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DAVID
Jueves, 11 de marzo de 2004.
Piso de estudiantes (Alcalá de Henares) 06:00h.
Un sonido desagradable y chirriante, que identifico como la alarma del despertador, comienza a sonar a lo lejos, sacándome poco a poco del mundo inconsciente. Devolviéndome a la realidad.
Hora de levantarse.
Cada mañana, el despertar se convierte en una ardua tarea que parece complicarse según pasa el tiempo. Aun así, me gusta madrugar. Es una forma de aprovechar el día, de exprimirlo al máximo.
–Buenos días, bella durmiente –le digo a Fran, mi compañero de piso.
Llevamos viviendo juntos desde el 2002, cuando nos mudamos a Madrid para comenzar la aventura universitaria.
Fran estudia Bellas Artes y su filosofía de vida difiere un poco de la mía, pero nos llevamos bien. En general, no solemos invadir el espacio del otro, aunque tampoco es que sea muy fácil entrar en la selva que tiene por dormitorio.
–No es mi problema que a ti te guste madrugar –dice él con voz somnolienta.
–No seas lelo. Sabes que me gusta aprovechar el día.
–Ya, claro. No será por acompañar a Sofía –responde, guiñando un ojo.
–Es un plus –digo, sonriendo.
–Debe ser alguien importante como para que te levantes casi una hora antes y pagues casi el doble con tal de acompañarla –concluye.
Decido ignorarle. Sé que sólo lo hace para provocarme y que llegue tarde, de manera que tenga que coger el tren directo y así lo acompañe a él, en vez de a Sofía. En realidad, lleva razón. Siempre la ha llevado, no me tomaría tantas molestias por cualquiera.
Claro está, Sofía no es cualquiera.
Calle Marcos Martínez (Alcalá de Henares) 06:50h.
«Al final lo ha conseguido», maldigo. No sé si llegaré a tiempo de coger el tren de las siete. Tengo dos llamadas perdidas de Sofía, que ya estará esperando sentada en el vagón, pero si me entretengo en contestarle sí que no llego.
A lo lejos, consigo distinguir la fachada de la estación y los tendidos eléctricos que se extienden por encima de las vías. No es precisamente bonita. De hecho, es vieja y, por lo general, se encuentra bastante sucia.
Supongo que se habrá cansado de esperar. La imagino, sentada en el banco de siempre, con su pelo castaño, lacio, cayéndole sobre los hombros. Inmersa en su lectura. Esperando.
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Jueves. (Javier Becerril)
ContoUn día que se antojaba igual que el anterior. Vidas que cambiaron para siempre. Un suceso inesperado y el adiós más doloroso. ¿Cuántos amores escondidos han caído en el olvido? ¿Cuántas veces hemos pecado de cobardes y no hemos sido capaces de revel...