La verdad

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Abrí la boca, sin la capacidad de cerrarla. La mirada dulce que la enfermera normalmente me dirigía había desaparecido, una mirada de rencor y odio ocupaba su lugar.

Me sentía incómoda. Sabía que se notaba en mi cara, no tenía porque esconderlo, pero eso no cambiaba nada.

Como la primera vez que la vi, creí que ella me haría algo malo ahora que no había testigos. Sin embargo tuve suerte, en ese instante entró el doctor, quien le pidió a Mariana que se valla.

-Hola Hazel, ¿Cómo te sientes?- preguntó

Notó que a mi me pasaba algo, lo podía ver en su rostro, pero no quería hablar de eso, así que mentí.

-Bien, ¿Qué tenemos que hacer hoy?

-Nada especial, solo las mismas pruebas de siempre.

Como todos los días, desde que había entrado al hospital, tenía que hacer las mismas pruebas. Las mismas aburridas pruebas.

-Estás bastante bien Hazel -declaró Alexander- pero igual, no vas a poder abandonar este lugar hasta dentro de unos días.

Asentí con la cabeza, callada. Seguía pensando en la enfermera, y sabía que mis pensamientos se reflejaban en mi rostro, pero no quería hablar de eso. Sentía miedo, y el miedo era algo que yo no soportaba

 Yo seguía viendo a Alexander y me parecía más que raro, horrible quizás.

El era una copia casi exacta de Gus, salvo por los ojos, él los tenía negros, nadie nunca iba a poder tener los ojos de Gus, eran únicos, igual que él.

También tenía unas facciones más afiladas, y los labios un poco más chicos.

Pero la voz... casi creía que era Augustus, era como si le hubieran sacado las cuerdas vocales y se la pusieron a Alex, pero un poco más grave, apenas nada más.

La primer vez que lo escuché, para serles franca, pensé que había muerto, al escuchar su voz sabía que estaba con él, pero luego vi al doctor y por una parte me puse triste, porque pensé que al fin había terminado mi sufrimiento, pero me equivoqué.

-Señorita Hazel, tenemos que sacarle sangre para ver cómo va avanzando el cáncer.

-Ya se que se me está expandiendo a todo mi cuerpo, se que moriré, pero quiero saber algo, ¿Cuánto?

-¿Cuánto qué, señorita?

-Cuanto tiempo me queda antes de irme, así mis padres no sufren de pronto, o yo me voy sin decir adiós, no lo sé.

-Hazel, querida, vamos a hacer que eso no pase nunca, no morirás, tendrás una vida feliz, con tus padres, amigos y eso, no pienses en esas cosas.

Pero yo sabía que mentía, no quiero ser pesimista ni nada, pero el futuro es el futuro, no se puede cambiar, desgraciadamente.

Unas dos horas después, Mariana vino con unos alagésicos para el dolor en la cadera. Todo el respeto y confianza que teníia por ella se fué cuando descubrí que me odiaba a mi y a mi madre, si, es raro.

-Hola Hazel.

-Hola. -Le dije, lo más seca que pude.

-Te voy a poner alangesicos para el dolor de cadera, ¿Está bien?

-Si, está bien.

-Mañana puedes salir del hospital, e irás a casa, vuelve si tienes algún problema.

"De seguro voy a volver" pensé.

-Al día siguiente-

-Hazel, levantate, tenemos que irnos a casa. -me dijo mi mamá, con su hermosa sonrisa.

Te extraño, Augustus WatersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora