7. Desengáñate.

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R de RETRASADA, la primera nota que veo al sentarme en mi pupitre. No le doy ni la menor importancia y sigo atendiendo a la explicación del profesor de historia. Todo lo que sale por su boca me parece tan familiar; guerras, hambre, dolor... como la vida misma. Suena el timbre y llega la hora del almuerzo, lo último que quiero es comer el grasiento bocadillo que me ha preparado mi madre. Me levanto y camino hacia el césped para sentarme un rato. Está lloviendo, pero eso no me detiene, en realidad el agua nunca ha sido ningún estorbo para mí, es más me agrada. 

Cuando siento mi cabeza lo suficientemente húmeda, voy al baño a secarme y retocarme  un poco el rimel antes de entrar a clase. No me importa que piensen raro de mí porque estoy mojada a causa de la lluvia, ya no me importa nada. Entro en mi última clase y me siento al final del todo. Se oyen varios cuchicheos por por parte de mis compañeros y algunas miradas de asco. Bajo mi mirada, y me prometo a mi misma no llorar aquí en medio de todos, aunque no sea la primera vez que me hayan visto. La clase pasó rápido la profesora de matemáticas ha regañado varias veces a algún que otro compañero por haberme lanzado un papel con palabras malsonantes. Salgo del instituto y pongo los cascos con la música. Entretenida con la voz que suena a través de los cascos, no me doy cuenta que tengo en frente mío a los mismos chicos que la profesora de matemáticas regañó en clase. No tenían ningún tipo de buena intención, dos de ellos me agarraron por los brazos y el que parecía ser el cabecilla del grupo, comenzó a llamarme cosas como: "maldita anoréxica" o "zorra chivata enferma", provocando que mis lacrimales empezaran a hacer su trabajo. No solo con eso, pegó un fuerte puñetazo en mi estómago derribando mi cuerpo hasta el suelo, haciendo que los dos chicos que me tenían agarrada me soltaran. Empezaron a correr y como cobardes se perdieron entre las calles, dejando a una chica en el suelo, como cobardes, repito. Apenas puedo estabilizarme por el golpe pero consigo ponerme de pié. Siento como mi garganta escuece por el sollozo y como las lágrimas escuecen al rozar mi piel. Recojo mis cosas del suelo y me voy a casa por fin. En cuanto entro mi madre me mira preocupada, con la cena de ayer encima de la mesa. Esto significa otras de sus preguntas inquisitorias.

-Rain últimamente estás demasiado delgada, no comes, no hablas... ¿Que te pasa?- Dice mirando a mis ojos con preocupación.

-Querrás decir, qué no me pasa.


Como ser una princesa- Nerea GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora