Preferiría que sea Lunes

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Desperté de una siesta, me dolía la cabeza. En el baño me duché y me vestí con un jean tiro alto negro, una polera color marfil y alpargatas ivory.

A lo lejos escuché murmureos de mis padres que al acercarme pude ver que estaban en la cocina. Cuando entré me miraron preocupados. En los ojos de mi madre había lagrimas y en la mirada de mi padre miedo, les sonreí confusa y caminé a unos de los cajones del bajo mesada donde están los medicamentos.

-¿Como estas Sara?-mi madre me habló secándose las lagrimas.

-Bien con un poco de dolor de cabeza- me tragué la pastilla y los miré, bajé la vista a mis pies- perdón ¿si? No saben lo bien que me sentí anoche- suspire- tenía ganas de estar viva-se le escapó otra lagrima a mi mamá- pero perdón si los tenía preocupados, no volverá a pasar.

Mi padre se rió nervioso.

-¿Eso pensaste que era?- sonrió, se me acercó y me abrazó- siéntate, hay algo que tenemos que decirte- ambos se sentaron en frente de mi.

Lo que pasó después fue un flash en mi cabeza. De mis padres salían palabras confusas, cosas que yo no podía entender, de sus bocas salían supuestos recuerdos míos que yo no tengo. Dijeron que la psicóloga había ayudado a recordar, pero cuando entre en depresión creyeron que lo mejor era que yo no supiera la verdad porque mas mal me haría. La verdad. Como podría saber yo que esa es la verdad si no me acuerdo. Hablan de mi como de otra persona.

-Te podemos llevar a la psicóloga de vuelta si queres- dijo mi madre.

Yo lloré y grité. Sentí enojo, cansancio, desilusión. No quería estar en esa casa y lo hice, me fui. Mis papás me siguieron una cuadra, pero mi hermano ya no hermano les dijo que él iba conmigo. Caminó detrás de mi una hora entera hasta que me senté en el banco de una plaza y él se sentó conmigo.

-¿Por qué no me lo dijiste?- le pregunté ya calmada.

-No me dejaban.

-¿De verdad? porque ya no se en que creer- no quería mirarlo.

-Nunca te mentí y nunca lo haría- lo miré y él tenía la vista en el piso, los hombros caídos y las manos en los bolsillos de la campera, parecía triste.

-Entiendo que hayan querido lo mejor para mi, pero hubiera preferido no saber la verdad o la que dicen que es la verdad- intenté mirar su cara, pero él parecía que la escondía mas.

-Hay muchas razones por las que tenes que saber cual es tu verdad- decidió mirarme.

-Ayúdame- nunca había posado tanta tristeza en una palabra. Se podía sentir el frío del invierno y el rocío caer en nosotros. No estoy abrigada y eso hacía que pudiera sentir como pesa la tristeza. Me duele la cabeza y la siento llena de pensamientos rebalsandola. Froté mis manos y brazos pero no quería moverme de ahí. Él me dio su campera y se la agradecí un un movimiento de cabeza.

-Siempre que me dejes voy a estar para vos. Siempre quise ayudarte, más ahora que sabes casi todo- se calló de golpe y bajo la vista de nuevo.

-¿Por qué casi? quiero saber todo.

-¿Segura?- me miró a los ojos, algo raro tenían. El miedo me invadió.

-Si, quiero saber todo- me miró pensativo, sus ojos parecen entrar  cada vez mas en los míos.

En mili segundos se abalanzó hacia mi, me agarró la cara con sus manos y me besó.

Nota:

Se que esto parece raro, medio turbio, mas adelante se va a explicar todo mejor.

Es un capítulo corto, disculpen.

Besos y nuevamente gracias por leer.

¡Yo no soy rara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora