Salir del capullo

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Siempre me considere una persona cambiante, en todos los aspectos, hasta el punto de cambiar mi punto de vista de mí misma. Cuando era más pequeña siempre me decían, las personas mayores, que era una niña muy bonita, de cierto modo nunca creí en ellos, puesto que en la primaria nadie gustaba de mí, solo un pequeño chico que siempre me molestaba y yo lo golpeaba (siempre terminaba en dirección).

A medida que fui creciendo de a poco fui cambiando con respecto a mi forma de pensar de mi físicamente y fue entonces cuando las personas también empezaron a verme del mismo modo. Tal vez deba ser así como funciona esto, si tú te ves de determinada manera los demás también te verán así.
Ya no me preocupaba mi físico, pero sí el concepto que los demás tuvieran sobre mi, aunque nunca lo acepte y me mentía a mí misma diciendo que no me importaba lo que piensen los demás.

Nunca fui simpática, aunque intentaba serlo. Mi mamá nunca me dijo "te amo". Puedo estar alegre un segundo y al otro ya no. El amor ¿para qué hablar? Pésimo.

Fue una mañana aburrida como las demás donde comienza mi historia, está historia. Era el primer día de clases en un nuevo instituto, yo iba segura de mi y de lo que iba a lograr, pero mi instinto bipolar también me acompañaba: nueva vida, nueva ciudad, nuevos compañeros y un poco de miedo. Era hora de salir del capullo...

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