65. Y SIGO PREGUNTÁNDOME

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No apartaba un segundo la vista de mí. Se había apoyado en la puerta con el codo y tenía la cara girada por completo. Sonriente y tranquila, me contemplaba sin decir nada. No nos hacían falta las palabras. Lo decíamos todo con mirarnos. Era nuestro idioma. Podíamos entendernos solo con miradas, con sonrisas, con un simple movimiento de cabeza. No hacía falta más. Estábamos muy unidas, nos complementábamos.

-La baba. -bromeé.

-No te flipes, tampoco eres tan guapa. -dijo seria, cambiando la dirección de su mirada. -creída. -solté una carcajada.

-Para no ser tan guapa te has enamorado. -asintió dejando caer un "ajá" muy borde. -Te tengo loquita. -repitió el monosílabo. -sí, sí. -reí.

-Capulla, déjame. -me dio un puñetazo en el muslo. Frené el coche. -no, no, otra vez no. -reímos juntas al acordarnos de aquel día.

Paré en uno de esos supermercados que existen en todas las ciudades. Un súper abierto las veinticuatro horas que dura el día.

-Muy romántico, sí. -opinó Malú, asintiendo.

-No te precipites. -la avisé. -quédate aquí. -besé su frente y salí del automóvil directa a la tienda. Compré unas cuantas bolsas de patatas, refrescos y unos bocadillos. Volví al coche y la chica de mis sueños estaba frita. Se había quedado dormida con la cabeza colgando hacia delante. Solté una pequeña risa. Le di a la palanca para que su asiento cediera hacia atrás y pudiera tumbarse. La coloqué con cuidado para no despertarla. No iba a dormir mucho, el camino era muy corto. Ni cinco minutos tardaríamos en llegar…

Aparqué el turismo y me quedé mirándola. Echaba de menos eso. Recuerdo que era de las cosas que más me gustaba hacer cuando pasaba las noches junto a ella.

-Buenos días. -le dije, al ver que se desperezaba.

-¿Ya has comprado…? -se incorporó y la ayudé a poner bien el asiento.

-Sí, bueno, hace un ratazo. -miré el reloj. Había pasado algo más de media hora.

-Ay, es que llevo días sin dormir. -me puse melancólica. Sabía que el motivo de su insomnio era yo.

-Y yo…  

-Eh, no decaigas. -me pidió sonriente. -¿mi cena?

-Qué impaciente eres. -reí. -venga, va. -abrimos las puertas y tomamos aire puro. Me apoyé en la valla que daba al parque del Retiro. Malú caminó hacia el lado contrario, esperando a que el semáforo se pusiese en verde.-¡Eh! ¿Dónde vas?

-Hombre, es el único camino que podemos tomar… -sonreí desafiante y negué con la cabeza. -Marina… no.

-Marina sí. Ven aquí.

-No… -pasó de estar seria a estar divertida. Le dio un ataque de risa. -nos van a pillar.

-¿No decías que te daba igual todo lo demás…? ¿Qué me querías sin importarte nada?

-Pero Marina… -siguió con las carcajadas. -es que… -no cesaba su risa. Uní mis manos y las puse a la altura de mis caderas.-estás colgada, en serio. Y yo más, por seguirte el rollo. -dijo, colocando su pie en mis manos y agarrándose con fuerza a mis hombros para impulsarse. Saltó al interior del famoso parque. Pasé por la verja la bolsa con la comida y salté la valla.

Era mucho más bonito que de día. Las farolas alumbraban cada rincón de aquel paraíso. Agarré su mano y caminé sonriente buscando un buen lugar.

-¿Cómo estás tan tranquila…? -me preguntó con la voz temblorosa. -estás loca.

-Por ti. -me gané un beso.

-Esto es demasiado fuerte. -susurró. Cambiamos nuestro tono de voz por si alguien nos oía. El recinto era vigilado por las noches.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora