Una visita nocturna

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-Lo primero que quiero decirte es que te extraño, no se si voy a poder soportar mucho más tiempo lejos de ti -dije al lugar en el que reposaba Augustus. Suspiré, sintiendo como las lágrimas se deslizaban por mi rostro, sin intención alguna de detenerlas.- Todavía recuerdo la primera vez que nos vimos, como me miraste si yo hubiese sido la chica más linda del universo.

"Y lo eres". Esa seguro habría sido su respuesta, siempre me hacía sentir especial, me hacía sentir como si fuera más que una simple persona. 

Pero yo no lo era. Era solamente una estúpida persona, que para colmo sufría de cáncer. Tomé aliento. Tenía que terminar lo que quería decir.

-Cuando te fuiste... Cuando te fuiste yo pensé que nunca más iba a poder ser feliz. Sentía como la tristeza se expandía por mi cuerpo, asi como tu te sentiste cuando murio Caroline. Sabes lo que es perder a un ser querido, al igual que yo lo se, al  igual que Caroline, al igual que muchas personas en el mundo. Pero no puedo evitar eso, no puedo evitar que me abandones, no puedo evitar sentirme desdichada aunque tu me intentes animar, porque ya no estás aqui para mi, por algún desgraciado capricho del destino ya no cuento contigo...

Lágrimas se atoraron en mi garganta, ya no podía seguir hablando. Igualmente, no quería dejarlo solo. Coloqué los tulipanes sobre la tierra y me senté al lado, mirando hacia la lápida.

Pasaron minutos, que se fueron transformando en horas, hasta que mi madre vino a recogerme para irnos a casa.

Sin hablar subí al auto. Sin hablar leí en mi habitación. Sin hablar cené. Y sin hablar me fui a dormir.

Alguien me zarandeó. No presté atención, tenia sueño y quería seguir durmiendo. Me sacudieron de nuevo, esta vez más fuerte. Abrí una pequeña rendija de mis ojos y miré el reloj. ¡Las tres de la mañana! Cerré los ojos, tomé aire y los volví a abrir, lista para quejarme con quien fuera por levantarme tan temprano y me topé con una silueta. La reconocí de inmediato, era la única persona con la quería encontrarme en una habitación a oscuras, y para colmo, sola. 

-¿Qué haces aquí?- pregunté en un susurro.Habría querido gritar, pero, por ahora, no era tan grave como para despertar a mis padres.

-Solo quería hecharle un vistaso a mi paciente favorita- respondió Alex, acercándose y sentandose en mi cama.

-Pero, ¿Cómo entraste? se supone que no puedes estar aqui, esto es un domicilio privado, no puedes entrar a menos de que alguien te lo permita.

-Lo sé, pero no podía estar tanto tiempo sin ti - comenzaba a sentirme incómoda, no sabía que lado tomaba esta conversación- y sobre cómo entré, deberían fijarse en cerrar mejor la puerta trasera.

En ese momento pasó un auto, iluminando con sus faros la sonrisa que apareció en la cara de Alexander.

Sin embargo, yo no podía sonreir. No era algo muy normal que una persona que conoces en el hospital, y que para colmo es tu doctor te haga una visita en tu casa, donde vives, en un domicilio privado, a las TRES de la mañana.  Ademásde que yo no creía que nosotros hubiesemos dejado la puerta del patio abierta, desde la muerte de Augustus, esa puerta había permanecido cerrada, solo era abierta cuando mi padre cortaba el pasto, y lo había visto cerrar la puerta con llave la última vez.

-Sabes que no puedes estar aquí - dije, volviendo a la realidad - entraste a mi casa a las tres de la mañana, si mis padres se llegaran a enterar, me matarían, y  ya tengo suficientes problemas contigo.

Al segundo me arrepentí de haber dicho esa última palabra. Por culpa de ese miserable y desdichado error, tuve que sufrir un interrogatorio.

-¿A qué te refieres?- preguntó, poniendo una mueca adorable.

Te extraño, Augustus WatersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora