7. Julie y el curioso suspiro

6.6K 848 84
                                    

—¿Hola?

Mierda, había alguien.

—¿Hay alguien ahí? —un par de suaves golpecitos a la puerta.

Momento, esa no era voz de hombre. Pero no podía ser, ¿qué estaba haciendo una mujer en el baño de hombres? Tampoco era una voz conocida para mí, no era Johanna, ni ninguna de las tres amigas que me había presentado en la mañana. ¿Quién era? Era una voz calma, tranquila, grave. Ciertamente reconfortante para cualquiera.

—Oye... ¿estás bien? —un par de golpes más—. ¿Pasa algo?

Me quedé en silencio, indeciso acerca de si debía salir o no.

—Estoy bien... —y sí, fracasé en mi intento de sonar siquiera un poco bien.

—No lo pareces, amigo —admitió con franqueza.

—¿Quién eres?

—¿Quién eres tú?

Hubo otra pausa breve.

—¿Por qué no sales para que los dos respondamos esa pregunta?

Aún no había decidido si era buena idea salir. Al diablo con la primera clase del año, ya la había perdido, pero no saber a quién me encontraría detrás de esa puerta me daba un poco más de miedo que es.

Indecisamente, abrí la puerta. Y yo tenía razón, no la conocía.

Era una chica, eso era lo único en lo que había acertado. Había pensado al inicio que era raro que hubiera una mujer en el baño de hombres, pero después se me había pasado, al recordar que, si Johanna me hubiera encontrado de esa manera, tampoco le hubiera importado.

Ella era una chica algo bajita de (¿podía ser posible?) anteojos negros. Tenía el cabello oscuro muy corto, con muchos pasadores negros en él, sujetando algunos mechones rebeldes. A pesar del tamaño de su cabello había conseguido hacerse una pequeña coleta, lo cual era impresionante.

—Bien, yo soy Julie —pronunció la chica—. ¿Y tú?

—E... Ethan —tartamudeé.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Podría estar mejor —respondí francamente.

Me limpié las lágrimas que aún me quedaban en el rostro con mis propios dedos.

—¿Qué te pasó? —inquirió con cuidado.

La miré por un momento mientras discernía algunas cosas. Probablemente no volvería a verla nunca y decírselo a alguien desde luego me haría sentir notablemente mejor que contárselo al muro del baño.

—Peleé... con mi ex —mascullé.

—Oh... lo entiendo.

Me concedió unos segundos para recuperarme por completo antes de volver a hablar.

—¿Sabes? —comentó—. No sé si sea un comentario desagradable... pero es la primera vez que veo a un chico llorar por una pelea con su ex.

—Estamos iguales entonces... es la primera vez que yo veo a una chica entrar al baño de hombres.

Rió y yo reí débilmente con ella. Era cierto, además. Ni siquiera Johanna lo había hecho antes.

De reojo pude notar en el espejo que mi nariz y mis ojos estaban rojos.

—¿Y tú qué haces aquí? —pregunté por curiosidad sorbiendo por la nariz.

—Eh... bueno, se te oía hasta afuera, tenía que venir a ver.

Demonios.

—Gra-gracias, creo —dije con mucha sinceridad.

—¿Gracias por qué? —frunció el entrecejo.

—Pues... por venir, supongo.

—Por nada —sonrió.

Pensé que se iría después de eso habiendo cumplido su misión, pero no lo hizo. Prefirió acompañarme, ya que, según me dijo, sus clases habían terminado y no empezarían hasta dentro de cuarenta minutos más, por lo que estaba libre para seguir acompañándome.

Me enjuagué un poco la cara y me sequé con mi propia casaca. Un par de chicos entraron justo antes de que saliéramos la chica y yo, pero no dieron más muestras de extrañeza que un par de miradas furtivas hacia ella en lo que nos retirábamos del lugar. Caminamos lento hacia quién sabe dónde, yo lo único que hacía era seguirla a ella. Según yo estábamos yendo a la cafetería por un jugo (yo moría de sed), pero no tenía idea de lo que podía estar pasando por la cabeza de Julie.

Julie Saint Claire. Era recién llegada, pero iba un año más abajo que yo. Empezaba el penúltimo año, mientras yo empezaba el último. ¿De dónde saqué esa información? Ella me la dio. Venía de Vancouver, ya que su madre acababa de casarse con un tipo que residía en Boston. El internado había sido su mejor opción, ya que su padrastro y su madre no querían dejarla todo el tiempo sola en casa, y ambos trabajaban prácticamente todo el día.

Julie y yo hablábamos de eso mientras caminábamos, puesto que ella insistía en acompañarme. O más bien ella habló, porque yo no dije mucho tampoco, no tenía demasiado que decir por el momento. Ese detalle me agradaba de ella. Sabía exactamente cuándo debía hablar para no caer en silencios incómodos, y nunca se quedaba sin temas de conversación.

Me habló de música cuando se cansó de hablar de su familia. En primer lugar, me señaló la camiseta negra que llevaba puesta, la cual en letras blancas y en una tipografía bastante peculiar, llevaba impresa la palabra "Gorillaz". Me explicó que era una banda que le gustaba mucho, incluso me dijo que, si nos volvíamos a cruzar algún día, me enseñaría una o dos canciones que creía que podrían gustarme a mí. En eso se me parecía mucho, no asumía que nos hubiéramos vuelto amigos desde ese momento, aunque ganas no me faltaban, porque personas como ella eran escasas (ella era amable, graciosa y más agradable que muchos). Ella sabía que probablemente nos volveríamos a vernos con facilidad, pero dejaba nuestro próximo hipotético encuentro a la suerte, justo igual que yo.

Llegamos a una máquina expendedora cerca del coliseo. Julie introdujo un par de monedas por la ranura y luego sacó dos jugos de durazno en caja. Me dio uno a mí en completo silencio y yo murmuré un corto "gracias". Esta chica al parecer también sabía leer la mente, ¿qué otro súper poder podría esconder?

Salimos al sol de nuevo en un agradable silencio, sorbiendo ambos nuestro propio jugo. Adiós, sed.

—¡Ethan, allí estás!

Finalmente, una voz familiar.

Al voltear me di con Johanna, que se hallaba caminando a zancadas hacia mí. Solo Sophie y Nía la acompañaban, no vi a Jade por ningún lado.

—Te estuve buscando, Ashburn, ¿dónde estabas? —me preguntó.

—Luego te cuento —susurré simplemente.

La castaña guardó silencio, creo que fue porque se percató de mis ojos rojos.

Sophie y Nía farfullaban ansiosamente detrás de la castaña, pero yo no sabía de qué. ¿De qué estarían hablando? Ni idea. Lo único que rescaté fue que las mejillas de Sophie jamás habían estado tan sonrosadas.

—Bien... ya debería irme. Adiós, Ethan —dijo Julie, palmeándome afablemente la espalda.

—Adiós, Julie —le sonreí cortésmente.

—Gracias por traer al niño —terció Johanna.

Julie la miró fríamente por un momento y yo no comprendí la razón hasta que sospeché que, según las circunstancias en que nos habíamos conocido, ella podía estar pensando que Johanna era la ex con quien había peleado hacía un rato.

—No es ella —la tranquilicé.

Su mirada se suavizó y le dedicó una más cálida que al parecer pretendía compensar la anterior.

—Bueno. Adiós, un gusto.

Dio media vuelta y se fue sin decir nada más. No sé si fue mi imaginación, o escuché un suspiro de anhelo proveniente de alguna de las dos amigas de Johanna.

All I need is you II © [AINIY #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora