, Viktor. No me chantajes con eso. Sabes que te amo, te lo he dicho y demostrado. No puedes condicionar mi amor con un hijo. Antes de saber que podía embarazarme estabas bien con que no tuviéramos hijos, ni siquiera consideraste la adopción en ese entonces.

—Porque no quiero cuidar al hijo de alguien más. Pero sería nuestro bebé, un hijo mío y del hombre que amo, ¿sabes lo que eso significa, Yuuri?

—Sí, que estoy aceptando lo que la naturaleza me hizo, hacerme nacer un maldito fenómeno que, a pesar de no ser mujer, puede embarazarse.

—¡Que no eres un fenómeno! —gritó Viktor, ahora furioso. Ese hombre que se negaba a darle un bebé estaba insultando a su persona más amada—. ¿Por qué diablos eres tan terco?, podríamos ser tan felices si no tuvieras esa maldita actitud.

—¡Pues no debiste enamorarte de alguien cuya actitud apesta! —gritó Yuuri destrozado. En serio que Viktor no lo entendía. Pero era imposible, nadie que no estuviera en dicha situación podría entenderla, al menos no del todo.

—Tal vez no debí hacerlo —concedió Viktor, destrozando el corazón de un japonés que vivía hecho pedazos—. No debí enamorarme de una persona que no es capaz de ver lo maravillosa que es, no debí enamorarme de alguien que no sabe valorar el preciado regalo que le dio la vida... Tal vez no debí enamorarme de un tonto como tú.

—Desearía que fueras tú quien pudiera procrear —dijo Yuuri, intentando forzar al otro a meterse en sus zapatos.

—También me gustaría —dijo Viktor—, de esa manera encarnaría todo lo que sintiera por la persona que amo.

—Es que no lo entiendes —concluyó Yuuri, llorando, moqueando, temblando rodillas al piso, intentando en vano que todo el dolor que sentía no lo aplastara.

—No, Yuuri, quien no lo entiende eres tú —dijo Viktor—. Aunque tienes razón, tampoco te entiendo. No entiendo que la persona amable y hermosa de la que me enamoré sea tan egoísta. Terminemos con esto —pidió el ruso encaminándose a la entrada.

Yuuri se quedó de piedra por algunos segundos, pero en cuanto le vio atravesar el umbral de su habitación se arrastró hasta el que se iba y le atrapó de una pierna.

—¿Terminar?, ¿qué quieres terminar? —preguntó ahogándose en su propio llanto. Ahora no estaba enojado, estaba aterrado.

—¿No lo entiendes, Yuuri? —preguntó Viktor poniéndose en cuclillas, acunando en sus manos el rostro del japonés—. No podemos estar juntos más.

—¿Por qué no? ¡Dijiste que me amabas!, ¿vas a dejarme porque no quiero tener un bebé?

—No —aseguró Viktor con un mal intento de sonrisa cruzándole el rostro—. Te dejaré porque no soy capaz de vivir sin pedir lo que no quieres darme. Soy esa clase de persona, Yuuri. Lo viste. Voy a presionar hasta que me des lo que quiero, lo hice ya una vez. Logré que me amaras.

—¡No! —dijo Yuuri—. Yo te amé primero. No me obligaste a amarte, yo te amé primero.

—Sí, pero tu amor no es el que es ahora. Ahora me amas como te enseñé a amarme, ahora eres como me gusta que seas. Tú no te resististe nunca a mí, esa era una de las razones que me hizo amarte con tanta fuerza, porque parecía que me amabas con demasiada intensidad...

—¡Tendremos un hijo, dos, diez... todos los que quieras! —prometió Yuuri—. Pero no te vayas, te daré lo que quieras si no me dejas...

El llanto de Yuuri le dolió tanto al ruso que en su interior se afianzó la decisión tomada. Amaba demasiado a ese chico como para obligarlo a hacer algo que no quería. Era cierto que lo enseñó a amarle, pero eso solo fue porque el otro no sabía cómo hacerlo.

Pero esto era diferente, y no podría vivir sabiendo que le había dañado de tal manera que él renunciara a su propia voluntad.

—Eres una persona maravillosa —dijo Viktor pegando su frente a la frente de Yuuri—. Has aprendido y crecido tanto que no puedo más que estar orgulloso de ti. Sé que vas a superarme, sé que encontrarás la felicidad que te mereces, porque confío en ti. Te amo, Yuuri.

Los ojos del japonés se llenaron de horror cuando esa deslumbrante sonrisa llenó el rostro de su amado y, cuando los labios del mayor se pegaron en su frente, supo que todo había terminado.

Continúa...

TENGAMOS UN BEBÉ ¡YUURI! -Segunda parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora