El príncipe de los mares

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Muchas gracias a todos los que leéis mi historia y, sobre todo, a los que me habéis dejado vuestro comentario: Samy170491, trinidadfigueroa, JudithSnape1, LunaLyraBlackMalfoy, Lola-tan, daaniela_saenz, Harrypotterez, Snape_es_mi_pastor, BoxPandora, mabel-chan13, Gappss, miushinoshmi, Persefone90, Grody10, xcUnicorxc, loremar96, DesiRaiden, karenschmidt148553 y pinetree94.

Aquí os dejo el nuevo capítulo, y ya es el penúltimo, así que la próxima semana se acaba la historia. Espero que os guste.

OoOoO

Capítulo 8

Tardaron varias horas en despejar la cubierta y reparar los daños más importantes del barco. También tuvieron que disponer de los cuerpos tirándolos al mar, tanto los de los enemigos, que arrojaron por la borda sin más ceremonia, igual que si fueran sacos de patatas, como los de sus compañeros, a los que despidieron con unas breves y sentidas palabras.

Hubo un momento especialmente dramático cuando Lucius Malfoy, aferrado al cuerpo sin vida de su hijo, no quiso dejarlo marchar.

Snape volvió a agacharse a su lado y, sujetando la nuca de su contramaestre con suavidad, se inclinó hacia él para susurrarle algo que nadie más escuchó.

Malfoy pareció recomponerse un poco. Enderezó su postura, se frotó el rostro cansadamente con una mano y, tomando a su hijo en brazos, se puso en pie.

—Lo haré yo —dijo.

Se dirigió a una de las barcas con paso firme, se metió en ella y el propio Snape accionó el juego de poleas para hacerlo descender hasta el mar. Cuando llegó allí, todos contuvieron la respiración durante unos segundos mientras Malfoy observaba fijamente el lecho de agua que lo rodeaba. Se quedó un rato inmóvil, sosteniendo el cuerpo de Draco, escuchando el murmullo de las olas, hasta que por fin se inclinó hacia delante, se apoyó sobre una rodilla y, depositando el cadáver del joven en el agua, murmuró:

—Adiós, hijo mío. No serás olvidado.

El cuerpo se hundió despacio, como reticente a alejarse del mundo de los vivos. Ya hacía varios minutos que había desaparecido en las profundidades del océano cuando Malfoy volvió a ponerse en pie. Entonces Snape izó la barca de nuevo y el hombre regresó a cubierta.

—Capitán, espero sus órdenes —dijo, con voz admirablemente firme—. ¿Qué hacemos con ellos? —Y, aunque ni siquiera se giró para mirar a los prisioneros, nadie tuvo la menor duda de a quién se refería.

Riddle y sus hombres se encontraban atados y sin posibilidad de moverse; pero, tras haberles causado tanto daño, dejarlos con vida no era una opción. No, si Snape quería conservar la lealtad de sus hombres, que se hallaban sedientos de venganza. De modo que ordenó que los echaran a los tiburones.

—Además de haberme traicionado en su día —se elevó entonces una voz, siseante y desagradable—, ahora quieres matarme con deshonor. Muy noble de tu parte, mestizo.

El capitán se acercó quién había hablado, que no era otro que Riddle.

—¿Te parece poco honorable servir de comida a los tiburones? —repuso, con las cejas enarcadas en señal de indiferencia—. Ellos también tienen derecho a alimentarse, como cualquier criatura viviente.

Cabeza de Serpiente le dedicó una repulsiva sonrisa.

—Ciertamente. Pero, si te da lo mismo, aceptaré mil veces mejor el hierro de tu espada. Al fin y al cabo, he nacido y vivido para el combate.

Snape lo observó en silencio un segundo, con los negros ojos resplandeciendo con furia, y finalmente desenvainó.

—Que así sea, pues —dijo, y colocó la punta de la espada en la base del cuello del prisionero.