Espía de contrabando

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—¿Estás seguro, Colagusano? —le preguntó con mirada escrutadora y seria.

—Sí... Sí, mi señor —respondía temeroso.

Estaba encogido mordiéndose los nudos de los dedos de las manos con nerviosismo, similar a como lo haría una rata.

—Aunque huelo culpa y miedo —siguió el hombre de voz fría, abriendo las fauces de las narices como si oliera el aire—, sé que tu cobardía no te deja engañarme.

—No... ¡No! Eso nunca, mi señor... Yo le soy leal ¡a usted! —repuso Colagusano, comenzando a temblar ligeramente—. Ya... Ya le he dicho quién es el guardián de la casa de los Potter.

—Lógico —dijo Lord Voldemort mirándolo a los ojos, examinándolo—. Esos tontos no podrían haber sido más predecibles ¿no es así, Colagusano?

—Sí, mi señor. Tiene usted razón.

Temblaba más notoriamente al enfrentarse a la mirada penetrante e imperturbable de su amo.

En el rostro pálido, de ojos rojos y nariz con rendijas en vez de orificios, se dibujó una sonrisa.

—Traicionaste a tus antiguos amigos, ¿qué me podré esperar de ti? Aunque tengo algo claro: mi furia no te hará flaquear ante Lord Voldemort. Colagusano se estremeció, permaneciendo en silencio—. Veo que apenas te enteraste corriste a avisarme. Has hecho bien —continuó, observando a su alrededor sumido en sus pensamientos—.Aunque eres mediocre y traicionero, me has sido útil. Y yo recompenso a quienes me sirven.

Peter Pettigrew levantó la vista más aliviado.

—¿Re... Recompensa?

—Sí, Colagusano. Pero calma, ya te recompensaré —repuso el otro distraído. Seguía observando el lugar.

Se hallaban en una sala oscura que contaba con un par de muebles de madera oscura, impecablemente limpios y brillantes; trabajo que sólo podría realizar un elfo doméstico. Los sillones, también oscuros, se ubicaban frente a la chimenea donde crepitaba un fuego cálido, ya que, a pesar de ser verano, al interior de esa lujosa mansión había un frío habitual. Del techo colgaba una araña de vidrio en el cual había velas apagadas, por lo tanto la única fuente de luz provenía de la chimenea, lo que le daba un aspecto más tétrico al salón. Ambos estaban de pie en una alfombra circular ubicada en el centro.

—Bueno. Entonces, Colagusano, ven a sentarte y cuéntamelo todo. Ningún niño vencerá a Lord Voldemort.

Se dirigió a uno de los sillones, seguido por Peter, que ocupó el otro.

Esta vez el animago estaba con Dumbledore en la cima de una colina. Peter parecía nervioso y volvía a morderse los nudos de los dedos de las manos, mientras que el mago lo miraba fijamente, impasible.

—¿Le has dicho lo que te dije, Peter? —preguntó el de barba larga y blanca que caía sobre una túnica celeste con estrellas.

—Sí... le dije todo lo que me mandó.

Algo en el comportamiento de Colagusano le impidió a Dumbledore confiar en que era del todo sincero.

—La vida de tus amigos está en peligro —continuó cuidadosamente—. Dime exactamente todo lo que le dijiste a Voldemort, por favor.

Colagusano se estremeció al oír el nombre que la mayoría de los magos y brujas temían pronunciar: Lord Voldemort.

—Le dije que... que Sirius Black era el guardián de los Potter.

Estaba más nervioso. Miraba desesperado a su alrededor como si esperara una aparición.

Dumbledore escuchaba con las yemas de sus dedos juntas.

—¿Algo que quieras añadir? Seguro que te pidió más explicaciones.

—¡No! Eso es lo que usted me dijo que dijera y eso fue lo que hice... Si duda de mí... Podría matarme si sabe que estoy aquí... ¡Tiene que pro-protegerme! —dijo con tono de súplica—. Yo... le soy leal ¡a usted!

—Tranquilízate, Peter —le pidió Dumbledore. Dio media vuelta para darle la espalda a Colagusano—. Te aseguro que nunca has estado desprotegido. Entonces, recapitulemos. Los Potter habían elegido a Black como su guardián secreto, ¿cierto? Y en el último momento se decidieron por ti, para despistar, ¿me equivoco?

—No... Está en lo correcto.

—Bien. Te pregunto de nuevo, Peter. ¿Algo más que le hayas dicho a Voldemort?

—Un poco más de lo mismo... —respondió, luego de un silencio.

—¿Cómo es eso? —se volvió hacia Colagusano para mirarlo—. Dime qué le has dicho.

—Le dije que... iban a hacer correr el rumor de que yo era el guardián, sólo para desviar la atención de Sirius.

Dumbledore cerró los ojos unos instantes y volvió a abrirlos para mirarlo a través de sus gafas de medialuna como si tuviera rayos x.

—No has hecho lo que te pedí —repuso con calma—. Has hablado de más y te has condenado a ti mismo.

Peter levantó la mirada, horrorizado.

—Yo... ¡No! Yo sólo lo he hecho para proteger... —decía desesperado.

—Si pillan a Sirius y descubren que él no es el guardián, vendrán a ti. Voldemort es capaz de llegar hasta las últimas circunstancias para conseguir lo que quiere —el anciano mago miraba preocupado cómo temblaba—. Lo hecho, hecho está —sentenció—. Cuéntame qué pasos va a seguir ahora.

Peter parecía demasiado afectado como para hablar, casi se echaba a llorar, pero como Dumbledore seguía mirándolo en espera de una respuesta, tomó aire y suspiró.

—Va por Sirius. Dijo que pondría a unos cuantos mortífagos en su búsqueda para que lo llevaran ante él —comenzó a hablar con la mirada perdida—. Luego de haberle sonsacado la información, irá por Harry y lo... lo matará.

—Y acabará también con James y Lily, y cualquiera que se interponga en su camino —completó con un suspiro.

Hubo un largo silencio en el cual se oían los sollozos de Peter.

—Bien, creo que lo mejor será avisar a los Potter y a Sirius de esto para que estén preparados. Ya veremos qué hacer en la Orden —dijo el mago que parecía más anciano, dando por finalizada la conversación.

—¡No puede! —chilló Peter sollozando más fuerte al ver que Dumbledore se iba.

—¿No puedo qué?

—¡Dejarme así! ¡Y Sirius! ¡Los Potter!

—Ya te he dicho: en la Orden vamos a ver qué hacer por la seguridad de los Potter, Black... y la tuya.

—¡Sea usted el guardián! —chilló de nuevo.

—Ya no es posible —descartó Dumbledore encogiéndose de hombros y desapareció con un estruendo.

Petter Pettigrew, el amigo miedoso de los merodeadores, cayó de rodillas temblando y sollozando. El espía de Dumbledore, en un intento por hacer lo mejor, lo había hecho peor, poniendo en peligro la vida de sus amigos e, incluso, la suya. A lo mejor había una mínima esperanza en el futuro que impediría aquellas muertes; sólo quedaba esperar y enfrentar las situaciones que se avecinaban.

Convertido en una rata, se escabulló ladera abajo.

One-shots | Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora