Pase lo que pase...

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-Capítulo 11-

Se sentía ansiosa mientras que caminaba de un lado a otro. Realmente le sorprendía no haber colapsado ya con tanto estrés acumulado en esos días.

Le parecía casi ridículo el hecho de no poder explicar los ciertos eventos por los que había pasado. Y es que, ni siquiera ella sabía qué pensar.

Después de varios minutos caminando de un lado a otro, finalmente se sentó. Sin embargo, el simple hecho de mirar a aquel celular por el cual le habían mandado aquel mensaje, era suficiente para que aquel pequeño intento de relajación desaparezca.

-Necesito calmarme. -murmuró para sí misma.

Llevó una de sus manos en la parte frontal de su cabeza, tras sentir un inesperado dolor punzante.

Cerró los ojos a la vez que los apretaba.

Miró el reloj de pared que estaba encima de su cama, ignorando el hecho de que empezaba a marearse y a sudar.

Hasta hacia unos minutos, sólo sentía frustración, pero realmente comenzaba a sentirse mal.

-No... -dijo entre jadeos-. Debo... Debo cuidar a Naru...

En un intento por levantarse, un repentino mareo le hizo perder el equilibrio y caer en seco al suelo.

No. No podía permitirse sentirse mal. Y es que, siendo que tiene a alguien a quien cuidar... simplemente no se podía dar el lujo de enfermarse.

Con esos pensamientos intentó varias veces levantarse, pero lo único que consiguió fue sobre esforzarse.

Frunció el ceño a la vez que maldecía en cuanto todo comenzaba a ponerse negro.

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Abrió los ojos repentinamente tras escuchar un fuerte golpe proveniente de la habitación de al lado. De la habitación de ella.

Sin pensarlo, y hasta sorprendiéndose a sí mismo, se levantó rápidamente para salir y tocar fuertemente la puerta de la pelirrosa.

-¡Hey, chica! -gritó frustrado al notar la puerta cerrada-. ¡Abre!

Sin pensarlo dos veces, se alejó unos cuantos pasos de la puerta, para así tomar vuelo y patearla con la intención de tirarla lejos.

Y prácticamente así fue. Sólo fue suficiente una patada para abrirla y encontrarse con la pelirrosa tirada en el suelo, claramente agonizando.

Aquella escena lo hizo estremecer, y es que, no se esperaba aquello.

Se acercó a ella, y la vio. Estaba roja, sudando y jadeando repetidamente.

No se necesitaba ser doctor para darse cuenta de lo mal que debía estar. Optó por cargarla, subirla a la cama y taparla adecuadamente con las sábanas.

Sintió cierta desesperación al verla una vez en su cama. Eso no era suficiente, y él lo sabía.

Él nunca había sido uno de esos niños que solían enfermarse. Y en caso de que hubiera pasado, no podía recordar alguna vez en la que hubiera sido cuidado. Por ende, realmente no tenía ni idea de cómo tratar con aquella situación.

Frunció el ceño a la vez que la miraba.

Sabía que no era realmente necesario. Sabía que podía simplemente ignorarla e irse. Sin embargo, no podía.
¿por culpa? ¿por lástima? No lo sabía, pero realmente no podía irse.

Aún sin saber mucho al respecto, decidió ir hacia la que, a su parecer, era la oficina de la madre de la chica.
No fue difícil encontrar la llave, de hecho, le pareció estúpido encontrarla colgada a un lado de la puerta.

"Adicto a Ti" (+18) | NaruSakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora