15. La reina Valerie y la conclusión

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La vi. De lejos y después de cerca porque no fui lo suficientemente rápido como para escapar sin ser descubierto. Había tenido la suerte magnífica e inusual de conseguir evitarla durante la primera parte del año, de verla de lejos sin tener que hablar con ella, pero ahí estaba... ahí estaba ella y yo tenía ganas de enterrar la cabeza en el suelo.

Era temprano por la mañana y ella vestía una blusa de seda color azul marino que resaltaba divina y angelicalmente su tierno vientre prominente (un vientre perfectamente proporcionado como toda ella). Traía unos lejeans negros especiales para gestantes y una media coleta sujetando su brillante melena larga. Lucía radiante, bellísima, saludaba a cuanta gente se encontraba a su alrededor como si fuera alguna especie de estrella. Y, claro, lo era, Valerie Mitchell siempre iba a ser una estrella, embarazada o no, o aunque tuviera seis embarazos más.

Al verla aparecer mi cerebro ejecutó una maniobra de emergencia para poder salir del paso pero, como ya he mencionado, ella fue más rápida que yo. Me vio, sostuvo mi mirada con la suya como si la tuviera en la palma de su mano y me quedé quieto en mi lugar mientras ella se acercaba. Caso perdido, perdido.

—Hola, buggie —me dijo la azabache con voz cantarina y satírica.

Puse los ojos en blanco y respiré hondo. Acto seguido le dediqué un leve asentimiento y quise alejarme con la rapidez que no había tenido antes, pero no, no podía irme sin la autorización de Queen V.

—¿Qué no sabes que es de mala educación dejar a una dama con el saludo en la boca? —insistió—. Mucho más si la dama está esperando un bebé.

Me detuve, sintiendo la rabia correr por mis venas. Esa chica era bonita, pero vaya que podía ser una bruja cuando se le daba la gana. ¿Qué no decían que el embarazo volvía a las mujeres una gran versión de sí mismas? Es que, demonios, eso no calificaban en ella.

—Hola, Valerie —le respondí, remarcando muy bien las palabras.

Al volverme hacia ella, pude ver a Marie a su lado, bajita y recelosa como siempre, con algunos rizos escapando de su cola de caballo. A su otro lado, una rubia curvilínea y excesivamente maquillada a la que yo jamás en mi vida había visto.

La reacción de toda la gente al enterarse del embarazo de la hermosa azabache había sido épica. Era como si Valerie hubiera llegado y arrancado con sus propias manos de princesa la bruma de vergüenza social que apenas empezaba a cernirse sobre ella. Sé que si se hubiera tratado de cualquier otra persona todos no hubieran tardado en escandalizarse y tener ganas de mandarla a crucificar. Pero, vamos, ella era Valerie, su belleza y carisma eran tan hipnóticas y etéreas que formaba parte de aquel club exclusivo implícito de personas que lo consiguen todo con solo pedirlo. Belleza diabólica = éxito. Triste.

Todo el mundo había reaccionado de la mejor manera con ella, sin atreverse a juzgarla. Casi sin saber por qué, quizás el hecho de que nadie se atrevía a meterse con ella tenía algo que ver. Todos y todas se habían conmovido y enternecido, colocándola en un pedestal con una banda brillante de "Miss Maternidad" del año. La desgraciada había incluso llegado a convencer al mismísimo director, que no dejaba de sonreírle paternalmente al cruzársela por los pasillos y preguntarle por las crecientes etapas de su primaveral embarazo. Así eran las cosas por ese entonces, así de distorsionado estaba todo. Un embarazo adolescente no era una maldición y ella no era ninguna miserable, pero tampoco era afortunada de estar a punto de convertirse en madre sin haber siquiera terminado la escuela, nadie tenía por qué romantizar esa situación.

—Hola —me sonrió, una sonrisa triunfal, brillante y bonita—. Hace mucho que no te veo.

—Sí —dije secamente.

All I need is you II © [AINIY #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora