7- ¿Ya llegamos?

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El viaje a la base de Eskury fue largo, no tanto en tiempo, sino en apariencia, el aire era espeso y podía sentirse la tensión flotando dentro del ato. Oriana hablaba y hacía preguntas sin esperar respuesta. Revisaba todo el tiempo su portador (teléfono) mientras hacía comentarios sobre gente que no conocíamos pero aparentemente eran famosas aquí, cada tanto soltaba un chiste de mal gusto o se quejaba si perdía señal, momento en que el que levantaba la vista y recordaba quienes eramos sus compañeras de viaje, entonces empezaban los comentarios sobre su incredulidad de haber sido convencida para algo así y las preguntas incomodas de nuestro planeta. 

    Las cuatro íbamos apretadas en la parte trasera de la oscura nave romboidal, la jupiterina había insistido en colocar su aparatoso bolso rosa "animal print" sobre el asiento, entre ella y nosotras, luego de que el vigía que nos escoltaba le prohibiera rotundamente ir en la parte delantera. Por lo cual estaba decidida a matar a la Nadie aunque me fuera presa.

  Afortunadamente logré colarme entre los forcejeos de mis hermanas para quedarme el asiento que daba a la otra ventana, lo que me permitió alejarme lo más posible de ella y poder observar por la ventana. El cielo cambiaba a una velocidad vertiginosa y para cuando dejamos la ciudad ya era de noche, incluso fuera de las gran ciudad la iluminación era tal que apenas podía ver la luz de saturno, lo imposible de ignorar eran las lunas, decenas de ellas y de distintos tamaños que llenaban el cielo y triunfaban en la batalla contra la iluminación artificial. Las ramas de las carreteras también disminuyeron a medida que nos alejamos del centro urbano, y rápidamente solo quedo una, en la que íbamos nosotros. Un par único de anchos carriles casi vacíos, atravesada por salidas constantes a las lujosas mansiones que acordonaban la carretera por lo ancho, más inmensas y ostentosas que las de Vrbe. Con sus gigantescos y frescos jardines delanteros y espaciosos, equipados y colosales patios traseros, con una inimaginable cantidad de cultivos. Separadas la una de la otra, por espacios capaces de alojar al menos una comuna marciana (algunas veces incluso más), contrastaban trágica y perturbadoramente con los ocasionales "poblados serviles" como los llamo Oriana sin levantar la vista más de unos segundos al notar que Julia (quien termino sentada a su lado) ya no prestaba atención a sus palabras por el horror que le provocaba aquella ecena. 

    Contrastando por completo con todo lo que había visto en el planeta,estrechos poblados tan largos que se perdían en el horizonte estaban habitados hasta el último centímetro, con casas precarias amontonadas una sobre la otra y angostas calles por las que no cabría una nave, de hecho las pocas personas que no las atravesaban a pie lo hacían sobre distintos animales. Las casas echas de económicos materiales, que a veces cambiaban a media pared, ninguna superaba los dos pisos y los techos de chiapa (material débil y metálico de bajo costo) acaparaban la vista. La mayoría de los habitantes que se veían a primera vista eran marcianos y saturninos pero también podían verse varios uraños y neptinos.   

  —¿Porqué esta gente vive así?— No pude evitarlo, La cuidadorae Marívez siempre dijo que tenía la boca muy grande y la lengua muy suelta, "nunca tendrás un buen cargo si haces tantas preguntas", me dijo una vez, pues no creo que me vayan a despedir por esto, pero por la expresión de disgusto de la jupiterina y de desaprobación pero curiosidad de mis hermanas se que no caeré demasiado bien después de eso. Al fin con un leve suspiro y ,dejando su portador de lado, Oriana nos explica, aunque habla de forma distante como si nos contara de algo que a nadie le importa o que es sabido y tomado por algo usual que ya a nadie le importa. Parecía que lo que para mi era una explicación a algo espantoso e injustificable, para ella fuera contarnos como pasa una semilla a ser un árbol. 

—En estos barrios viven las personas que no son ciudadanos, los trabajadores rurales o de las casas. Cada barrio es separado por un pequeño espacio y en la entrada se lee el nombre de la familia para la que trabajan, así los chóferes del transporte saben a donde deben llevarlos y no hay confusiones.— En ese momento note los carteles que se elevaban sobre los techos. Blancos y pulcros con los distintos apellidos grabados en dorado. Sentí el repudió subir por mi garganta,los tratan como rebaño, como propiedad. Recordé cuando formábamos para ir a trabajar a los campos en Marte, llevando trajes de distintos colores según tu labor y juntándote con quienes se visten como tu porque sabéis que irán en la misma dirección y recién ahora noto que no nos damos cuenta del trato hasta que lo vemos de afuera. Ellos son como nosotras, solo que les ponen el nombre de alguien más, pero llevan generaciones enseñándose a obedecer. A La vez no puedo molestarme con la jupiterina, pude oír algo de culpa y pena en su voz, como si fuera la primera vez que lo dice en voz alta y estuviera dándose cuenta de lo que eso significaba aquello. Miré a los niños más pequeños que caminaban por ahí, algunos regañados por sus madres y quería decirles que no tenían porque vivir así, pero sabía que no era un ejemplo. Mi casa se veía mejor, y no me etiquetaban con el apellido de alguien más pero, el trato era igual.

Perdidas en el sistemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora