—¿No vas a comer?, ¿de verdad? Si ibas a ponerte de esta manera no debiste terminar con él —reprochó un chico rubio entre preocupado y molesto. Viktor llevaba tres días sin probar bocado, tirado en una cama que solo dejaba si su botella de alcohol de vaciaba—. ¿Y puedes dejar de beber?
—Si dejo de beber me voy a morir de dolor —dijo el peliplata—. Me he bebido la cava entera y no he logrado embriagarme, esto solo sirve para mitigar toda la pena que siento.
—Eres tan idiota —farfulló el rubio, condolido por la condición de un amigo que era casi como su hermano mayor—. Ni siquiera quiero imaginarme como está el cerdo —dijo y suspiró. Él sabía cuánto se amaban ese par, ambos debían estar muriendo.
—¿Sigue bebiendo? —preguntó Otabek que llegaba con la cena. Yuri asintió, sonriendo a la pequeña Becka que andaba a pasos torpes hasta él.
—Estoy preocupado —confesó Yuri sosteniendo a la pequeña Becky de sus manitas—. Nunca le vi así de mal, y Yuuri... Beka, ¿no podemos hacer nada?
—Nada —dijo Otabek levantando a la pequeña rubia para que Yuri le abrazara. Su embarazo estaba tan avanzado que el rubio no podía ni siquiera caminar con facilidad, levantar a la pequeña Becky era misión imposible para él.
—Es que se aman —replicó el rubio casi llorando.
En este nuevo embarazo no estaba solo, tenía a Otabek, a Becka, a Camil, a su abuelo y, hasta antes de las peleas, tuvo a Yuuri y Viktor, que incluso volvieron a Rusia para hacerle compañía a él y a sus locas hormonas.
—Lo sé —concedió Otabek sin quitar la apacible expresión de su rostro.
—¿Cómo es que me enamoré de ti? —preguntó el rubio, perdiendo todas las ganas de ponerse a llorar. El apático rostro de su marido asustaba a todos sus cambios hormonales.
—No lo sé —dijo Otabek, haciendo reír a Yuri y a la pequeña Becka, que reía en acto reflejo de la risa de su papá—. Tal vez porque soy bueno en la cama —dijo el kazajo con un peculiar brillo en los ojos.
—Ah, sí, eso fue —dijo Yuri, devolviendo a la rubia a los brazos de su padre antes de que su espalda se partiera en dos. Su propio peso era demasiado, pero aun así siempre se permitía mantener a su nena cerca de él.
—¿Ves? —habló el peliplata desde la entrada al comedor donde se encontraba la familia más feliz del mundo entero—. El malo es Yuuri... esto es lo que me está negando —explicó comenzando a llorar.
El rubio respiró profundo, tragándose el nudo que se formaba en su garganta cada que volvía a ver al ruso tan destrozado.
—¡Regresa a la cama, calvo! —exigió el rubio que, antes de darle la cara, limpió la traviesa lágrima que escapó de sus ojos.
—¡Vamos! —dijo Otabek dejando a Becky en el piso, acariciando la cabeza de su esposo de pasada.
—Me alegro tanto de que ustedes sean felices, Yuri es tan lindo y te ama tanto —decía Viktor colgado al cuello del kazajo que le devolvía a la habitación.
—Sí —dijo Otabek devolviéndolo a la cama, donde se quedó dormido casi al instante. Luego recogió todas las botellas, incluso esa que el ruso no se había terminado.
—¿Se durmió? —cuestionó el rubio sentado en el sofá del que Becka se sostenía. La nena, de año y medio, recién caminaba, pero balbuceaba tantas medias palabras como había aprendido. Yuri siempre estaba ocupado intentando entender lo que la rubia decía.
Otabek asintió y, dejando que una sonrisa escapara de sus labios, fue a ese sillón donde un rubio de enrojecidos ojos le sonreía a su pequeña y muy amada hija.
»Tal vez deberíamos traer a Camil —sugirió el ruso, recordando cómo su intromisión le había puesto en el feliz puesto que ahora estaba.
—Puede que sea buena idea —concedió el kazajo, sonriendo al abrazar al hombre de su vida, mientras veía a su nena sostenerse de la mesa en la sala del peliplata.
—Mmmil —balbuceó la chiquilla y sus padres sonrieron. Ese era el nombre que más claro le salía, y de pronto lo confundían con su petición de dormir. Solo que para dormir levantaba los brazos mientras con esfuerzo mantenía los ojos abiertos.
—Sí, mi amor, Camil —dijo Yuri y la chiquilla repitió el nombre aplaudiendo emocionada. La chica rusa era su tía favorita, la que pasaba con ellos todo el tiempo que Otabek no podía dedicarles—. ¿Crees que van a estar bien? —cuestionó el rubio a su esposo, que solo le miró con los ojos muy abiertos.
*
—¿Puedes dejar de llorar?, ha pasado una semana, Yuuri. Se fue, supéralo —decía Mari. Consciente de que pedía un imposible, pero frustrada por no poder ayudar a su hermano a no estar tan mal—. Vamos, no vale la pena, es un idiota —dijo golpeando la puerta del baño, de donde pretendía sacar a su pequeño hermano.
Yuuri abrió la puerta y le miró con los ojos enrojecidos e hinchados.
»Todo va a estar bien —dijo ella, abrazando al demasiado delgado pelinegro.
—No lo va a estar —aseguró Yuuri, sereno, pero en un tono tan apagado que daba miedo—. Estoy embarazado, Mari nee —informó, volviendo a llorar.
Continúa...
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TENGAMOS UN BEBÉ ¡YUURI! -Segunda parte-
FanficKatsuki Yuuri es uno de los cuantos miles de hombres en el mundo que podían procrear pero, a pesar de estar seguro del amor que Viktor le tiene, no está dispuesto a decirle la verdad. No hasta que Yuri Plisetsky aparece con la pequeña Becka en los b...