Seoul recibió a Seung Gil Lee con sus calles pintadas de blanco la noche que regreso de el servicio militar.
El mismo blanco que había llegado a odiar cinco años atrás, ahora no le parecía tan desagradable.
Pateo pequeños montones de nieve con el casquillo de sus botas negras mientras caminaba de la parada del metro a su hogar. Conseguir un taxi a esa hora habría sido un martirio, así que se resigno a pasar media hora extra en el subterráneo después de haber tenido el trasero plantado en un avión por seis más.
Se detuvo frente al edificio, su aliento escapando de la calidez de su bufanda a la fría intemperie, formando una pequeña nube.
Durante el servicio militar rechazo todas las visitas a casa que se le otorgaban. Sus oficiales insistían que era amor a su país, la realidad era que si regresaba a casa y se topaba con aquellos ojos gris oscuro que sabia le esperaban, se negaría a regresar a la base.
¿Estaría molesto con el por mantener el mínimo contacto posible? ¿Lo encontraría en casa o había regresado a Tailandia?
Tal vez era una mala idea llegar a esa hora de sorpresa.
Odia pagar una noche en un hotel, llamarle y avisar que regresaría por la mañana, de esa manera llegaría para encontrar su hogar inundado por el olor de su platillo favorito y a su pareja en lencería.
Una bola de nieve golpeando fuertemente su costado, acompañada de un ladrido, le hizo salir de sus pensamientos. Volteo de inmediato en la dirección de esta. Definitivamente no vería a nadie en lencería.
Corriendo en su dirección, sosteniendo firmemente en su diestra la correa de Panku, el husky de dos años, descendencia directa de su querido Kyung, solo ojos grises visiblemente molestos era lo que se mostraba de su rostro cubierto por una gruesa bufanda gris.
Abrió la boca pero sus palabras fueron más lentas que el moreno.
Callo de espaldas en una pequeña montaña de nieve en la banqueta, golpes sin fuerza siendo propinados en su pecho y pronto la lengua de su mascota hizo acto de presencia en su rostro al reconocerle.
Alejo a ambos, sentándose en el suelo, limpiando con manos enguantadas la saliva del rostro. Miro al frente para ver mejillas plagadas de lagrimas acompañadas de una expresión que detestaba ver.
- No me dejas verte en casi dos años, no me llamas desde hace tres meses y ni siquiera me avisas que vas a regresar. - reclamo en voz quebrada, quitándose de un tirón la bufanda que le cubría la nariz y boca, dejándolo ver por completo aquel rostro que amaba tanto. - ¿Quieres terminar conmigo o algo así?
Tomo su muñeca izquierda y lo jalo con fuerza hacia si mismo, juntando sus labios antes de que pudiera decir más, rodeándolo con sus brazos. ¿Dejarlo? Nunca.
Estrujo con fuerza aquel cuerpo esbelto, dedicándose a saborear la boca que había anhelado por tanto tiempo.
Se separaron un poco, respiraciones agitadas, ojos entrecerrados, la semilla del deseo plantada.
- Nunca voy a dejarte. - declaro, la expresión seria de siempre en su rostro.
- Más te vale, idiota.
Se besaron de nuevo, ansiosos, siendo interrumpidos por el ladrido de Panku quien exigía atención y cariños.
No paso mucho tiempo antes de buscar refugio de aquel frió, acogiéndose en la calidez del departamento que compartían.
Todo estaba como el día que se había ido, dejando a Phichit desnudo y dormido en la cama, sintiéndose incapaz de irse si lo dejaba despedirse de el.
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ยิ้ม || Smile ||
Fiksi PenggemarUna sonrisa era lo que se veía mejor en su rostro. Una sonrisa en una selfie junto a su comida en sus redes sociales, una sonrisa durante su arduo entrenamiento, una sonrisa cada vez que se topaba con un fan en las calles de Bangkok. Una sonri...