Capítulo 5

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—¿Qué le vas a decir a Viktor? —preguntó Mari, nerviosa. La expresión que puso Yuuri cuando dejó de llorar era para asustar al más valiente.

—¿Por qué tendría que decirle algo? —preguntó el chico con la mirada tan apagada que la chica Katsuki quería pasarle una lámpara por el frente para cerciorarse que su hermano estaba en serio vivo—. Él me dejó.

Mari bufó una risa, no sabía si de ironía o incredulidad, pero ahora podía confiar en lo que su hermano le había dicho cuando salió del baño a desmoronarse en sus brazos, nada estaría bien.

—¿Planeas tener al bebé? —preguntó Mari, logrando que Yuuri le mirara—. ¿Cuánto tempo tienes de embarazo?

—Once semanas —dijo el chico sin vacilar.

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Me enteré justo antes de planear este viaje exprés.

—¿Y, si ya estabas embarazado, por qué discutir con Viktor?

—¡Porque es su culpa!

—¿Qué?

—La caja de condones de Viktor tenía un diminuto agujero justo en el centro, de lado a lado —explicó el japonés, haciendo pucheros—. ¡Rompió todos los condones! Después de encontrar eso me hice una prueba que salió positiva. —Mari bufó una risa. Viktor era capaz de eso, era un niño perverso atrapado en el cuerpo de un hombre pervertido—. Estaba enojado, y asustado, por eso salí corriendo. Dije todo lo que dije porque es lo que siento, y porque quería lastimarlo. No tenía idea de que terminaría igual de herido que él.

—¿Y por qué no le dijiste lo del embarazo cuando terminó contigo?

—Supongo que estaba en shock —sugirió Yuuri, suspirando—. Además aún estoy enojado.

—Pero te lo estás tomando con mucha calma. Siempre creí que si algún día resultabas embarazado sería tipo el fin del mundo.

—Tal vez estaba un poco preparado para esto —confesó Yuuri—. Viktor es mi guía, y siempre me arrastra para donde él quiere. Lo sé, y creo que me gusta. No necesito estar tan seguro de mí mismo si es él quien toma las decisiones por mí, y quien asume la responsabilidad también.

—Viktor estará feliz cuando se entere —aseguró Mari.

—Pero no quiero que se entere —señaló Yuuri volviendo a llorar—. El idiota me dejó, aun cuando le dije que tendríamos todos los hijos que quisiera, él me dejó.

Mari suspiró pensando en que todo esto no era más que las hormonas de su hermano.

Yuuri era hormonal, todo su humor y estabilidad dependía de como estuvieran sus hormonas. En realidad no era tan inseguro como todos creían, solo estaba muy loco, se dejaba guiar por sus emociones, terminando siempre en enloquecer al mundo entero.

—Tienes que dejar de llorar —dijo la chica—, le puede hacer daño a mi sobrino, además de que preocuparás a mamá, espera... ¿mamá lo sabe?

—Lo sabe.

—¿Cuándo le dijiste?

—Cuando me enteré.

—Yuuri, ¿en qué diablos estás pensando?

—¿Por qué me gritas? —preguntó el azabache volviendo a llorar.

—¡Porque eres un idiota! —explicó Mari, gritando esta vez de verdad—. Todo por una idiota venganza. ¿Quién les dio permiso de casarse?, son par de inmaduros.

—¿Crees que Viktor se enoje porque se lo oculté? —preguntó el joven.

—¡Y ahora vienes y te preocupas por eso! —suspiró con cansancio la castaña—. No lo sé, Yuuri —dijo en respuesta a la pregunta de su hermano—. Yo solo espero que no se haya tirado del avión que le devolvería a Rusia.

—¿Crees que se haya suicidado? —preguntó Yuuri casi aterrado.

—Es Viktor Nikiforov del que hablamos —señaló Mari—, me sorprendería que no lo haya intentado al menos.

—¡Mamá —sollozó Yuuri al ver entrar a Hiroko— Mari nee dice que Viktor está muerto!

—¿Puedes dejar a tu hermano en paz? —preguntó la mujer abrazando a su ya no tan pequeño bebé.

—¿Sabes lo que hizo? —preguntó la chica molesta.

—¿Cómo podría no saberlo?, son tan escandalosos que lo sabe el vecindario entero.

—Tu hijo está loco, mamá. A ratos ama a Viktor, luego lo odia, se quería vengar por romper los condones y ahora llora porque se suicidó.

—¡Viktor no se suicidó! —gritó Yuuri furioso.

—¿Ves? —preguntó Mari, mirando a Hiroko, pero apuntando a Yuuri.

—Es genético —señaló Hiroko sin perder la calma—. Amenazaste a Viktor con matarlo si le hacía daño a Yuuri, lo llamaste idiota mil veces intentando consolar a tu hermano, y ahora te quejas de lo que hizo Yuuri, ¿de qué lado se supone que estás?

—Me gusta estar del lado de la razón, mamá —dijo Mari—. Pero ellos dos son idiotas, así que no puedo tomar partido.

Hiroko negó con la cabeza, mientras veía a la chica hacerle una mueca al chico, y a este último hacer pucheros. Necesitaba reconciliar a su hijo con el esposo de este, o terminaría loca. 


Continúa...

TENGAMOS UN BEBÉ ¡YUURI! -Segunda parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora