Mi voz no salía, no sabia si sentir miedo o pánico en esta situación.
Nunca había visto nada raro dentro de mi habitación, pero si era costumbre escuchar gritos, carcajadas o demás cada noche.Tomé valentía y susurre luego de unos segundos.
- ¿Quienes son ustedes? - me maldeci en voz baja por no tener ni un rayo de luz. Estiré mi mano hacia el suelo para tomar un palo que siempre guardaba ahí.
No estaba.
- Tua pessimum somnum exterreri solebat - susurró el más alto de aquellas cuatro sombras, su voz era como si saliera desde el fondo de su alma, Era grave así como un chillido en un idioma extraño.
De un momento a otro se escuchó un gran grito agudo dentro de la habitación, causandome tapar mis oídos y poner mis rodillas pegadas al pecho.
Sentí un fuerte golpe en la pared en el mismo momento que los gritos cesaron, saqué rápidamente las manos de mis oídos mirando hacia todos lados. No había nadie, ninguna sombra ni nada.
¿Que había sido eso?
Me levanté asustada de la cama caminando hacia la puerta para luego cerrarla, no se podía. Había algo por fuera de ella que impedía hacerlo. Comencé a llorar nuevamente de forma desesperada, quería que todo esto acabara de una vez para poder estar en paz como siempre.
Alguien comenzó a forcejear la puerta haciéndome retroceder hasta quedar sentada sobre mi cama de una manera brusca.
La luz de los pasillos era baja, había un chico rubio con mechones negros frente a mi. Tenia una cicatriz en la mejilla derecha y por sus mejillas corrían lágrimas negras hasta llegar a sus labios. Sus ojos se tornaron negros como el mismísimo carbón.
Sentí una oleada de recuerdos al ver su cara más hacia la luz, era él.
" Había terminado mi turno en la cafetería en la cual trabajaba, eran pasado las once y media de la noche y mi jefe me pidió que me fuera más temprano para no perder el bus que me llevaría a casa. Era un noche muy fría, solté un suspiro abrazándome a mi misma para entrar un poco más en calor. Hace ya bastantes minutos sentía que personas me venían siguiendo, no quise darme vuelta ya que sería peor y tendría más miedo.
Mis pasos se volvieron rápidos al sentir susurros cerca de mi. Mi piel se erizó al sentir una mano en mi muñeca, una respiración en mi oído y dos chicos más frente a mi.Traté de soltarme pero fue imposible.
- ¿Por qué tan solita a estas horas, cariño? Una niña como tu ya debería estar en casa - el rubio delante de mí se mordió el labio inferior mirándome de arriba hacia abajo.
- ¿Y eso a ti que te importa? - mi voz sólo expresaba repulsión y asco.
En ese momento sentí algo duro sobre mi cabeza y después pasar a ver todo negro.
De lo último que me acuerdo fue de mi dolor físico, estaba en la esquina de un callejón. Desnuda mientras esos cuatro bastardos de los cuales juré vengarme se estaban vistiendo.
Ellos me habían violado"
Quería llorar, golpearlo y huir de aquí.
- Nos volvemos a ver querida - sus manos se posaron en cada una de las mías causándome asco.
No me consideraba una chica educada, así que le escupi la cara ganandome un gruñido de su parte. Pude soltarme y entrar lo más rápido posible a mi habitación apoyándome en la pared y sentándome en el piso. No daba más, había pasado muchas cosas al entrar aquí.
Michael Clifford estaba en mi mismo piso, uno de los tres chicos que me arrebataron lo único que me quedaba. El peor hijo de puta que podría existir.
Hemmings, con razón sentía que su cara era familiar.
Ellos arruinaron mi vida.
"Tua pessimum somnum exterreri solebat" * Tu peor pesadilla.