Cuando lo miro parado de esa manera, y con la sonrisa burlona que se formó en su cara, siento que voy a desfallecer.
Por mi cabeza se atraviesa la escena en la que estuvimos bailando, y mi corazón comienza a latir fuertemente. Recuerdo la manera en la que dijo mi nombre, saboreando cada una de las letras del mismo. Su mirada se posa intensa sobre mí.
Después, como negándose a ser olvidada, la escena de la habitación de Judith me golpea.
Demian de pie en la ventana, con la misma ropa que llevaba durante la fiesta. La sonrisa que tiene ahora es la misma que tenía cuando apareció de manera abrupta en la habitación. Se acercó lentamente, e intenté gritar, pero me tranquilizó.
—Judith, no temas, he escalado. Estoy aquí porque te extrañaba, así que decidí seguirte. La verdad es que me gustas demasiado.
Cuando dijo eso, un color rojo atravesó mi rostro. No me equivoco al compararlo con el de un tomate.
Y así él se acercó lentamente a la cama. Se sentó al lado de mí y me dio un abrazo. Después bajó su cara hasta que sus labios quedaron a la altura de mi rostro, y yo cerré los ojos. Estaba segura de que mi primer beso iba a suceder, pero no fue así. Sus besos tocaron mi frente, y un torbellino me atrapó, hasta que me vi sumida en una completa obscuridad.
Cuando me doy cuenta de que lo tengo frente a mí, desecho todos esos recuerdos, y al mirar la sonrisa que se ha mantenido en su rostro durante todo este rato, siento la ira recorrer mi cuerpo.
Mi primer impulso es levantarme e intentar golpearlo en la cara.
El chico es fuerte, ya que me toma del antebrazo de manera brusca para detenerme, y con fuerza me tira al suelo, donde me siento y comienzo a sollozar. No me dolió tanto el impacto, pues he sufrido peores golpes. Estoy tan abrumada por todas las sensaciones, que simplemente no puedo contener el llanto. Jamás había sido tratada de esta manera tan brutal.
—¿Qué me has hecho, Demian? —unas palabras apenas audibles salen de mi boca.
—Yo no he hecho nada, querida Elisse. En realidad eres tú quien ha hecho algo por mí: me has dado la libertad que tanto añoré desde hace muchos años —responde él, con una sonrisa distinta, la de ahora es cínica. Al igual que su tono de voz.
—¿Podrías explicarme dónde estoy? —le digo, inhalando aire pesadamente intentando calmarme.
Apoyo mis manos en el suelo y me sostengo. Me conozco, sé que en cualquier momento podría desmayarme, y sinceramente no me gustaría que el golpe fuera tan duro. Al menos así terminaría menos lastimada.
—Estás en la que será tu casa hasta que encuentres a tu suplente —sus ojos se tornan en pozos que en lugar de calidez, transmiten solo obscuridad. Parece ser que disfruta mirar la confusión en mi cara.
Entonces saca un libro cubierto de piel, parece ser muy viejo y está en ruso.
Se sienta a mi lado.
Lo abre en una página que se ha tornado amarillenta, y señala una parte donde hay un grabado en el que un hombre besa en la frente a una joven.
—¿Qué es esto? —le digo con una mirada incrédula. Esto es demasiado para mí. Me encuentro perdida entre tantas cosas que desconozco.
—En una noche gélida de invierno. Los árboles estaban escarchados, y todo en las calles estaba cubierto con una espesa capa de nieve. Los pocos transeúntes que andaban por las calles aumentaban el paso, pues se había previsto una ola de nevadas en Rusia —comienza a narrar— dentro de una humilde casa se encontraba un hombre, quien parecía llevar todo el peso de los años en sus hombros. Sus arrugadas manos sostenían una pequeña bufanda, y su mirada se tornó cálida. Su última creación era perfecta. Para un fabricante de muñecas es difícil decidir cuál de sus creaciones es mejor, sin embargo para el viejo Alek le fue muy fácil hacerlo.
Puso tanto perseverancia y firmeza durante los 10 años de la creación de su adorada Ivane, que la muñeca comenzó a cobrar vida. El viejo Alek no se sorprendió, pues había escuchado que cuando un fabricante ponía tanto ahínco en una, ella tomaría vida y le sería siempre fiel. Pero esto no sucedió con Ivane.
Una tarde, Ivane salió de compras. Alek olvidó encargarle algo, así que la siguió para pedírselo. Sin embargo, Ivane no tomó el camino hacia la tienda, sino hacia una cafetería, en donde se veía con otro hombre.
Alek no pudo con la traición, y mediante juramentos, lanzó una maldición a la pobre Ivane, que no había hecho más que enamorarse del hombre equivocado. La joven fue convertida de nuevo en muñeca, sería libre sólo si encontraba a un joven quien le supliera, pero no podía hacerlo si éste último no se enamoraba de ella —me dedica una sonrisa inundada de nostalgia— la joven tenía una oportunidad cada 10 años, duraba tres días y sólo así podía ser libre de nuevo.
Ivane vagó por las calles de su pueblo como había hecho durante algunas décadas. Al llegar a la plaza principal encontró a un forastero, quien era joven y además muy atractivo. Al mirarlo supo que él era el elegido para ser su suplente, pues no tendría problema alguno para conseguir el suyo.
—¿Eso qué tiene que ver con nosotros? —Le pregunto, sin entender aún.
—La joven usó todos sus encantos durante la noche antes de volver a convertirse en muñeca. Tomó valor y le dio un tierno beso en la frente al forastero, y entonces él cayó en un profundo sueño —Cierra los ojos, y después de una pausa prosigue— tú eres mi suplente, dentro de 10 años tienes 3 días para encontrar al tuyo. Pero no te preocupes, si no lo consigues, puedes intentarlo una vez cada 10 años. Mientras tanto puedes intentar aprender ruso. Toma, te lo regalo —extiende la mano y pone el libro entre mis manos.
*°*°*°*°*°*°*°*
N/A: Espero que la historia esté siendo de su agrado.
¡Denme mucho amor!❤
ESTÁS LEYENDO
Tres días para ser libre.
Ficção AdolescenteElisse es una joven de tan sólo 17 años que desaparece misteriosamente después de una fiesta a la que asistió con su mejor amiga, Judith. Es buscada durante unas semanas hasta que sus padres se dan por vencidos. Del otro lado de la ciudad, una joven...