Odiaba las tiaras pero esta era hermosa, quizás porque había pertenecido a mi abuela Ingrid y mi madre la había conservado para un día especial.
Ese día especial finalmente llegaba y nos tenía a Alejandro y a mi como protagonistas de esta extraña y controversial historia de amor.
Lejos de lo convencional, mi vestido de casamiento no era blanco inmaculado (todos los santos se caerían de su pedestal) ni largo hasta los pies, mucho menos de impecable encaje.
Por el contrario, era de un tono rosa champagne, con muchas capas de gasa y tul de distintos largos componiendo un gran volumen en la falda y un escote corazón con flores confeccionadas en gasa.
Innovador, diferente a todos, ese vestido reflejaba mi identidad, mi rebeldía y ni siquiera en el día de mi boda, mi privaría de semejante posibilidad.
El ramo de rosas era color carne, quizás lo único en lo que la madre de Alejandro habría estado de acuerdo cuando intenté participarla de mis elecciones de casamiento. Bárbara mantendría distancia hasta último momento aunque mucha más, resignación.
En la casa de los Bruni se vivía un clima de íntima algarabía ya que tanto Alejandro como yo habíamos decidido hacer una breve ceremonia que incluyera una bendición por parte del Padre Marcelo, conocido de la familia Bruni y un almuerzo generoso para los invitados.
Desde aquel cuarto que había sido mío observé la organización. Desde las alturas, corriendo la pesada cortina, reseguí el andar de los muchachos vestidos de mozo organizando las seis mesas. Unos manteles del mismo color de mi vestido, unos altos centros de mesa con flores de colores y candelabros de plata, propiedad de doña Rosalinda, decoraban pasivamente la escena.
Perdiéndome en la cremosidad del césped del parque, recorrí mentalmente todos aquellos obstáculos que esquivaríamos para terminar aquí. Juntos.
En presencia de Yaski firmé mi renuncia oficial a cualquier tipo de herencia proveniente de la abuela de Alejandro porque no me interesaba lucrar con mi matrimonio. Me iba a casar con el hombre de mi vida, con el único que siempre amaría y había amado.
Lamentando que las cosas con Leo no mejorasen, la distancia era lo mejor que podía ocurrirnos para entonces.
Con la ansiedad de la mudanza programada para después de nuestro viaje de luna de miel a Bali, me sumergí en aquella noche en Pinamar, donde nuestros cuerpos se fundieron por primera vez. Largo camino lleno de piedras habríamos transcurrido desde entonces.
Él abandonaría a su novia de muchos años, su compañera, escogiéndome a mí. Y aunque por las noches sus remordimientos lo hacían pensar más de la cuenta, yo me aseguraba de que no sintiese mayores culpas, trepándome a su pecho y besándolo con pasión.
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"Solsticio de Medianoche" - (Completa)
Chick-LitAlejandro Bruni es un joven empresario quien tiene una vida apacible, una bella prometida y un recuerdo que jamás podrá quitar de su cabeza: el de un verano en la playa, muchos años atrás. Al regresar a Buenos Aires por la muerte de su abuela las co...