Capítulo 4

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-Si te lo digo puede que no me creas.

-Creo que no me vas a sorprender mas de lo que ya estoy. -dije mirando sus alas.

-Recuerdas cuando tenías ocho años, había un chico rubio de pelo rizado en tu clase. -comenzó a explicar. -cuando un día otro chico te levantó la falda, el niño rubio le pegó un puñetazo...

-¿oye cómo sabes eso? -dije en un tono frío.

-Alison era yo, soy yo.

-Venga ya. -dije dándome la vuelta para marcharme de allí, pero él me cogió de la mano para impedirlo.

-Mirame a los ojos -insistió- y dime que no me habías visto nunca antes.


Lo miré de muy cerca a esas dos perlas color miel, tan cerca que notaba su aliento en mi sién. El viento rozaba mi piel haciendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo, un mechón de cabello castallo cayó sobre los ojos de Max y entonces recordé lo familiar que me había resultado su rostro dentro de la casa.


-Es imposible. Ese chico se mudó a California con su familia. -dije apartándome.

-No nos mudamos a ninguna parte, verás, cuando un chico ángel cumple cierta edad se transforma y eso supone un completo cambio en su vida, más fuerza, velocidad e incluso inteligencia son algúnos de los dones que se desarroyan en nosotros, bueno y por supuesto alas -dijo agitandolas, haciendo un pequeño remolino de ojas secas en el suelo.- antes de la transformación un niño-ángel lleva una vida normal humana, pero cuando ocurre, nos educan como a guerreros, en nuestro planeta, Beta y tuve que ir allí.


Estaba asustada, el chico que Aries conocia antes no era así, lo recordaba más tímido, flacucho y con gafas, no un apuesto adolescente de metro ocenta, cabello castallo y ojos miel, sin gafas por cierto. La timidez si la seguía conservando.


-Tengo tantas preguntas ahora mismo que...

-Pregunta -me interrumpió- tenemos todo el tiempo que quieras.


Iniciamos el camino de vuelta a la casa, que por fuera parecía mas bien una choza en ruínas.


-Vale, primero, ¿qué a pasado con la casa? -dije enarcando las cejas.

-Nada, es un hechizo de protección, para los humanos y eso...

-Mmm... asique, todo lo que dijo Lala era cierto...

-Todo. -asintió.

-¿Qué es eso de Beta?

-Es un planeta de otra dimensión, de hay procedemos los ángeles, y los demonios. -esto último lo dijo mirando atrás.

-Déjame adivinar, eso era un demonio... -dije con sarcásmo.

-Ajá.


Me desmayé y me desplomé en el suelo, la horrible oscuridad se alzaba ante mí otra vez. Cuando desperté, estaba sola y dije:

-Menos mal, todo a sido un sueño. -y me incliné en la cama.

-De eso nada. -dijo una voz en el fondo de la habitacíon.


Tenía un fuerte dolor en la cabeza y Josh, el padre de Lala,  estaba a los pies de la cama en la que me encontraba. La habitación era de color marfíl y la cama tenía una especie de cortinas que descendían desde unos hierros, como en las películas. En las paredes había fotografías de Lala con un chico y supuse que la habitación sería de esta.



-¿Cómo... -iba a decir demonios pero no sería lo mas apropiado- como lo ha echo? quiero decir... antes estabas allí, y ahora...

-Supervelocidad y todo ese royo... Bebe, te sentirás mejor -dijo ofreciéndome una taza con una extraña infusión.

-Gracias -tomé un sorbo.


El líquido verde espeso ardía en la garganta y aunque olía a estiercol sabía bastante bien. En cuanto el brebaje llegó a mi estomago el dolor de cabeza desapareció.


-¿Qué hago aquí? -pregunté confusa.

-Te desmayaste de caminoi aquí, ibas con Max ¿recuerdas?

-A sí sí... -recordé que el ser monstruoso que me había atacado era un demonio y me dieron ganas de vomitar, cosa que hubiera echo de no ser por llevar más de 24 horas sin comer nada.


La puerta se abrió, era Lala.


-¿Quieres chocolate? puedo oir rugir tus tripas desde la cocina. -dijo con amabilidad -papá ya me encargo yo, gracias.


Este asintió y se marchó, despidiendose previamente. Cuando escuché la palabra chocolate se me vino a la memoria Alex, tenía que llamarla, se pensaría que me habían secuestrado o incluso asesinado. Al mirar mis pantalones ví que estaban llenos de barro y sangre, el demonio me había dado con un ala cuando Max y él se estaban peleando, no lo recordaba. Rebusqué en mis bolsillos, pero no encontré lo que quería.


-¿Y mi móvil? -pregunte levantandome de la cama.

-Lo tiene Max ,creo, está en su habitación.


Iba a salir por la puerta cuando Lala me detuvo.


-Antes debes comer algo, toma -me alzó un bollicao de chocolate - ¿y acaso sabes dónde está la habitación de mi primo? -se rió- anda vamos -dijo saliendo por la puerta.


Me comí el bollicao en pocos segundos, no había tenido tanta hambre en mi vida. El asillo de aquella casa-guarida ,como la había descrito Lala esa mañana, era de color blanco y el suelo de mármol como la entrada. Había antiguos cuadros colgados a ambos lados de las paredes. La casa mas bien parecía un adeficio por lo grande que era.

LLegamos a una puerta de madera en el pasillo, Lala dió unos golpecitos.



-¿Qué? -la voz de Max sonaba ronca.


Lala abrió la puerta de la habitación y pude divisar a Max tumbado en la cama sin camiseta.


-No te e dado permiso para entrar -replicó Max a Lala.

-Yo siempre tengo permiso primito -replico esta en tono burlón, haciéndose a un lado la larga y rubia cabellera.- Alison quiere su móvil.

-En el cajón del escritorio. -dijo señalando un escritorio blanco, parecido al mármol.


Fuí y abrí el primer cajón del escritorio, en el estaba mi móvil y al lado había una cantidad numerosa de armas de todo tipo.


-¿Para que lo quieres? -preguntó Max incorporándose de la cama.

-Tengo que llamar a Alex, tiene que estar muy preocu...

-Anoche hablé con ella. Bueno, le envié un mensaje, le dije que al final no podías dormir en su casa. -me interrumpió.

-A vale... ¡un momento! ¿ cómo sabías que iba a su casa a dormir?


Max y Lala se miraron, como si me ocultaran algo.


-Escuche tu conversación con ella, antes de que el demonio del tejado te atacara.

-¿Me estabas espiando? -dije sorprendida.

-¡No! Estaba persiguiendo a ese demonio para matarlo, y entonces te ví, y... te reconocí.


Nuestras miradas se toparon y Lala salió sigilosamente de la habitación, dejándonos solos a Max, a mi, al anochecer que se divisaba por la ventana de la habitación, y a mi mirada que tenía un punto fijo en la que posarse, la suya.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora