Capítulo 8

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—Perdón —dijo Viktor cuando le reacomodaron el suero una vez que volvió a la cama.

—Está bien —aseguró Yuuri—, soy de los que aprenden a nadar cuando los tiran al agua.

—Pero tú no querías... —comenzó a hablar el ruso y el japonés le interrumpió.

—Pero ahora ya quiero —confesó feliz—. ¿Tienes idea de la escena tan maravillosa que acabo de ver?

—No —dijo Viktor—. Me desmayé cuando vi que ese líquido rojo corría por las piernas de Yuri.

Yuuri sonrió, se había imaginado ya la escena y era hilarante. Pero en serio esperaba que, cuando fuera su turno, la reacción de su esposo fuese muy diferente.

—Pues yo quiero ser el protagonista de una igual —explicó sobando su vientre—, y quiero que sea pronto. Quiero ver la cara de mi bebé, quiero abrazarlo y besarlo.

Al peliplata se le formó un nudo en la garganta, y no contuvo las enormes ganas de llorar que cargaba. Estaba tan lleno de sentimientos que no podía contenerse más. Por eso sacó todo en esas lágrimas que a ratos eran amargas, y luego solo saladas.

»Perdón —dijo Yuuri cuando el ruso al fin se calmó.

—Está bien —aseguró esta vez Viktor, aferrándose al cuerpo de su esposo que, en todo el tiempo que lloró, se mantuvo abrazándole y consolándole—. Mari me dijo que esto era difícil para ti, aunque en realidad no lo entiendo del todo. Yurio incluso tuvo otro bebé.

—Yurio es muy valiente —señaló el japonés—. Además mi historia es un poco triste. ¿Quieres escuchar una patética parte de mi vida?

—Yo quiero saber todo de ti —aseguró el ruso acariciando la mejilla regordeta de su esposo.

—No siempre viví en Hasetsu, allí nos mudamos después de una crisis nerviosa que me mantuvo en el hospital por algunas semanas. Mis compañeros de clases descubrieron mi condición, y me molestaban bastante. La mayoría solo se burlaban de mí, pero algunos chicos me llegaron a acosar físicamente también.

»Odiaba como nada mi condición, llegué incluso a odiar a mis padres por haber permitido que alguien como yo naciera. Por eso no quería decirte nada, no quería que amaras una parte de mí que yo no podía amar. Esa parte me hizo pasar las peores experiencias de mi vida.

»La crisis nerviosa fue desatada después de un intento de violación. Él dijo que si podía tener hijos debía ser su mujer. No me hizo nada —aclaró el japonés al ver el colérico rostro de su esposo—. De hecho él llegó primero al hospital. Lo golpeé con todo lo que pude, le abrí la cabeza con una piedra, creo.

Yuri terminó el relato con una sonrisa apagada. Viktor tomó sus manos y las besó con todo el amor que por él sentía.

—Perdón —volvió a pedir, y Yuuri sonrió menos apesadumbrado.

—Eso no fue tu culpa, además lo he superado bien. Todo fue gracias a ti.

—Te amo —dijo Viktor.

—Te amo más —aseguró Yuuri. Viktor no discutió, sabía que era así. Si él era capaz de darle todo lo que le estaba dando, después de pasar por todo lo que había pasado, definitivamente él le amaba mucho más.

*

—No es justo —reclamó Yuri entrando a la sala de maternidad donde Yuuri reposaba después de seis largas horas de parto—. Yo debí pasar dos embarazos y dos partos y ahora estamos iguales.

Yuuri sonrió, estaba exhausto, pero estaba increíblemente feliz. Aunque en esa sala no había nadie tan feliz como el peliplata, que solo soltaba a sus pequeñas hijas para que el japonés las alimentara.

»¿Están bien todos? —preguntó el rubio entregando el ramo de flores que había comprado para su amigo.

—Sí —dijo Yuuri—. Pero déjame sostener a Yura, necesito tener un bebé entre mis brazos.

—¿Pensaste que sería así? —preguntó el rubio burlón, entregándole a su ya no tan pequeño hijo.

—La verdad es que lo imaginé —confesó Yuuri sonriendo, haciendo caretas al pequeño pelinegro mientras escuchaba a Becka explicarle a Viktor todo lo que debía hacer para cuidar a sus hijas.

»Habla bastante claro —indicó el japonés escuchando como la rubia encantaba tanto a su padre como al nuevo papá.

—Habla demasiado —dijo Yuri—, Camil es una terrible influencia.

Ambos sonrieron.

—Esto es tan bonito —indicó Yuuri—, creo que lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido conocerte.

—Obviamente —concedió el rubio, escuchando la queja de un peliplata que venía hasta ellos con las pequeñas Anna y Hana en los brazos.


Continúa... 

TENGAMOS UN BEBÉ ¡YUURI! -Segunda parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora