49. TE VOY A OLVIDAR.

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El camino se me hacía eterno. En uno de los semáforos me detuve a mirar que había en la bolsa que me había dado Mari antes de salir de la discográfica. Me pidió que no lo abriera hasta llegar a casa… pero la curiosidad me comía por dentro.

-¡OSTIA! -exclamé. Mi disco. Sonreí al verlo. Tantos años de esfuerzo. Entre la emoción de tenerlo en mis manos, de ver que lo había conseguido, de sentirme orgullosa… y el enfado con Malú, comencé a llorar. Era de lágrima fácil. El tráfico volvió a fluir y yo arranqué entre lágrimas. Parecía una depresiva que huía buscando un lugar mejor. La portada no era la que habíamos escogido… maldito fotógrafo. La primera y la última vez que trabajaba con él, dicho queda. Salía yo sentada en la silla al contrario, abrazando el respaldo, con la cabeza tumbada en mis brazos y mirando a cámara con una pequeña sonrisa sin enseñar los dientes. En la esquina superior derecha se encontraba mi nombre, y debajo de éste, el título del disco, "Una entre cientos". Lo abrí con una mano, sin dejar de mirar la carretera. Eché un vistazo al interior. Tenía los mismo colores que la portada, azul cielo. El disco era de un añil oscuro, me encantaba esa combinación de tonos. Saqué el CD y lo introduje en el coche. Sonreí con el primer acorde de la primera canción.

Llegué a casa y me quedé en el coche, apoyada en el reposacabezas escuchando atentamente cada uno de los temas que iban sonando. Volví a llorar, esta vez de emoción. Porque sí, lo había conseguido. Había logrado mi sueño. No quería que acabase la última canción, pero no era infinita. Terminó. Terminó con el verso que escribí mientras Malú se duchaba en Sevilla en aquel hotel que tantos recuerdos recogía. Fue imposible no ponerme a pensar en esas pequeñas vacaciones que nos regalamos. Las mejores de mi vida, sin duda. El disco volvía a reproducirse mientras yo revivía en mi mente el momento en el que había escrito cada estrofa.

Me puse a mirar con detalle cada rincón que guardaba la carátula. Por una vez, leí hasta la letra pequeña. Después de oírlo la segunda vez, lo saqué del reproductor y lo metí de nuevo en su sitio.

Mientras me dirigía al piso, llamé a mi representante.

-Ya me podías haber avisado… se me han triplicado las pulsaciones. -rió exageradamente ante mis palabras. Me dolió el tímpano incluso.

-¿Qué te ha parecido? A mí me encanta.

-Estoy muy ilusionada. -me limpié las lagrimillas que aún corrían por mis mejillas. Eran casi las once y media y yo sin cenar. Me di la vuelta una vez que llegué al portal. Iría a comer por ahí, no me apetecía llegar a casa aún. Fui al Rincón Musical.

-Hombre, tú por aquí. -Vanesa se acercó a la mesa que había cogido. Sonreí asintiendo. -¿Qué desea tomar?

-Quiero un filete a la pimienta. -no me hizo falta leer la carta. Me la sabía de memoria.

-Ya lo intuía. -rió. -con coca-cola zero.

-Exacto. -era mi menú favorito.

Trajo la comida muy rápido, se notaba que tenía enchufe. No había mucha gente en el bar. Una pareja de ancianos dos mesas a la derecha y una chica junto a la ventana tomando un helado.

-¿Puedo? -señaló la silla que estaba frente a mí. Asentí con la boca llena. No me vendría mal algo de compañía. Miré el móvil, ni un solo mensaje suyo. Aún no habría terminado el concierto… -El miércoles… -sonrió.

-Saco disco, sí. Veo que estás muy atenta.

-Soy tu fan "number one". -reí al oír esa expresión. -yo lo quiero la primera. -metí la mano en la bolsa y lo saqué. -¡ALA! -me lo arrebató de las manos y se puso a cotillearlo mientras yo cenaba tranquilamente. Volví a encender la pantalla. Nada. -¿Esperas un mensaje?

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora