El dolor punzante ya se había ido, pero su mejilla aún palpitaba, la mitad carbonizada por la magia de esos hechiceros. Su padre le había advertido del peligro, pero él no había oído la urgencia de la advertencia. Había estado dispuesto a arriesgarse por ella, por la hermana que había encontrado, por la hermana a la que detestaba, pero que estaba a punto de llevar a casa, ya que su padre pronto vendría a buscarlos.
Parecía que el clan del viento la protegía, pero el problema eran quienes amenazaron la vida de Sofía esa tarde. Si ya habían detectado su energía original, que se acentuaba desde el solsticio de verano, Sofía no podría esconderse más de los enemigos, pues vendrían por ella y cumplirían su objetivo. ¿Podría Sofía defenderse?, se preguntaba Octavius mientras frente a un espejo trataba de poner un ungüento en su mejilla quemada.
Su hermana era todo un fenómeno, una chiquilla torpe como había podido corroborar las dos veces en que se había topado con ella, parecía muy insegura, pero al mismo tiempo emanaba una fuerza interior que hasta él lograba percibir. La odiaba por eso, y por todo lo que había sufrido por ella hasta ahora.
Además era muy distinta, no parecía ser parte de la familia, ya que era demasiado luminosa en comparación a ellos, que sacrificando parte de sus vidas, habían perdido esa luz para lograr sobrevivir. Pero estaba orgulloso de eso, de esa oscuridad que les daba poder, incluso superior a la de aquellos viles hechiceros capaces de eliminar a sus propios progenitores con tal de seguir dominando todo lo que les rodeaba.
Durante años había sentido el peso de la sombra de su hermana. Había sentido la frustración de nunca ser suficiente, de no poder competir con esa perfección que decían lograría alcanzar. Pero ahora, por una vez, tenía el poder de cambiar las cosas. La odiaba, sí, pero también la había estado observando, por lo que se pudo dar cuenta que al lado de él, ella no era nada. Había visto de cerca los defectos de su hermana, las inseguridades ocultas detrás de esa supuesta perfección.
Por ello había llegado su turno de brillar. De mostrar a su padre su superioridad. Lograría que al fin le reconociera como su igual.
Necesitaba descansar, no vigilaría a Sofía hasta que su padre le volviera a contactar. Debía reponer sus energías y aclarar sus pensamientos. Se dirigió a su habitación y se tumbó en la cama mirando hacia el techo. El cansancio acumulado de las últimas semanas le estaban pasando factura.
Pero sus pensamientos seguían dando vueltas en torno a Sofía y a la situación en la que se encontraba. Sabía que su padre podía ser un hombre peligroso inclusive para sus propios hijos, pero era debido a la crueldad que había tenido que presenciar y enfrentar durante toda su vida.
Mientras pensaba en todo esto, su mente comenzó a divagar hacia su propia juventud y su padre. Recordaba las palizas que recibía cada vez que hacía algo mal, las palabras hirientes y humillantes que le decía. Pero lo que más le dolía era la indiferencia que mostraba hacia él, como si fuera un objeto sin valor. ¿Sería igual con Sofía?
Se reprochó a sí mismo, ya que no le debía importar, de hecho le hacía ilusión el verla pasar por aquella dura formación. Pero algo le decía que esta situación era diferente. Aunque no conocía a Sofía desde hace mucho tiempo, sentía una conexión especial con ella. Tal vez era cierto que la sangre es la conexión más poderosa.
Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. La abrió ya que el calor era sofocante y la herida le molestaba aún más. Dejó que el frescor le invadiera.
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Sofía La Mestiza. El primer encuentro
FantasySofía estaba ilusionada con sus primeras vacaciones en el balneario de Quillón, esperaba si quiera por unos días, alejarse de su monótona rutina. Pero jamás imaginó que durante este viaje conocería una nueva realidad, inundada de engaños y secretos...