Prólogo

102 3 0
                                    

<El conocimiento descansa no sólo sobre la verdad sino también sobre el error>

C.G. Jung


El sonido de los zapatos sobre la madera encrespaba los nervios de todos en la pequeña habitación, el crujido de las tablas viejas causaba una sensación escalofriante a lo largo de mi columna vertebral, recordándome al terrorífico panorama de alguna película de terror donde hasta el ambiente avisa que alguien te está acechando. Mordí mi labio con fuerza y solté un suspiro de frustración e impotencia, las miradas de quienes me acompañaban variaban entre mi presencia inestable y las pocas luces de fuera que permitían ver a penas un poco del camino hacia el pueblo, la noche avanzaba con apremio y cada vez se sentía más cerca el aliento gélido de la muerte, aquel que por mucho tiempo nos ha acechado con insistencia.

-¿vamos a quedarnos aquí?-volteé de improviso observando a quienes miraban con vacío en sus ojos por las ventanas-¿enserio?

-por supuesto. Iré por algo de té y nos sentaremos a escuchar música clásica-soltó el rubio con un deje de sarcasmo, pero, manteniendo el ceño fruncido-¿Qué más podríamos hacer?

-resoplé-no estoy para tu humor en este momento, Andy

-Darcy tiene razón-murmuró el azabache sentado en el marco de la ventana-no podemos quedarnos aquí

-pero...salir sin más no es la solución-intervino la chica rizada que se hallaba echa bolita en el polvoso sillón-

-piensen con la cabeza, ya tenemos suficiente con todo esto-gruñó el rubio, empezando a caminar como yo lo hacía anteriormente-necesitamos un plan

-joder, todos estamos iguales, Andy-espetó Adrien, apretando los puños-si tenemos que matar a uno de esos de nuevo, pues lo hacemos y ya

-nunca matamos a nadie-negó Melody enseguida-esa...cosa ya estaba muerta

-¿asesinamos te suena mejor?-cuestionó el de orbes miel-esto es diferente. Todo esto no hubiese pasado si...

-¿si lo hubiésemos sabido antes?-fruncí los labios-sea hace cuatro años u hoy, nunca lo hubiésemos sabido, estaríamos en la misma absurda situación

-si morir te parece absurdo, déjame decirte que en el otro lado no hay conexión móvil-dijo el azabache, volteando a observar por la ventana-

-como sea-la rizada cortó la conversación de golpe-estamos hablando de Thomas

-esa cosa no es Thomas ¿Qué no lo ven?-señalé la puerta con determinación-lo que está ahí fuera no es Thomas, nuestro Thomas. No es tu novio-miré a Melody-No es tu pequeño primo-observé a Andy-tampoco es tu camarada infalible-me dirigí a Adrien-mucho menos...es mi mejor amigo-terminé intentando que la voz se me quebrara-no es él

-aun así tenemos que hacer algo-insistió Melody-

-la mamá de Thomas estaba loca, todo esto es su maldita culpa-siseó Andy con rencor en su voz-

-nosotros prometimos hace cuatro años no contarle nada para protegerlo-la rizada se acomodó mejor en el sofá-

-vaya que lo hemos protegido-acotó Andy con amargura-ahora está perdido en el bosque

-nuestro más grande error en esto fue no saber nada-suspiró con pesar el de cabellos negros-

-y aprendimos de el-murmuré, acercándome para abrazar a la rizada-de que nadie conoce toda la verdad de este mundo

-miren lo que estamos haciendo-Adrien caminó hasta el rubio, pasando su brazo por encima de sus hombros con fraternidad-estamos discutiendo como un grupo de desconocidos

-nosotros no somos así-completó Andy, ahogando un sollozo-

El silencio reinó de pronto, las ramas continuaron golpeando el cristal de las ventanas, el viento siguió azotando con fuerza, la noche, los minutos, nada se detuvo, pero, en nosotros nada seguía, todo pareció mantenerse intacto, como si el minutero ya no corriera en el reloj, dejando que por un momento todo el peso del miedo se sintiera en la habitación.

-tenemos que ir por Thomas...

Dijimos todos de golpe y un par de miradas cargadas de dolor y angustia dieron la aprobación, sin más palabras que profesar, armados de valor y lo que pudimos encontrar en la vieja cabaña salimos rumbo al bosque, entre la espesa vegetación y la ruin oscuridad, partimos en busca de esa persona que siempre nos había unido como uno solo. 

Thomas Riley.





ThomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora