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Muchas gracias a todos los que leéis mi historia y, sobre todo, a los que me habéis dejado vuestro comentario.

Aquí os dejo el tercer capítulo. Espero que os guste.

OoOoO

Capítulo 3

La tormenta fue terrible, mucho peor de lo que Harry había esperado. Los muebles se desplazaban de un lado al otro del camarote sin control, y Harry optó por subirse a la cama y no moverse de allí. Era lo más seguro; al menos, de esa manera, cualquier mueble que decidiera abalanzarse contra él chocaría antes con el costado del amplio lecho.

Odiaba lo inútil que se sentía encerrado en el camarote, pero no pudo menos que admitir para sí mismo que el capitán tenía razón al no quererlo en cubierta: no habría sabido qué hacer allí, sólo habría supuesto una molestia para el ya de por sí duro trabajo de los marineros.

De la cubierta llegaban los gritos mezclados de los hombres, que maniobraban como podían intentando capear el temporal. De vez en cuando distinguía la voz de Snape por encima de las demás, pero enseguida era engullida por el sonido de una ola que chocaba contra el casco, un trueno desgarrador en el cielo o alguna cuerda que se soltaba de repente y, con unos amenazadores chasquidos, azotaba como un látigo a todo aquello que se ponía a su paso.

Harry no tenía miedo. Nunca lo habían asustado las tormentas y, en general, no temía a la muerte; pero era consciente de la violencia de aquella tempestad y del peligro en el que se hallaban todos en aquellos momentos. Por eso suspiró aliviado cuando le pareció notar que la fuerza del viento amainaba y las olas se apaciguaban un tanto.

Cuando por fin el bamboleo del barco se convirtió en un apacible balanceo, quiso salir de la estancia y subir a cubierta para comprobar si se habían producido muchos daños en la nave pero, al llegar a mitad de distancia de la puerta, esta se abrió con un tremendo golpe y Snape apareció en el umbral, empapado de pies a cabeza y con aspecto desencajado.

Lo miró durante un par de segundos con ojos desorbitados y después se acercó a él con una larga zancada para agarrarlo de los brazos con fuerza. Harry estuvo a punto de abrazarlo, tan feliz estaba por verle intacto, pero entonces Snape empezó a palparle todo el cuerpo sin decir ni una sola palabra, como buscando algo que el chico no podía comprender. Cuando se dio por satisfecho con su exploración, el capitán se apartó de él tan bruscamente como se había acercado y examinó la estancia hasta encontrar el mueble donde guardaba el ron, que había quedado en la otra punta del camarote. Sacó la botella, quitó el tapón de corcho con los dientes y luego lo escupió al suelo para beber un largo trago del ardiente líquido. Sólo entonces, Harry se dio cuenta de que lo que había estado buscando en él eran heridas. Había querido asegurarse de que estaba sano y salvo. Sin saber por qué, se le formó un nudo en la garganta.

Harry cerró la puerta del camarote y se acercó a Snape despacio, sin saber muy bien qué decir, cómo preguntar cuál era el estado de la nave y si se había producido alguna baja. Pero, como si le leyera el pensamiento, Snape habló en ese momento con voz lúgubre, aún dándole la espalda.

—Han muerto tres de mis hombres. Tres. —Bebió otro gran trago de ron antes de continuar—. Bullstrode, veintiún años, se embarcó con nosotros hace apenas dos meses, hundido por la muerte de su hermana pequeña por culpa de la tuberculosis. A bordo de esta nave consiguió volver a sonreír hace tan sólo unos días. Soñaba con ser un gran pirata y conquistar por lo menos a un par de jóvenes en cada puerto. Avery, cuarenta y tres años, llevaba siete bajo mi mando. Tenía dos hijas, una en la isla de Córcega y la otra, la pequeña, a quién siempre llamaba "mi sirenita", en Copenhagen.

Harry se acercó aún más a Snape y lo obligó a darse la vuelta, pero no pudo ver su rostro porque el hombre se resistió a levantar los ojos de la botella.

El príncipe de los maresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora