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Una vez cerca del barco desembarcaron los botes.
— ¡James!— dijo Luc desde uno de ellos, — estad atentos por si aparece otro barco.—
El barco medio hundido parecía haber encallado en un banco de arena, pero aunque todo apuntase a que había sido un accidente, la cantidad de la sangre en el agua indicaba lo contrario. Los hombres de los botes estaban expectantes, con los nervios a piel de flor y con los fusiles preparados.
— Acérquese,— dijo Luc, — quiero verlo más de cerca.—
Pasaron entre las dos piezas del barco medio hundido, parecía que no había quedado nadie con vida.
— Capitan— dijo un marinero asustado.
— Di—
— No sopla el viento—
El viento había pardo de soplar y ahora todo estaba en calma, lo único que se oía era el navío moviéndose...
— Quietos— dijo Luc. — ¿Lo oís?—
— Oigo a nuestro navío moviéndose Capitan— dijo uno haciendo obvio lo que todos pensaban.
— Su afirmación sería correcta si nuestro navío se estuviese moviendo, marinero— el navío estaba estático con el ancla hechada.
—¿Entonces?—
Y apareció una nueva silueta, más cerca de lo que debería, ondeando una bandera negra con una calavera.
— Piratas.
¡Remad! Hay que avisarles antes de que sea tarde— el navío hundido quedaba justo en medio del barco pirata y el suyo, por lo cual serían incapaces de verlo hasta que lo tuviesen encima.
—¡ Más rápido!—
Los botes se movieron a gran velocidad, cosa que no pasó desapercibida por el segundo , quien extrañado miró con el catalejo en su dirección, cuando Luc vio que la miraban empezó a gritar.
—¡ Levad anclas!—
— ¿Levantas las ancas?— se preguntó a si mismo James.
— ¡Vienen los piratas!—
— Pi...ra...guas?—
— ¡PIRATAS!—
— ¡Haz sonar la campana de alarma!
¡Levad anclas!— los marineros se pusieron todos en marcha un poco atontados por el repentino cambio.
— ¡Los piratas!— solo esa frase hizo que todos se activasen y acelerasen; y por fin apareció la silueta del barco pirata sorteando el navío hundido.
— ¡A las armas!— gritó Luc una vez subida a su barco. — ¡Preparad la pólvora, cargar los cañones, desplegad las velas!— dijo mientras tomaba el timón y conseguía poner distancia entre ambos barcos.
— ¡ James! Esconde el contenido de cofre— dijo mientras le entregaba la llave para abrirlo.
Todos conocían que el combate iba a ser inevitable,  simplemente por la irrebatible razón de que el barco pirata era más pequeño, pero confiaban en ser más numerosos.
El enemigo se acercaba peligrosamente.
— ¡Cargad los cañones!—
Y en unos instantes comenzó el infierno. El pequeño barco pirata intentaba no quedarse completamente en paralelo al mayor, pero Luc conseguía que siempre estuviesen a tiro. La batalla se intensificó cuando los piratas más valientes se atrevieron a abordarlos, entonces comenzó la verdadera batalla; los fusiles sonaron y las espadas se desenvainaron, la sangre comenzó a correr.
Luc y James se protegían las espaldas, mientras uno mataba el otro manejaba el timón. Una nueva sacudida indicó que habían dañado una parte del casco. El barco pirata se acercó en ese momento y de los laterales se vieron salir unas cuchillas. Iban a destrozar el barco.
— James al timón— gritó Luc mientras agarraba un cabo, — ¡al abordaje!— y saltó haciendo de ejemplo para su tripulación. Una vez en el barco enemigo no perdió el tiempo y se dirigió al timón, pero se le cruzó un pirata de dos metros con el que comenzó una batalla, la cabeza del pirata manchó el suelo y Luc continuó  y acabó con el timonero.
— Marineros— dijo a sus hombres, — destruir las cuchillas.— Sus hombres de forma eficaz hicieron lo que se les mando, pero de repente empezaron a surgir bajas escandalosas. Luc descubrió al culpable, bueno la culpable.
Pronto Luc se quedó casi sola en el barco enemigo y no le quedó otra que volver a saltar a su barco, pero no pasó desapercibida por la mujer quien la siguió.
— ¡No pienses escapar! Has destrozado mi precioso barco— gritó la mujer haciéndose notar. Luc esquivó el sablazo que casi le cuesta la vida. Ambas subieron a los mástiles y ahí comenzaron la danza mortal de las espadas mientras sus hombres morían.
— ¿Quien eres?— pregunto Luc, su cara le sonaba pero no la había visto nunca.
— Me insultas— dijo.
— No que va, es que ...—
— Soy Ice, la Reina de los hielos.—
— Ah. ¿Sabes que tienes puesto un precio muy alto a tu cabeza?— Dijo Luc acordándose de su cara.
La aludida sonrío pícaramente y se descuidó un momento, con lo cual Luc pudo haberla matado pero no supo porque desvío el golpe.
— Vaya, eso es inusual— dijo Ice mientras se retiraba a recuperar un poco su posición.
— No abundan las mujeres en estos Mares, y la recompensa es mayor si estás viva— Luc intentó darle sentido a lo que acababa de hacer.
— Claro que si.—
— ¡Refuerzos!— gritó alguien desde cubierta. De nuevo apareció un nuevo barco hondeando la bandera de la armada.
Luc sonrió a su adversaria.
— Nos volveremos a ver.— Ice hizo una reverencia y sonrió de nuevo mientas decía riéndose  — Cuídese, que no abundan mujeres por estos lares.—
Luc se sonrojó.
Los piratas pusieron distancia de una forma abrumadora que dejó a todos muy sorprendidos. Los daños de la batalla no pasaron desapercibidos, la tripulación al completo estaba herida, incluso James tenía un corte en la ceja, y habían perdido a varios hombres; pero el barco se mantenía en pie.
Cuando el otro navío amigo estuvo lo suficientemente cerca, mandaron unos botes con médicos y soldados para restablecer el orden; entre ellos se encontraba el capitán de la segunda nave, al cual Luc tuvo que recibir, no antes de atender a sus hombres.
— No debería hacerme esperar— dijo con aire de superioridad y enfadado por la espera.
— Permítame decirle que este es mi barco y estos son mis hombres, así que terminaré de atender a mis hombres y a mí barco y luego hablaremos.— A Luc no le gustaba nada como algunos hombres de la propia armada la trataban, era consciente de que ser una mujer le restaba muchos puntos a la hora de tratar con los hombres, pero no se creía que alguno todavía no la respetase al menos por sus logros.
Una vez que hubo terminado se dirigió al capitán,— ¿Qué quiere?—
— Por que se separaron de nuestras naves.—
— Disculpe, sois vosotros los guarda espaldas, vosotros sois los que tenéis que estar pendientes de nosotros y no al revés— dijo frunciendo el ceño, — además, hubo una tormenta y casi nos ahogamos. —
El hombre no podía rebatirla así que se tuvo que tragar la humillación de ser respondido de esa manera por una mujer, en su pensamiento las mujeres solo servían para la casa y tener hijos, y como mucho el máximo placer que le podían dar a un hombre era el sexo, y ese era su cometido y ninguno más. Había que admitir que la capitana era una mujer muy respetada y dura, pero no dejaba de ser una mujer, y en la mar no abundaban las mujeres, y no todos los hombres eran nobles. El capitán tuvo que tragarse su orgullo, aunque le hubiese gustado demostrarle que él era mejor, pero había demasiada gente, y el era demasiado cobarde para intentar algo así, por lo cual cuando hubieron terminado de reparar los daños volvieron a su respectivo barco y siguieron navegando.

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