Capítulo 1

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Era una calurosa tarde de verano en Grimmauld Place. El insoportable calor tenía a todos los vecinos y sin excepción refugiados en el fresco interior de sus casas, con el aire acondicionado al máximo. Desde adentro y frente a las ventanas podías observar cómo las copas de algunos árboles se mecían débilmente gracias a una leve brisa caliente. Era un paisaje triste, la maleza abundaba ahí donde antes había una pequeña plaza con juegos para niños; un par de columpios oxidados era todo lo que ahora quedaba.

Era una calurosa tarde de verano cuando en el número 12 un joven delgado de cabello azabache se encontraba dormitando sobre un anticuado sofá, descalzo y totalmente desinteresado de lo que pudiera suceder afuera ni de lo que le estuviera pasando a sus vecinos. No los conocía, no lo conocían. De hecho ni siquiera sabían que existía, ni que aquella casa estaba ahí.

Era una calurosa tarde de verano cuando una gran lechuza real se posó en el alféizar de su ventana. Harry se sobresaltó por el ruido que provocó el aleteo de esta enorme lechuza. Buscó a tientas sus gafas redondas y se las colocó. Desde la ventana los naranjos ojos de la lechuza lo miraban penetrantemente.

- ¿De dónde vienes? – Preguntó, por supuesto sin esperar que ésta le respondiera.

La lechuza le devolvió una mirada fría y constante y a pesar de que esta especie de lechuzas tiene este tipo de mirada, ésta en particular parecía que tenía un problema personal con Harry y que quisiera retarlo a duelo en ese mismo instante.

El joven se levantó del sofá sintiendo un escalofrío cuando sus pies descalzos tocaron el piso y con naturalidad le quitó la carta de la pata. Entonces sin que Harry pudiera siquiera leer el remitente, la lechuza abrió sus inmensas alas y emprendió el vuelo.

Harry se quedó unos segundos observándola desaparecer en el cielo despejado y con la pereza de haber despertado de una corta siesta estiró sus brazos y bostezó mirando el reverso de la carta: "Harry Potter, número 12 de Grimmauld Place". La volteó con curiosidad, la letra era muy delicada con trazos finos y hermosos y ahí en donde usualmente iba el sello, había una gran M plateada sin remitente.

Sin considerarlo mucho y perdiendo la curiosidad al no comprender de quién podía provenir, la dejó en la mesita de café junto a un montoncito de otras cartas sin abrir. Últimamente y después de terminada la guerra, Harry había recibido lechuzas a diario, familias agradeciéndole por haber derrotado a Voldemort, personas felicitándolo por la misma razón y unas cuantas más de revistas y diarios mágicos de todo el mundo pidiéndole citas para entrevistas. Y ahora, 2 años después de aquello, aún llegaban lechuzas a su casa y no es que estuviera cabreado, porque la verdad es que era agradable para Harry saber lo importante que fue el fin de la guerra para todos y no sólo para él, si no que su tiempo en los últimos meses era escaso. El término de sus estudios y el cercano examen para poder entrar al departamento de Aurores lo tenían un tanto estresado y sin ganas de atender peticiones de aburridos periodistas que ya sólo les importaba saber de su vida personal.

Observó la sala, ordenada a pesar de todo. Gracias a Kreacher (su elfo doméstico) su hogar no era un caos; salvo por el montón de cartas todo estaba en perfecto orden. Con la flojera a flor de piel se dirigió bostezando al cuarto de baño para tomar una larga ducha helada.

Relajado, hambriento y limpio caminó por el pasillo que lo dirigía a la cocina, observando distraído cómo las sombras de los muebles se hacían más grandes a medida que avanzaba el tiempo. "Son las seis y aún no almuerzo" pensó mirando el reloj en la pared.

- ¿Harry? – Oyó gritar a una voz femenina desde la sala, la voz de su novia Ginny Weasley.

Recorrió rápido el resto del corredor y la vio sentada en el sofá donde él solía tomar sus siestas, que últimamente eran el único momento del día (y la noche) en que podía dormir. Ginny tenía un par de cartas abiertas en sus manos. Al parecer no había encontrado mejor forma de pasar el rato que leyendo su correspondencia.

Los Cambios En Nuestras VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora