3-Una fiesta como cualquier otra.

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Venus era un lugar hermoso, a su manera. Mientras que algunas zonas estaban llenas de plantas y eran sitios completamente relajantes, otros rebosaban de tiendas, edificios, restaurantes, bares, cines y una imensa masa de habitantes consumistas. Las calles saturadas de turistas y venecianos que salían y entraban constantemente. Este planeta es sitemalmente conocido por su vida nocturna tan rebosante de actividad como la diurna. El ruido, las luces y las multitudes de que transitaban por las calles llenas con el frenesí que a la vez alentaba el de otras personas, sumado al murmullo constante y a los ocasionales gritos de quienes pasaban en los mas diversos transportes que cada tanto se estancaban en algún cruce. Eran las principales causas de la incomodidad y el temor que nos acompañaba siempre al estar en esta ciudad, y en cualquier otro del planeta.
Entre la muchedumbre, de piel levemente verdosa, nuestro rojizo rubor natural de marcianas atraía las miradas y los murmullos provenientes de todas direcciones a los que cada tanto se adhería un enérgico saludo dirigido a Maria. Entramos guiadas por la veneciana a un edificio de la empresa administrativa donde ella trabajaba. En la recepción el descontrol exterior se contrarrestaba con la paz interior.

—Bien, ya estamos aquí. ¿Que querías decirnos?—Pregunte impaciente mientras analizaba el lugar con la mirada.

—Sí, eso. Pero no puedo solo contarcelos, tengo que mostrárselos. Un amigo llegara mañana con lo que necesito.—Mi rostro debio de delatar mi desagrado porque sus ojos de culpa transmitian una disculpa silenciosa.—Lo siento se suponía que llegaría hoy pero...

¡¡¡MARIA!!!—El grito de unas venecianas interrumpió su escusa. Dos chicas llegaron corriendo y la abrazaron tan violentamente que casi la tiran al suelo.—¿Donde estabas? No te vimos en el descanso.—Le recriminó una en tono melodramático mientras se colgaba de sus hombros. En ese momento su compañera noto nuestra presencia y comenzó a rodearnos mientras nos examinaba con la mirada. Se detuvo detrás nuestro y se apoyó entre la espalda mía y de Julia, a la vez que nos rodeaba a las tres con los brazos, en una clara privación de nuestra libertad.

—¿Pero que tenemos aquí?—Preguntó divertida, su postura me ponía nerviosa, como si el hecho de que tratara de evitar que escaparamos, algo que no tenía sentido pues no nos había amenzado ni nada parecido, me indicara que teníamos que hacerlo.

—Interesante—La primera se dio la vuelta curiosa y se sonrió picara al vernos.

—Un trio de manticoras, que inusual.—Odio ese apodo, porque no pueden solo llamarnos marcianas, para algunos ya es bastante insultante. Maria parece percatarse de esto porque les hecha una mirada sería a sus colegas.

—¿¡Qué?!—Pregunta la que estaba detrás nuestro levantando los brazos y fingiendo inocencia, a la vez que ambas se contenían sus carcajadas. Ella las observaba iracunda.

—¡¡No las llamen así!!—Se quejó. Natalia le pego en la mano a la veneciana, que jugaba con su pelo mientras comentaba que debería cambiar de productos, y dió un paso al frente.

—Esta bien Maria, estamos acostumbradas.—Dice ella con una sonrisa para intentar tranqulizarla.

—¡¡Pues no deberían!!—Necesita ser menos obvia, se notan mucho sus ideologías.

—Bueno, bueno, ya, rebelde—Las miré con los ojos abiertos como platos. ¿Como pueden bromear con algo como eso tan abiertamente? ¿Acaso no conocen el riesgo que eso conlleva?—¿Iras al bar Oreon esta noche? Habra una fiesta increíble.

—¡Sí, tienes que ir! Podrías llevarlas, será como su fiesta de bienvenida.—Exclamo entusiasmada la veneciana que estaba delante nuestro.

—¡¡Tienes razón Isa!! ¡Ustedes vendrán! ¿Trajeron sus vestidos de fiesta?—La miramos confundidas y ella separó tanto los párpados que tuve la sensación de que se le iban a salir los globos oculares. Pero rapidamente se golpeo la cabeza con la mano mientras se reía.—Ay, que tonta, claramente no tienen, de seguro no hay fiestas allá, con todo lo que me han dicho.— Entonces Su rostro de pronto se ilumino con una ancha sonrisa, si que cambiaba rapido de animos—Tendremos que ir de compras.

Perdidas en el sistemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora