El Sueño de un adiós

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El Sueño de un adiós

¡Miradme, estoy aquí!

entre torrentes congelados

y abruptos acantilados,

entre melancólicos océanos dormidos

y valles multicolores.

¡Aquí! en las esferas transparentes

de la creación,

y las cumbres desgarbadas de Titán.

Envuelta en blancos velos

de misterio y arena cósmica,

rodeada de cráteres profundos

y relucientes lagos de oro líquido.

¡Estoy aquí!

sumergida en el esponjoso manto

de las estrellas.

Acompañada de Venus,

radiante lucero del alba

y Saturno, el dios del tiempo;

rodeada de los siete metales

celestes de la alquimia,

sobrevolando los siete cielos y…

¡Me siento agitada!

¡dulcemente extasiada!

embargada por flujos

universales de paz,

hechizada por el embrujo

del silencioso Universo.

¡Oh Padre!

¡No quiero despertarme

de este placentero sueño!

Abro mis cansinos ojos

y exhalo un ínfimo hálito

que me aterra;

¡Miradme, estoy aquí!

posada en este mullido sillón

como ráfaga de viento sin retorno.

Sola, vacía y triste

¡Desmadejada muñeca de trapo!

Desnuda ya de ambiciones y quimeras.

¡Aquí estoy!

dentro de montañas de polvo,

ríos de agonías y angostas puertas,

que me atrapan el alma

y la encadenan,

a los desolados muros

de mi cabeza.

¡Estoy aquí, Padre!

Mi cuerpo encorvado y marchito

se deshoja sin pereza.

Se extingue la llama mortal…

Ya sueño

¡No! no sueño, ¡vuelo!…

¡Vuelo, sí! alto,

¡Libre al fin, y sin cadenas!

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