Por la mañana del jueves bajo las escaleras hasta la primera planta y camino hasta la cocina. Mi padre toma una taza de café mientras escribe en su tabla cosas que, obviamente, están relacionadas con su trabajo. Y sí, mi padre es un hombre de tecnología, a diferencia de mi madre, que es una mujer de las cavernas.
-Buenos días –digo mientras me sirvo una taza de café, luego me siento en frente de padre-. ¿Mucho trabajo hoy?
-Mucho trabajo siempre –responde sin despegar la mirada de la tabla.
Vuelvo la mirada al marco de la puerta cuando escucho los gritos de mi madre y los refunfuños de Molly. Pongo los ojos en blanco. El mismo lío de todas las mañanas.
-No puedes ir a clases con el cabello despeinado, Molly –dice mi madre con un peine y una bolsita trasparente llena de ligas para el cabello en la mano. Molly ya está lista para ir a clases, con su uniforme de faldita que tanto odia; lo único que le falta es su cabello, que cae desparramado sobre su rostro. Así es como regularmente lo lleva, siempre y cuando mamá no esté en casa. Cuando mamá la obliga a sentarse a mi costado ella pone cara de querer asesinar a todos a su alrededor.
Generalmente, por las mañana, la casa se convierte en un campo de batalla donde las contrincantes son mamá y Molly. Ella detesta los peinados que mamá le obliga a llevar, así que las dos se montan en una discusión en la que mamá es quien tiene la última palabra.-¡No lo hales que me duele! –se queja Molly con el ceño fruncido.
-Mamá –murmuro-, con trece años creo que Molly ya debería cepillarse el cabello por sí sola.
-Concuerdo con Logan –dice papá, luego despega la mirada de la tabla y nos mira al tiempo que baja sus lentes-. Deja que se haga lo que quiera en la cabeza.
-¿No la has visto? –exclama mi madre dejando el peine sobre la mesa-. ¡Miren! Parece un trapeador.
-Yo puedo hacerme una coleta –lloriquea Molly haciendo pucheros-, o dos, pero no quiero hacerme esas trenzas que sueles hacerme, ¡hacen que me duela la cabeza!
Mamá mira a papá, luego a mí y regresa a papá, que la mira con cara de palo; esa es su forma de demostrar desaprobación.
-¡Bien! –exclama mi madre y le tiende el peine a Molly. Ella sonríe triunfante-. Puedes hacer lo que quiera con tu cabello.
Una vez en el instituto busco a mis amigos. Papá me trajo a clases de camino al trabajo, cosa que agradecí enormemente. El instituto no queda muy retirado de mi casa, pero tampoco es como para caminar todos los días. Es imposible usar el auto de mi madre para uso personal.
Dallas me espera en la entrada del edificio con una enorme sonrisa.
-Hoy alguien se levantó de muy buen humor –digo, también sonriendo.
-Puede ser... ¿Tú cómo amaneces?
-Genial.
En clases de historias se habla sobre la segunda guerra mundial, los nazis y cualquier hecho histórico resaltante de aquella época. Dallas está sentado a mi lado con la mirada fija en la profesora Alicia, ha de interesarle mucho la historia. Por lo visto Lara no llegará a clases, y Jeremy está en el fondo del salón con Abby.
-¿Alguien puede decirme otro hecho histórico que haya ocurrido en los años cuarenta? –pregunta lo profesora, y al tiempo busca con la mirada una mano arriba o a alguien con ánimos de responder. Todo el salón queda en silencio, solo se escuchan los murmullos provenientes del pasillo-. No todos a la vez por favor –suelta con sarcasmo la profesora-. A ver... -busca a alguien con la mirada y siento que está sobre mí. Tiemblo-. Dallas, eres el que ha prestado más atención de la clase, ¿puedes decirme un hecho histórico de los años cuarenta?
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Malas lenguas
Teen FictionLos rumores escolares siempre han sido un problema en el Weslly High. Las malas lenguas nunca faltan en los pasillos de aquel instituto; y, para su mala suerte, Killian Ker, un adolescente de 17 años, termina dando de qué hablar después de protagoni...