Patética.

6 0 0
                                    


Han pasado treinta minutos desde que pude volver a mi tamaño humano. Fue impresionante sentir cómo mis extremidades comenzaron a crecer poco a poco, hasta alcanzar su verdadero tamaño. El proceso no fue doloroso, pero terminé un poco mareada, además de que aún me siento un poco torpe a la hora de moverme, pues me había acostumbrado al tamaño de una muñeca.

El cambio ocurrió repentinamente así que mientras éste pasaba, contuve la respiración, y no lo noté hasta que mis pulmones comenzaban a arder: era obvio que necesitaban oxígeno.

Cuando terminó, supe que no podía disfrutarlo libremente, pues tenía un gran compromiso. Creo que debió haber sido más fácil negar mi ayuda, y así esperar a que un joven se enamore de mí, para convertirlo en un Suplente y de esa manera evitar tener que hacer esto. Pero no soy lo suficiente egoísta para arrebatarle la libertad a un inocente de la misma manera en la que me la arrebataron a mí, sinceramente no le deseo eso a nadie. Definitivamente no soy tan egoísta.


Así que ahora estoy en la habitación de Judith, intentando abrir un Portal Karamida, del que por cierto, tengo muy poca información.

¿Por qué intentando abrir el Portal en medio de la habitación de Judith?

La razón es simple. Aquí es donde sucedió todo. Aquí es donde Demian besó mi frente. Aquí es donde me convertí en una Suplente.

¿A dónde me llevará?

No tengo ni la más remota idea.


Sólo sé que tengo una sola oportunidad para saltar y entrar al portal. Que si no salto, perderé un día. Que si pierdo un día, estaré aún más presionada, y tendré menos tiempo para evitar que Ivane sea descubierta por Alek.

¿Por qué debo evitar que Alek la descubra?

Porque así Alek no se enterará de la traición, e Ivane jamás será obligada a encontrar un Suplente para obtener su libertad.

Me percato de que ya siento el gran peso de la presión sobre mis hombros. Y no es para menos. Básicamente tengo el futuro de muchos jóvenes inocentes en mis manos. Tendré la oportunidad de modificar la vida de muchas personas evitando una acción. Es demasiado riesgoso, pero creo que vale la pena evitar este sufrimiento, terminar con la maldición. Tengo la capacidad de hacer todo esto nada más y nada menos porque, por raro que parezca, llevo sangre de Ivane en mis venas. Cuando mi padre me contó que había una mujer rusa en su familia, generaciones atrás, jamás sospeché que, gracias a ello, me encontraría envuelta en una situación tan extraordinaria.


Ni siquiera en mis mayores fantasías imaginé que podría viajar al pasado. Pero eso de verdad es posible, pues me encuentro de pie, esperando el momento apropiado para entrar y poder retroceder en el tiempo.

Y es que aún no he podido hacer que el Portal aparezca.


Mi paciencia comienza a terminarse cuando, después del décimo intento, fracaso. Me llevo las manos a la cara, en señal de frustración, esperando el contacto de la piel de mis manos con mi rostro, pero el gorro que llevo en mi cabeza me recuerda que va a juego con una bufanda y unos guantes. Llevo un abrigo sobre un suéter. Debajo del mismo tengo una blusa de manga larga. También tengo un pantalón, que me asegurará de no pasar frío. O pasar el menor posible.

El invierno en mi país no es lo bastante frío como para necesitar más de un abrigo, incluso, en mi ciudad, una blusa de manga larga sería suficiente. Pero no me quedaría en mi país, y mucho menos en mi ciudad. Estoy preparándome para saltar en el tiempo. Lo he repetido tantas veces en mi cabeza para intentar asimilarlo, pero es algo tan difícil de digerir. Tengo el estómago revuelto, son tantos mis nervios que creo que vomitaré en cualquier momento.

Tres días para ser libre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora