23. Relámpago

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Las mañanas de navidad suelen ser muy agradables cuando eres niño. Tal vez se deba a que el asunto es bastante sencillo: despertar, reír, correr al árbol y romper los regalos como un completo salvaje. Buen plan.

Para un adolescente, en cambio en esos tiempos tan extraños, era usualmente una mañana pesada y resacosa, plagada de dolores de cabeza, hielo en las sienes, insufribles náuseas y ganas de vomitar. Un festín de aspirinas y jugo de naranja, diría yo. Mal, mal.

Sin embargo, ese no fue el caso para la bola de chicos confinados en aquel departamento, que despertaron completamente sanos en sus camas (o más bien en el lugar en donde habían decidido dormir, ya fuera cama, o alfombra, o sofá). El único indicio de malestar que tenían era el cansancio y este era, por supuesto, producto de la mala noche por la festividad. Nada fuera de lo ordinario. Todo bastante bien.

Después del desayuno, que consistió básicamente en sándwiches de pavo recalentado y chocolate caliente, cada uno se levantó de la mesa para que su día diera inicio. Sophie, Julie y Jade salieron poco después de que Will terminara de lavar los utensilios. Mencionaron algo que sonaba como que iban a ver a la madre de Jade y la pelirroja no tenía muchas ganas de ir sola.

Viéndose casi por su cuenta, Nía salió un rato después a pasear con Ashton, no sin antes susurrar un corto "privacidad" en mi oído para después desaparecer tras la puerta. Aunque no teníamos mucha privacidad, que digamos. No me quejaba por ello, pero era un hecho: a pesar de que Valerie se hallaba encerrada otra vez en su habitación por voluntad propia, su presencia flotaba por todo el recinto. Al parecer no podía controlar la habilidad que tenía para adueñarse de cada sitio que pisaba.

—¿Quieres que hagamos de comer? —me preguntó Will, sacándome de mis pensamientos.

Me había sorprendido en el sofá con un libro abierto sobre el regazo, pero mirando al vacío como si ahí se encontraran las palabras.

—¿Eh? Bueno... sí, claro —titubeé.

—¿Vamos a comprar comida? Al parecer ayer nos la acabamos toda.

Hacía un poco de frío afuera, pero las razones por las que comenzaba a darme cuenta de que tal vez esa no sería una buena idea no eran esas.

—No... no, no me apetece salir. Valerie no puede quedarse sola.

Por algo estábamos ahí, después de todo. Para asegurarnos de que ella estuviera bien. Además, si le daba hambre o sed o necesitaba algo, yo quería estar disponible para ello.

Tan perdido me encontraba en mis propias cavilaciones que ni siquiera me di cuenta a tiempo de que Will me estaba dedicando una mirada perspicaz.

—¿Qué? —dije.

—¿Acabas de preocuparte por Valerie? —arqueó una ceja.

—Por mi ahijada —corregí.

No era demasiado probable que me agradara Valerie después de todo lo que había pasado, era imposible incluso para mí. Que hubiéramos estado siendo cordiales el uno con el otro no significaba que empezaríamos a llevarnos bien de pronto, ¿o sí?

—Solo por tu ahijada —repitió mordazmente.

—¿Por qué más podría ser?

—No lo sé, tal vez porque mis ruegos fueron escuchados y mi novio va a comenzar a congeniar con la mamá de mi bebé —deslizó.

—Vivimos en el mundo real —gruñí.

Aunque no era descabellado... ¿qué no era eso lo ideal? ¿Que Valerie y yo congeniáramos en adelante?

All I need is you II © [AINIY #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora