2- Solo un viaje

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Mientras miraba por la ventana de la nave, Natalia me golpeó suavemente en el hombro. Junto a ella, en la otra punta del asiento, Julia roncaba plácidamente.

—¿Que crees que quiera Maria?

—No se, sospecho que se trata sobre eso pero...—Mire incomoda, al rededor,  no había  nadie en el bagon, después de todo es raro que alguien viaje de Marte a Venus, los terratenientes (que además son la mayoria de Júpiter) suelen ir en primera clase y solo los marcianos usan el turista cuando viajan a hacer instalaciones.—¿Te puedo hacer una pregunta?—Ella asintió como respuesta y yo solté un suspiro tratando de calmarme.—¿Qué crees que pase si descubren porque estamos viajando en realidad?

—Nos darán la sanción de nuestra vida y nos mandaran a limpiar las aspas de las fuentes hidroeléctricas de Neptuno, con estas andando.—respondió de forma casi instantanea.

—Lo tenías muy pensado ¿No?

—Llevo pensando en eso desde que decidieron hacenos amiga de una veneciana.

  Su mal presagio era comprensible, pues lo habitantes de ese planeta tienen fama de romper las reglas todo el tiempo como entretenimiento. Es por eso que en la mayoría de la gente en el resto del Sistema creen que los rebeldes se ocultan en Venus, al menos según lo que dijo María cuando mencionó que habían aumentado la seguridad. En lo personal, pensaba que podrían tener razón, y las nuevas ideas de Maria no hacían más que ayudarme reforzar esa creencia que ella decía "de malas lenguas".

Me recosté en mi asiento y miré por la ventana hasta que me quedé dormida. Al rato me despertó Natalia sacudiendome por el brazo. Parda frente a nosotras estaba la azafata, que se veía impaciente, sacó las bandejas de los respaldos delanteros y deposito sobre ellos los vasos con agua y la pastilla somnífera para dormir por 48 horas, que es lo que faltaba del viaje.

De forma casi mecánica agradecimos a la mujer a la vez y luego echamos la pastilla en el agua, mientras esta se disolvía la mezclamos con el agitador de plastico y nos saludamos. Afuera solo las estrellas interrumpían la inmensa ocuridad.

—Buenos sueños.— Nos deseamos mientras bebíamos el somnífero y nos recostamos en las sillas levemente inclinadas.

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Cuando desperté las chicas aún dormían. Revisé mi baso buscando respuestas y me encontré con que me había faltado un poco del liquido rosado. Solo quedaban unos minutos según el reloj de la nave que estaba en la pared frente a los asientos con una cuenta regresiva. Me relajé lo más que pude en mi asiento y traté de recordar mi sueño. Estaba en un lugar oscuro con muchas luces lejanas que se veían borrosas —O tal vez es que ya no lo recuerdo— una sombra —Que estoy segura de que era de mujer por esa lógica de los sueños en las que sabemos cosas y no hay nada que nos diga que es cierto— me hablaba sobre Maria, aunque ya no recuerdo lo que me decía.

Me dió un sobresalto cuando alguien gritó a mi lado. Natalia le había pegado a Julia después de que esta la despertara mientras trataba de llamar mi atención.

—Julia, ¿Qué te pasa?—Se quejaba Natalia, casi sonámbula.

—Es que quería los auriculares pero mi mochila esta allá y esta tipa en Helios— Respondió mientras me señalaba, con cierto fastidió por que Natalia estuviera más molesta que ella.  Mire abajo de mi silla y le pase su mochila negra con un parche colorido con su nombre escrito en blanco.

—¡No es mi culpa que vos mandes tu mochila a Plutón!

—¿¡Y qué se yo lo que hago dormida?!— Para mi suerte la ridícula discusión fue interrumpida por la voz de la azafata que nos guiaba a ponernos los cinturones, ya que estábamos por entrar en la atmósfera de Venus.

Una vez que entramos sobre volamos las ciudades venecianas hasta el centro del planeta. Donde seis urbes rodeadas de las mas anchas avenidas en forma de glorieta dibujaban la flor de la bandera de Venus. En el centro la mas grande de todas, la capital, Vinia, resaltaba con sus techos de colores rosaos que resaltaban reflejando la luz del sol. La nave aterrizo en una de las laterales Melidiz.

El aeropuerto estaba lleno de gente y locales de todo tipo, abarrotado de carteles con ofertas y negocios, lo que hizo casi un milagro que alcanzaramos ver entre la multitud el cartel lleno de colores con nuestros nombres, rodeados de corazones caras, banderas marcianas y un pequeño Marte con ojos y boca muy sonrriente, que se sostenía sobra la cabeza veneciana con una sonrisa aún más amplia. A empujones logramos juntarnos con Maria quien nos recibió alegre con un abrazo al grito de "¡Marcianitas!"

Perdidas en el sistemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora