21. De regreso a casa

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—¿Estás segura de esto? —susurré.

—Completamente —contestó ella.

Escapar del internado los seis a la hora del almuerzo no había sido nada sencillo, pero lo valía. La espalda y la salud mental de Jade lo necesitaban.

—¿Y ahora qué? —susurró Sophie.

Todos nos volvimos con mucha lentitud a mirarla. Su pregunta era la cosa más lógica que había habido en el grupo desde el momento de nuestra fuga clandestina, a nadie se le había ocurrido pensar en eso. Ni siquiera a Greg, a Nía o a mí, que podríamos considerarnos como los más calculadores.

Pero no, estábamos los seis de "incógnito" en frente del maldito bar tras un arbusto con un extintor en la mano, comenzábamos a vernos bastante sospechosos.

—¿Cómo vamos a dejarlo? —intervino Nía nerviosamente.

No me explico por qué, pero en ese momento fue cuando descubrí que había cambiado sus monturas por unas de color café degradado. Se lo hubiera comentado, pero estaba tan nervioso como los demás por el asunto en cuestión.

—Ni idea, está cerrado —tercié.

—¿Entonces?

—Solo... déjenlo en la puerta y listo —tembló Greg.

Pobre. Con solo mirarlo uno se daba cuenta de que, de los seis, él era el más nervioso.

—Pero no podemos ir todos, hay una maldita cámara en el local que está junto al bar —acotó Johanna.

—¿Entonces... quién va?

Todas las miradas se posaron en Jade como si lleváramos días ensayándolo.

—Bien, ya entendí —gruñó ella—. Yo lo traje, yo lo devuelvo.

—¿No quieres una despedida? —sonrió Johanna juguetonamente subiendo y bajando las cejas varias veces.

—¡Solo cállate y dame eso! —entre las risillas disimuladas de todos los demás, Jade tomó el extintor con firmeza y se aventuró a cruzar la calle.

Haciendo un repentino silencio solemne, el resto siguió con la mirada cada paso que daba, se veía inusualmente segura. No volteó a vernos ni una sola ver, incluso tenía el perfil más erguido, la barbilla más elevada, como si sostuviera el orgullo con su mirada. Una valiente. Aunque eso no me extrañaba viniendo de ella.

Cuando llegó a la puerta y esta comenzó a abrirse incluso antes de que ella pudiera haber llamado, a todos se nos detuvo el corazón. Un tipo rollizo y grasiento de unos cuarenta años con un trapeador en la mano de repente estuvo frente a la pobre Jade, a quien la situación había tomado tan desprevenida que la valentía se comenzaba a escurrir poco a poco de su postura.

No sé si fue por los nervios o algo parecido, pero cubrió el extintor con su propia casaca antes de que la puerta se abriera por completo. Al menos así podría camuflarlo por el momento.

—Diga —gruñó el hombre.

—Ho... hola —titubeó Jade, completamente desconcertada.

—Te advierto que no me haré cargo del niño, así que dile a Frida que...

—Señor, yo no conozco a ninguna Frida —se defendió mi compañera.

—¿Entonces?

—Yo... vengo a...

—Ah... ya sé — interrumpió él.

—¿Ah?

—Sí, lo he visto muchas veces.

All I need is you II © [AINIY #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora