Doble concierto para Oboe y Violín en Do menor, J. S. Bach

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Notaba el calor excesivo de los vasos desechables de café aún con los guantes puestos, era increíble, en Londres hacía siempre frío. Caminaba deprisa hacia una dirección harto conocida, sus pasos firmes sobre la acera mojada retumbaban en su cabeza como un repiqueteo continuo, el viento silbaba entre los edificios residenciales de los estudiantes. A decir verdad, aquel hombre cercano al metro ochenta, con su abrigo negro y su violín al hombro desentonaba bastante entre las hordas de universitarios que trajinaban de una parte a otra del barrio estudiantil, giró a la derecha en la segunda bocacalle tras salir del parque para desembocar en una escalerilla que llevaba a un bajo de uno de aquellos edificios. Respiró hondo para sí mismo y llamó a la puerta suavemente. Unos pasos suaves y ligeros se movieron tras a puerta, era de color azul suave, la madera soltó un leve crujido como si abrirse supusiera un esfuerzo enorme, la luz clara y cálida del interior empezó a abrirse en la línea del resquicio, recortando así una silueta menuda y sencilla. Esos ojos vivos, las mejillas sonrosadas, esa actitud casi infantil pero que al violinista le infundía una especie de ternura que no sabía explicar, pero al fin y al cabo se permitía sentir por la oboísta. Molly Hooper abrió la puerta un tanto sorprendida, vestía unos pantalones vaqueros y una camiseta sencilla bajo un cardigan de lana rosa suave, sonrió un poco insegura y dijo con su tartamudeo habitual:

- ¿Sher... Sherlock?- Lo examinó de arriba abajo durante unos segundos.- ¿Qué estás haciendo aquí?

- Traje café.- Dijo levantando un poco más sus manos mostrando los dos vasos con delicadeza y elegancia.- ¿Puedo pasar?

- Si, si. Por supuesto.- Molly pareció salir de su ensimismamiento, y lo condujo a la cocina, donde se sentaron uno frente al otro.-

El apartamento de la oboísta era ordenado, y muy luminoso. Lo cual era bastante lógico, teniendo en cuenta que por las marcas en su mano derecha de sostener el cuchillo y en la mano izquierda del tudelero, sumado a las virutas restantes en su chaqueta de lana, hacían patente que pasaba una media hora regularmente haciendo cañas para su instrumento. A pesar de que podría comprarlas, esto daba a entender sobre ella su clara personalidad de sacrificio y trabajo duro, le tendió el café con cuidado. Dio un suave sorbito al suyo y la miró en silencio durante unos minutos como si no encontrase las palabras para seguir con la conversación.

- Molly,yo...-dijo con una expresión un tanto descolocada. Nunca le había agradecido a aquella joven por su participación en su recuperación.-

- ¿Estás bien?- contestó ella un poco perturbada por su estado de ánimo. El violinista tendía a mostrarse arrogante, confiado y profundamente inteligente, todo lo contrario a aquel momento.-

- En realidad no venía a traerte el desayuno...-comentó él con una sonrisa melancólica.- Y no, no estoy bien.

- Ya suponía... Aunque te agradezco que recuerdes como me gusta el café.-Suspiró un poco preocupada, y en aquel momento, la joven comenzó a darse cuenta de que esos nervios que la precedían cada vez que hablaba con él se sustituían por una especie de sentimiento de seguridad.- ¿Qué necesitas?

- A ti. Tengo... tengo que disculparme... es una sensación extraña, que no había tenido nunca, pero tengo que hacerlo.- Suspiró hondo mirándola a los ojos y continuó.- Pero sobre todo tengo que darte las gracias.

- ¿Por qué ibas a darme las gracias?- Le espetó ella como si de verdad no entendiese a que se refería el concertino.-

- Sabes perfectamente por qué. Me salvaste la vida, me salvaste de mí.-

Ambos guardaron silencio durante algunos minutos, que no se hicieron largos ni incómodos. Molly Hooper comprendía a partes el problema que había conducido al mejor violinista del último siglo a una clínica de desintoxicación en cuestión de dos meses. De hecho, ni siquiera él mismo sabía por qué todo lo que había pasado se había sucedido de aquel modo en concreto. Quizá por la falta de lucidez provocado por el dolor y el exceso de oxicodona, que habían acabado en convertirlo en un adicto normal y corriente.

Molto cantabile (Sherlock's BBC AU!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora