Capítulo 6

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-¿Cómo que no lo sabéis? -empecé a hiperventilar y dirigí mi irada a Josh -tú eres más viejo, tienes que saber algo.

Josh puso cara de pocos amigos, rasera en mano.

-Osea, que por tu edad deberías tener mas conocimientos sobre esto -me corregí.

-La verdad es que no, he investigado en todos los libros de la biblioteca, incluso he contactado con amigos de Beta, pero nada. No se había dado un caso igual antes. -me explicó este.

Me eché las manos a la cabeza y dije:

-Genial, si antes era rara, imagínate ahora.

Allá se río y dijo:

-Yo de tí iría a ver a Max, le esta afectando todo esto mucho.

-¿Pero por qué? -pregunte efusiva- soy yo la que se esta convirtiendo en a saber que, no él.

-Cuando un ángel hace el tipo de cosas que Max hizo, se establece un vínculo entre el ser humano y bueno, la persona que lo a convertido. A mi primito no le esta yendo muy bien esta experiencia.

-Pero Max no quiere hablar con nadie, está muy arisco -intervino Josh poniendo cara de "es un adolescente, déjalo" el problema era que yo también soy una adolescente.

-Estoy segura, de que ella es la única persona de esta casa con la que querría hablar Max.

Dude sobre si entendía lo que Lala me había explicando o no, todo ese royo del vínculo etc, pero de todas formas fui a la habitación de Max, el no estaba alli. Un dolor brotó nuevamente de mi espalda, hice caso omiso de el. Pasé por enfrente de la habitación de Joe que tenía la puerta abierta y este estaba tumbado en la cama, y una revista con chicas desnudas en la portada entre sus manos. Qué asco -pensé- y pasé de largo.

-Está fuera. -dijo Joe desde su habitación.

Retrocedí hasta llegar a la habitación del muchacho.

-Gracias -dije enarcando las cejas, con voz débil.

Joe me miró por encima de la revista e hizo un gesto con la cabeza, supuse que eso sería un de nada y salí corriendo hacia la entrada de la casa. No conocía muy bien la casa.

Salí y di la vuelta a la cabaña, justo en la parte de atrás de la vieja y rústica casa que se veía desde fuera debido al hechizo se encontraba Max, subido en un árbol, sentado en una de las ramas más gruesas. En su espalda lucia unas hermosas alas blancas, resplandecientes como el amanecer.

-Ejem -hice un ruido extraño con la garganta.

Max miró hacia abajo donde yo me encontraba, dió un aleteo y bajó de un salto, con la agilidad y elegancia de un felino. El moreno chico cayó muy cerca mía y me dijo:

-¿Qué quieres? -su voz sonaba más fría que nunca.

-Oye no hace falta que me hables así... -dije en tono de enfado.

-Lo siento -me miró directamente a los ojos -¿Qué quieres? -dijo poniendo énfasis en las dos palabras.

Puse la boca seria y me dispuse a decir:

-Se supone que ibas a llevarme a casa...

-Si, así es.

-¿Y bien? -pregunté acercándome a el,
pegando un saltito como una niña pequeña.

-Hay un problema, en realidad -se giró, dándome la espalda- no es un problema.

-¿Qué problema? -no me gustaban nada los problemas, ni el tono en el que lo había dicho.

-No estamos en California.

Cuando dijo esto casi se me cae el alma al suelo.

-Oye ¿cuál es tu apellido? -dije sorprendiéndolo.

-¿Qué? ¿Qué tiene que ver...?

-Tú solo dímelo. -le interrumpí.

-Evans. -contestó este.

-Max Evans te voy a matar, ¿dónde estamos? -dije poniéndome delante suya- ¿a dónde cojones me has traído?

El chico no paraba de reírse y yo cada vez estaba más enfadada.

-¡A mi no me hace gracia! ¿De que se supone que te ríes? -dije enfadada.

-Que si estamos en California, solo me quería reír un rato.

Puse cara de pocos amigos y me di la vuelta, dándole yo esta vez la espalda a él.

-Tienes sangre -me tocó la espalda y yo emití un sonido de dolor- otra vez.

-Efectos secundarios, supongo. -dije con los brazos cruzados.

-Te están saliendo las alas.

-No se porque, pero lo suponía. -dije con un tono de ironía.

Este emitió una risita y me cogió por las piernas y la espalda, di un grito y se volvió a reír, se alzó en el aire y me puso en la rama en la que este estaba antes y se sentó a mi lado, con las piernas colgando. Desde ahí arriba parecía más alto de lo que en realidad era, aunque los árboles de ese bosque no eran precisamente pequeños.

-¿Por qué has echo eso? -una sonrisa apareció en mi cara.

-Dime que no te ha gustado y no lo volveré a hacer. -dijo este con ojos penetrantes.

El silencio se hizo entre nosotros. Se escuchaban algunos pájaros cantar, y el amanecer se podía divisar en el horizonte, el cielo parecía oro, al igual que los ojos de Max.

-¿Por qué te afecta esto tanto? -las palabras fluyeron de mi boca como el agua por una cascada.

Max puso cara de pena y rabia al mismo tiempo.

-¿Quieres saber porque me afecta tanto todo esto? -dijo este poniéndose en pie de un salto sobre la rama.

-Si, me encantaría saberlo. -me puse histérica.

-Porque estuve enamorado de ti, cinco años, cinco eternos años, que fueron a la misma vez los mejores y los peores de mi vida, cada día sin ti era una agonía. Los minutos se me hacían como si fueran horas. Te quería tanto cuando me fui de aquí que pensaba en ti cada uno de los días de mi existencia, hasta que por fin un día se me hizo más difícil recordar tu rostro, tus perfectas facciones, tus ojos verdes como las hojas de estos árboles en primavera, hasta que llegó una época en mi vida, a los 13 años, que empezaron a instruirme de verdad, para luchar como un ángel adulto y me olvidé de ti. Pero -hizo una pausa y me agarro la mano- el otro día te ví, sola e indefensa, y también ví al monstruo que te hizo esto -señaló las plumas que ya sobresalían de mi espalda- y toda mi antigua vida se me vino encima. Los minutos eternos, pude recordar tu rostro, mi corazón volviendo a latir. Tenía la esperanza de no sentir nada por ti, pero la noche que te tuvimos encerrada en el sótano me di cuenta de que no podía separarme de tu lado, y deseaba que no estuvieras ahí, porque pensar que tu vida cambiará de la misma manera que cambió la mía Alison, solamente pensar eso, hacía que un mar de recuerdos y lagrimas vinieran a mi.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora