Capítulo 3

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Había llegado el momento de ponerse los trajes de baño. Sofía era bien pudorosa, no le gustaba su cuerpo, ya que según ella era muy curvilíneo. Cosa que las chicas de su edad envidiaban, ya que los muchachos en plena adolescencia siempre se volteaban a verla. Pero ella hubiese preferido ser flaca como palo, antes de andar llamando la atención.

Le daba pavor la idea de que Alessandro la pudiera ver con tan poca ropa, no estaba preparada para que hubiese muchachos revoloteando cerca, se suponía estarían solos y esa fue una de las razones para acceder a este viaje. Evitaba a las personas, o más bien las personas la evitaban, por lo que había optado por una vida solitaria y así ahorrarse los malos ratos.

Le comenzó a doler el estómago, ya que podía soportar compartir con su prima Francisca a quién le encantaba alardear todo el tiempo, pero con un macho adolescente y además demasiado lindo, simplemente le daban ganas de escapar y volver a encerrarse en su habitación. Esperó a que Elizabeth estuviera lista y salió junto a ella, cubriéndose el traje de baño con su pareo amarrado a la cintura y un top con tirantes.

El espectáculo cerca de la piscina no podía ser menos alentador, ahí estaba el joven italiano, con su estupendo físico nadando y braceando rápidamente para llegar al otro extremo de la pileta. Francisca le coqueteaba desde la orilla, se había puesto el bikini más pequeño que pudo encontrar. Sofía reconocía que le quedaba espectacular, se alegró por ella. A veces le hubiese gustado tener esa personalidad, más competitiva y sin importarle mucho lo que pensara el resto, ya que su prima parecía disfrutar de su existencia.

Alessandro, llegó al otro extremo y se volteó en dirección a las recién llegadas, haciendo señas de saludo muy entusiasta. Salió del agua grácil.

En la mente de Sofía era como verlo en cámara lenta, podía distinguir cada detalle de su cuerpo que era exquisitamente irresistible. Las juguetonas gotas que acariciaban su cuerpo parecían ser sus guías por aquel recorrido, donde su dorso desnudo lucía perfecto antes sus ojos.

Tenía bien trabajados sus músculos, pero no de manera grotesca. Su piel con ese bronceado del mediterraneo lucía de ensueño, y las gotas que seguían cayendo suavemente por su cuerpo ayudaban aún más en esa apariencia demasiado sensual para soportar. Con el peso del agua el traje de baño se le deslizaba un poco y dejaba al descubierto unos oblicuos bien marcados. El cabello castaño, que no lo tenía muy largo, ahora se recogía hacia atrás, dejándole unas mechas rebeldes caer sobre su rostro.

Elizabeth quien estaba a su lado presenciando el espectáculo le tomó la barbilla y le cerró la boca. Alessandro se dio cuenta de eso y sonrió complacido. Sofía enrojeció tanto que tuvo que ocultarse entre sus rubios cabellos y comenzó a tender su toalla en el césped. Se instaló rápidamente tendida boca abajo y se puso los audífonos. Necesitaba olvidar el bochorno y eliminar los colores de su rostro, comenzó a sonar Paranoid, no la ayudó mucho.

Alessandro se posó frente a ella, en la misma posición, con el rostro muy cerca por lo que podía sentir su suave pero calmada respiración. Se miraron por unos instantes sin decir una palabra. Sofía sintió como el mundo a su alrededor era disminuido a la nada, sólo existían el muchacho y ella. Francisca los observaba furiosa desde su lugar. Alessandro le sonrió tímidamente, quitándole los audífonos.

- Vamos a nadar- le estiró la mano para que lo acompañara. Sofía se complicó en extremo. - Seguro necesitas refrescarte estas bastante roja- Sofía cubrió su rostro con ambas manos, estaba molesta con ella y con el muchacho que se estaba burlando. Al parecer era igual que todos los adolescentes, el típico niño lindo engreído y le molestaba aún más sentirse tan intimidada por él. En ese instante llegó Francisca a tapar la luz del sol fulminando a Sofía con la mirada.

Sofía La Mestiza. El primer encuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora