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Haberme confesado que siempre me había amado y que en silencio sufriría por una verdad a medias, ahuecó mi pecho.

Un trato tonto me mantenía a raya y me conformaba con esa prueba de fe conmigo mismo. Había logrado compartir un espacio, un diálogo ameno y un pasado con ella sin caer en la tentación de tomarla salvajemente.

Cuando entré a mi casa el celular parpadeaba. Adrede, lo abandonaría a su suerte para no distraerme con otras cosas que no fuesen Alina y su mundo. Incorporándolo a su vida de aparato, le levanté el sonido.

Dos mensajes. Dos problemas.

"Cariño, todo está muy aburrido en Lisboa, pero lamento decirte tendré que quedarme unas horas más de las previstas. Fulton se fastidió con el hecho de cruzarse conmigo por poco tiempo. Cuando sea posible, te diré la hora es mi vuelo para que me recojas por el Heathrow. Espero que no andes de parranda con tu hermano. Es un tiro al aire. Te quiero."

Unas horas más de libertad. Unas horas más fuera de la prisión.

"Alejo, las cosas se complicaron más de la cuenta, necesito que retengas a Alina en Londres un poco más...inventale un trabajo, una excusa. Si viene a Buenos Aires, peligraría mi pellejo. Después te explico. Te debo dos, hermano."

Rasqué mi cabeza rogando no haber leído el mensaje desesperado de Leo en el teléfono. Maldije una y mil veces que no fuese claro y que me obligase a mentir por él. Luchaba por conseguir la confianza de Alina, para que ahora él y sus enredos, me volvieran a dejar en jaque ante ella.

¿Cuán complicado estarían sus cosas para requerir de total hermetismo?

Debía inventar algo rápido para que no viajase a Buenos Aires tal como lo tenía planeado. Caminando a lo largo y a lo ancho del living de mi casa, adormecida y silenciosa, una idea cruzó mi cabeza como un rayo.

¡Trabajo! Armar una producción fantasma con algunas modelos de la agencia con la que trabajaba la empresa; unos avisos publicitarios sacados de la galera y un par (bastantes) de billetes invertidos, la tendría ocupada algún tiempo más en Londres.

Leo me debería más que dos favores.

Durante toda la noche di vueltas en la cama tramando el plan; levantar el teléfono y llamar a algunos contactos, era todo lo que debería hacer. Estaba ansioso por retenerla aunque los motivos no resultaban del todo amables. Era contra mi voluntad y para cuidarle el culo a mi hermano.

Por la mañana, ya en la oficina, la inquietud por verla nuevamente me comía los sesos; si bien todos conocían a Alina y la primera impresión había resultado lo suficientemente buena, debíamos continuar con el simulacro un poco más.

La ausencia de Leo era un tema a resolver, pero una mentira piadosa acabaría con las dudas que pudieran surgir.

Froté mis manos con insistencia, arreglaba (inútilmente) mi corbata ante cada cristal, espejo o superficie vidriada que tuviese a mi paso y verificaba la hora con desesperación, a cada instante.

Fui el primero en estar presente en la reunión; lentamente, los lugares disponibles en la sala eran ocupados por los principales actores de "L'elixir de beauté"; todos las áreas contaban con un representante.

Desabotoné el primer broche de mi camisa, aligerando la tensión de la corbata recientemente acomodada. Esta nervioso y era evidente.

─Licenciado, la señorita Martins ya está aquí ─ mi secretaria Holly, susurró a mis espaldas.

─Perfecto, dígale que en un segundo estaré con ella ─ la pelirroja se dispersaba tras mi orden, en tanto que yo, intercambiando unas últimas palabras con Stan, director de fotografía, me dirigí raudamente a la coqueta recepción. Tomándome dos segundos para regodear mi vista, descubrí a Alina enredando sus dedos en torno al cierre de su cartera.

"Solsticio de Medianoche" -  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora