VI

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Zoé.
Había salido temprano y lo genial era que por fin iba a casa, a mi dulce hogar... junto a mi amado esposo.
La verdad lo extrañaba demasiado y ya quería verlo; quería abrazarlo y darle unos buenos besotes.
Camino a casa, frente a mis ojos estaba una pareja de ancianos. Se veían muy enamorados, muy contentos. Iban tomados de la mano, y en ningún momento se soltaban.
Parecía que tenían las manos pegadas con algún tipo de pegamento súper resistente.
Escuche que el nombre de la anciana era Aurora. Y el nombre de su amado, si mal no recuerdo... era Alessandro.
«Que linda pareja, que lindo amor, que lindo todo» fue lo que les dije; y la dulce pareja volteo para brindarme su mejor sonrisa.
Después de un rato llegue a casa, y me di cuenta que Anuar no estaba. Quería contarle sobre la hermosa pareja de ancianitos que vi. Quería decirle que así me imagino con él.
Así tomaditos de la mano, enamorados, y disfrutando uno del otro.
De pronto escuche que alguien tocaba el timbre, la verdad no esperaba a nadie. Y bueno... era mi dulce Anuar.

–Cariño olvide mis llaves ¿puedes abrirme por favor? –dijo Anuar mientras metía las manos en sus bolsillos.
–Ay mi amor que raro, tú jamás habías olvidado tus llaves.
—Lo sé cielo jaja, pero anda nena. Ábreme por favor. Pero con mis llaves, no quiero que me abras con tus llaves –dijo Anuar mientras cruzaba los brazos.
–¿Porqué con tus llaves papacito? –preguntó Zoé con asombro–. Mis llaves no tienen nada malo.
–Solo hazlo con mis llaves, anda –respondió Anuar–. Están en la cama nena.
–Ahorita regreso neciooooooooo –gritó Zoé mientras se alejaba.

Anuar.
Estaba escondido detrás de un enorme arbusto, esperando con ansias su llegada. Cuando llegó, salí de ese enorme arbusto y me acerqué a nuestra casa para tocar el timbre. Ya tenía todo planeado y bueno... me quede imaginando cómo sería su reacción al ver todo lo que le había preparado.
Había puesto pétalos de su rosa favorita en la cama, le deje una carta con algunas de cosas que me gustan de ella. No le escribí todas, porque las demás se las diría el resto de estás dos semanas. Aunque bueno, me van a faltar más días... pero haré lo posible para decirle todas y cada una de ellas.
Además hice una reservación en su restaurante favorito para esta noche.
No quise realizar tantas cosas el día de hoy, porque sé que viene cansada.
Pero estoy seguro que se pondrá muy feliz.

–¡Mi vidaaaaaaaaa! –Gritó Zoé mientras corría a abrirle a Anuar–. Eres un verdadero encanto, es más, estoy segura que eres el hombre más encantador del universo.
–¿De que hablas cariño? –Preguntó Anuar haciendo gestos de extrañeza.
–Ay mi amor no te hagas, ya vi todo lo que hiciste –Respondió Zoé mientras le abría, para después llenarlo de besos.
–Eso no es nada preciosa, es un simple detalle.
–No quise abrir la carta hasta tenerte en nuestra cama, así que vamos papacito. Acompáñame –dijo Zoé mientras lo tomaba de la mano.

Ella se veía muy contenta, y es así como quería verla. Así de radiante y sonriente.
Me llevaba hacía la cama y mis ganas de hacerla mía se hacían más grandes.
Así que le apreté las nalgas con mi otra mano y noté que eso le gusto. Obvio que le iba a gustar, puesto que ella ya sabía que seguía después.
Por alguna extraña razón no me sentía cansado; al contrario... me sentía tan pleno. Tan feliz.
Llegamos a la cama, nos sentamos y abrió la carta...

"Cosas que me enloquecen de ti"
Esa hermosa sonrisa que solo tú posees.
Tus suaves labios.
Que me digas «te amo» al oído.
















–¡Ay mi vida! Enserio que no me canso de decir que eres un verdadero encanto –dijo Zoé con una enorme sonrisa–. Pero ¿porqué hay tantos puntos en blanco papacito?
–Porque esos te los diré con el paso del tiempo cariño. Así que se paciente y ahora prepárate porque será una noche larga –respondió Anuar acostando poco a poco a Zoé.
–Pues déjame ayudarte dulzura...

La desnude poco a poco. Y ella mi.
Amaba ver su suave y hermosa piel descubierta. Si por mí fuera la tendría desnuda todo el tiempo. Pero solo yo quería verla así. No quería que nadie más se deleitará con mi bella mujer.
Besé su cuello y ella poso sus manos en mi entrepierna, amaba sentir sus suaves manitas ahí. Que me acariciara con esa lujuria, que solo ella y yo teníamos.
Después besé sus hombros, sus senos, su abdomen y finalmente termine besando algo que a ella le volvía loca.
Jugué con mi lengua, y ella gemía tanto... que me puso súper duro. Ella se dio cuenta y comenzó a hacerme sexo oral.
¡Dios mío! Esta mujer enserio me volvía locooooooo.
Se corrió dos veces, y lo más rico de eso... fue que lo hizo en mi boca.
Después de saborear su dulce miel, me senté en un sillón que teníamos ahí en nuestra habitación. Le pedí que se sentará en mi pene y así fue, ella gemía y gritaba tanto que enserio me volvía loco.
Se movía tan rico, que no pude evitar empujarla hacia la cama, que pusiera sus manos en la cama; para seguir penetrando su dulce vagina. Y ella solamente me pedía a gritos que quería más. Que siguiera dándole amor así.
Le di unas buenas nalgadas en ese hermoso culo que me volvía loco, si me pase un poco porque se las deje más rojas que nunca. Pero a ella le gustaba. Y a mi mucho más.
Luego de un rato me corrí en sus labios, amaba ver cómo escurría todo ese semen en sus dulces labios. Y ella solo lo disfrutaba y chupaba mi pene, que por cierto seguía muy erecto. Así que seguí dentro de ella, hasta que me pidió que nos ducháramos.
Había olvidado por completo la reservación.
Pero aún teníamos tiempo, y bueno ella no sabia de la reservación, ni tampoco sabía que le había comprado algo que la volvería aún más loca.
Nos preparamos para ducharnos y le dije...

–Me enloquece que te portes como una fiera en la cama nena.
–Y a mí me enloquece que me des todo tu amor así de rico papi.

Nos duchamos juntos, enjabone todo su hermoso cuerpo, y ella el mío. Me miraba a los ojos con tal dulzura, que volvió a ponerme duro. Y volvió a besar y chupar mi pene; yo quería hacerle lo mismo. Pero no me dejo, quizá porque sabía que no me detendría.
Salimos de la ducha y le pedí que no se vistiera, que solo se quedara con su bata ahí en la habitación.
Me miró a los ojos y solo movió su cabecita para asentir.

–Ábrelo preciosa –dijo Anuar mientras le daba una caja envuelta a Zoé.
–¿Qué es esto Papi? –preguntó Zoé asombrada.
–Es para ti cariño, y bueno perdóname si lo envolví de esa manera jaja. Sabes que soy pésimo envolviendo regalos. Pero ábrelo nena, es para ti –respondió Anuar para después darle un beso en la frente a Zoé.
–¡Ohhh! Papacitooooooo es el vestido que quería comprarme ¡Enserio gracias mi amoooooor!
–No es nada mi Reyna, así que póntelo –dijo Anuar cerrando la caja, y dándole otra para que la abriera.
–¿Otra papi? Oye pues andas más detallista de lo normal... ¿qué es esto corazón?
–Pues ábrelo, si no lo abres nunca lo sabrás nena.
–¡Mi amor estos tacones son perfectos para el vestido! –Gritó Zoé emocionada.
–Sabía que te iban a gustar mi Reyna –dijo Anuar con una enorme sonrisa–. Así que alístate cariño, ponte más hermosa. Porque a las diez en punto tenemos que salir.
–¿A donde vamos a ir mi amor?
–Calladita te ves más bonita nena, así que tú solo hazme caso.
–Está bien papacito, me alistare y te diré cuando esté lista.
–Yo te esperaré mi dulce Reyna –dijo Anuar para después darle un largo beso a Zoé.

Continuará...

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