PRÓLOGO

346 27 39
                                    


La brisa que corría esa noche era tan agradable que Sofía lograba mantenerse despierta a pesar de los monótonos ronroneos de su gato Ángel. La luna sonriendo tímida, parecía estar teniendo una agradable conversación con júpiter que brillaba intenso atrayendo toda su atención.

Un ruido en la casa vecina la hizo volver de su trance. Se volteó de prisa, percibiendo una sombra que se movía sigilosa. Sus latidos se aceleraron tanto que retumbaron en su interior y el silencio que se apoderó de ese instante, sólo ayudó a paralizar sus escasos pensamientos.

Desde pequeña le aterraban esas figuras etéreas que la oscuridad presentaba. Solía verlas o sentirlas, pero no se atrevía a querer reconocerlas, las enterraba como si fuesen fragmentos de su bizarra imaginación. Posó sus manos en el frío metal lista para salir arrancando, pero se congeló en el lugar cuando unos ojos verdes se cruzaron con los de ella.

La sombra se movió grácil al compás del viento que sacudió las cortinas de la casa de al lado, por lo que la luz del interior se proyectó hacia la oscuridad. En ese instante la muchacha pudo distinguir que era un joven quien se ocultaba en el tejado vecino. Se levantó de un brinco por la sorpresa, pero como su torpeza era mayor, se golpeó la cabeza con el saliente de su ventana, perdiendo el equilibrio por completo, y sin poder agarrarse de nada se resbaló del techo.

El muchacho saltó ágilmente para socorrerla, por lo que su cálida mano se aferró a su brazo. Sin creer lo que estaba ocurriendo Sofía quedó suspendida por unos instantes. Una corriente provocó una descarga dolorosa entre ellos, por lo que el extraño la soltó asustado. La estática era parte de su vida, pero hasta el momento le había ocurrido sólo con objetos, vaya su suerte la de aquella noche.

El viento le acarició la piel mientras caía del segundo piso y una ráfaga mayor revolvió su cabellera, lo que la hizo estremecerse, ya que sintió que se volvía a elevar. Pero finalmente pudo percibir el húmedo césped entre sus dedos. Cuando abrió los ojos ya estaba en el suelo. Miró hacia arriba y su gato le miraba curioso. Se puso de pie temblorosa, sacudiéndose los pantalones con esmero. Se volteó para dirigirse al portón, pero se encontró con el muchacho quien la observaba preocupado. Sofía se sonrojó.

- ¿Estás bien?- A Sofía le costó apartarse de aquella verdosa mirada, por lo que simplemente asintió con la cabeza.

- Me alegro- su suave voz con acento extranjero fue dulce melodía en sus oídos.

El joven pareció titubear en su intento de alejarse, por lo que Sofía pudo perderse unos instantes en su mirada que resplandeció con la luz de un solitario farol de jardín que le iluminaba el rostro. Una ola de calor se derramó en su interior, era tan acogedora su presencia, que no quería apartarse de aquella visión casi de ensueño.

Su gato Ángel se acercó acariciándole las piernas, por lo que Sofía se agachó para tomarlo en sus brazos y así tratar de calmarse e hilar alguna frase coherente al sujeto que tenía en frente. Pero solo bastó ese instante para que esa idílica imagen desapareciera como si nunca hubiese existido.

Sofía La Mestiza. El primer encuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora