Carta uno.

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Alex,
Hoy se cumplen 4 años y medio desde que me diagnosticaron, lo recuerdo muy bien, creo que fue la única vez que no te vi sonriendo, fue la vez que estabas hecho trizas, y no me atreví a abrazarte, me he arrepentido como nunca, ¿Sabes? He tenido mucho tiempo para pensar y constantemente recuerdo aquel día, y sólo en mis recuerdos me acercó a ti y te consuelo, pero sólo hasta ahí.

Han pasado tantas cosas Alex. Y no te he visto, algunos días el dolor es insoportable, y sólo puedo pensar en ti, en cada procedimiento estás tu, tu fragancia y tu precensia, por eso he sobrevivido. La gente del hospital no entiende, nadie me entiende como tu lo hacías, y te extraño, como no imaginas.
¿Recuerdas aquella vez que fuimos a la playa y comenzó una tormenta eléctrica? Estaba tan asustada, la casa de campaña se movía tan fuerte que parecía que se iría volando muy lejos, tu me consolaste en tus brazos, me dijiste que no me preocupara que estabas a mi lado y que siempre estarías ahí para protegerme, esa noche entre los relámpagos y el granizo que caía con furia, esa noche entre todo eso, entre tus brazos y entre tu calor, cuando estaba a punto de quedarme dormida, te inclinaste y besaste mis labios, fue un beso muy peculiar, pues sólo besabas mis labios fríos e inmóviles, era un tacto suave, después de caer en tus brazos perdida, me susurraste las palabras que llevo aún guardadas en mi mente.

—Me gustas y se que está mal que me gustes, pero no puedo evitarlo, adoro todo de ti, tus manías y hasta las que no, tus gestos y tus muecas, todo en ti es grandioso y magnífico, como magia, como si fueses todo el maldito show de magia. Y sólo me queda seguir  aquí, muriendo por besarte

Ese discurso lo tengo guardado en mi mente, como uno de los mejores discos que hay en el mundo y siempre que me siento sola, las reproduzco y siempre provocan el mismo efecto en mi.

Mi querido Alex, no estoy bien, estoy muriendo, lo malo del cáncer es que tarda tanto en matar, quisiera que estuvieras a mi lado, quisiera tener más tiempo para pasar contigo, se que las últimas semanas era malvada contigo, lo sé, y justo ahora estoy tan arrepentida.

Es la primer carta que te escribo, y no se porque lo hago, ya no tengo con quien hablar, mi tía está frenética, Dorian no sabe que hacer, Lancelot no puede entrar aquí. Ya no se que hacer, te necesito. Más que nunca. Ojala me perdones pronto y vengas a verme. Me haces mucha falta.

                                              Zoey Tanner.

Terminé de escribir con lágrimas en los ojos, extrañaba a Leo, como nunca creí que podía hacerlo, ahora en mis días más difíciles necesito de su presencia. Pero eso ya no podía ser, había arruinado todo con el, la amistad de 14 años tirada a la basura, y todo por mi maldita arrogancia.

—Hija, ya he vuelto del trabajo disculpame por eso, mi jefa ya no quiere darme más tiempo, y además necesitamos el dinero— Se justificó mi tía.

—Tía ya no te preocupes, te lo he dicho muchas veces no deberías estar aquí, vuelve a tu vida, no te molestes tanto, la mayor parte del día me mantienen drogada con tantas medicinas, así que ni siquiera te veo tan seguido

—No digas tonterías, ¿Donde está Aleph?—Traía consigo una gran bolsa.

—No lo se, quizá tenía algo importante que hacer—Replique sin fuerzas.

—Te traje algunas cosas, libros, colores, hojas blancas, un par de cuadernos y tu portátil—Mi tia dejo la bolsa sobre la camilla en la que estaba, debo decir que para morir estaba privilegiada, estaba internada en unos de los hospitales más privilegiados de la ciudad, todo se lo debía a mi tía.

—Zoey, no puedo quedarme más, debo volver al trabajo—Saco su móvil del bolso

—Pero ahora mismo le llamo a Charlotte o a Aleph para que venga a cuidarte—Se acercó a mi y beso mi nuca—Te amo cielo—Salió de la habitación con el móvil en la oreja.

Mi tía era la única familia que yo conocía, la versión de la historia fue que mis padres murieron en una avioneta, eso fue lo que ella dice pero no le creo, cuando me lo dice hay algo en sus ojos que me da a entender que está mintiendo, además siempre evita el tema, no me molesta gracias a eso pude conocer a la  mejor persona del mundo y a la que llame más de una vez "Mamá" Margaret o mejor conocida como Tía Margaret. Desde que tenía 10 meses crecí con ella, en su casa, bueno con ella y con sus dos hijos, Charlotte y Aleph, gemelos por cierto, y fue ahí con Aleph que conocí a Alex, la mamá de Alex no podía cuidarlo y lo dejaba encargado con mi tía, crecimos juntos.

—Como siempre en la luna—Una voz potente me saco de mis pensamientos.

—Aleph, ¿Nunca pierdes la costumbre de asustarme?

—Tranquila he venido a cuidarte, me quedaré aquí hasta que regrese mi mamá—Se sentó en el sofá del espacioso cuarto.

—¿No has sabido nada del?—Pregunté involuntariamente.


—Lo siento Zoey, pero lo vi hace unos días el me dejo muy claro que no quiere saber nada de ti, ni ahora ni nunca, me dijo que no quiere que lo busques—Las lágrimas me salían sin parar—Perdón que lo diga pero, te pasaste de malvada con el, siempre lo despreciabas de la peor manera, y los últimos meses antes de que estuvieses internada fue el detonante ¿Qué fue lo le hiciste?—

Pensé en lo maravilloso que era Leo, el jamás le diría nada a nadie de lo sucedido, pero sabía que tarde o temprano iba pasar, todo el mundo sabría la verdad, y quizá para ese entonces ya no estaría aquí, quizá para ese momento mi cuerpo sería más que putrefacto.

ZoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora