Parte 7 "Queer & Cringe"

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El tiempo transcurría, pero aún seguíamos allí, tratando de entender lo que estaba ocurriendo. La intimidación, no de la gente, ni el cariz, sino el choque de ideologías. El "underground", aunque no es un solo movimiento, tiene sus coincidencias. La marginación, la frustración, los atuendos que hacen la diferencia, las hormonas, las emociones, cuestionando las cosas constantemente, sin los mismos gustos, pero sí las mismas ganas de expresarnos, de experimentar y de vivir. Buscando un rincón, una guarida, una fortaleza donde nos sentimos seguros del resto que no piensa como nosotros. Allí no se nos cuestiona, donde no hay que fingir para quedar bien, donde no hay morbo, solo aceptación sin intimidación. Así es el "underground", así debería ser la vida. Tan simple como eso, un flujo constante y nada más. Y aún así dudábamos, unos de otros, buscando la forma de no echarlo a perder, antes de comenzar. Quizás una buena amistad o tal vez una buena moraleja. La experiencia que hoy yo comparto. 

"Si el joven supiera, si el viejo pudiera..." 

El horizonte del conocimiento trascendental, puesto en conflicto para crear conciencia y a su vez congruencia. Y ese miedo constante a lo desconocido, a la soledad, se traduce en simple miedo a la vida y todo lo que ella trae consigo y que no cualquiera se atreve a descubrir. Es el miedo lo que nos mantiene vivos, mas lo que vivimos nos genera miedo, en una constante, de placer y sufrimiento. Culpas y satisfacciones, unas llegan ipso facto, otras duraderas o simplemente fugaces. Si lo queremos más, se aleja. Si no lo queremos, ya esta de vuelta. Creyendo que hacer lo que toca y recibir lo que nos den, es una manera justa de vivir. Y a la hora de dormir, llegan las dudas, las buenas ideas o esa tristeza llamada: "hubiera", "debería" o "debí"...

Sofocados en un misterioso sentimiento de culpa, que llega así de pronto, que hiere, que presiona, que inquieta. Y se va al amanecer, si hay algo que hacer. Pero si aún no hay un deber, un proyecto bien definido, da igual, porque ha de volver. Cada vez más fuerte, con más calor, con más desasosiego. Hasta que la crisis se transforma en un grito ahogado de suplica, de ayuda y comprensión. Hay que tocar fondo para saber que la única respuesta es salir a flote. Aunque a veces algo trate de arrastrarnos, quizá el amor, la lealtad, el cariño, la lastima, el compromiso, la culpa, la ignorancia, la enfermedad. No lo sé, pero el exhorto queda allí y uno solo debe aceptar la realidad, enfrentar los hechos y asumir las responsabilidades que eso implique. O simplemente seguir allí, flotando en la laguna del auto desprecio, la auto compasión y el orgullo.  Hay que tocar fondo, hay que derrotarnos y llorar. Tirarnos al piso y tomar vuelo. Con dialogo, un poco de ayuda, miedo y valor. Pero sobre todo voluntad. Así es la vida, como las películas: acción y terror. Buscando el control. 

Bob - ¿Por qué tan callado? -

Estaba en catarsis, analizando las situación. 

-Veo que tu tampoco pierdes el tiempo...- 

Bob - Bueno, ella es linda también. Y ya que estamos aquí, quiero llevarme la mejor de las experiencias. -

-Amigo, quizá te lleves algo más que eso.-

Bob -Lo mismo te digo a ti... - 

-Pues ¿que esperamos?.-

Casi por regla general, al calor de las copas, llega un momento de esa interacción extraña, pero un tanto fraternal. Eso que el humano necesita para comunicarse y comprenderse. La platica intensa para conocernos los unos a los otros, como los perros que se huelen el trasero. Pues poco a poco se fue juntando la gente, bajo ese magnetismo espantoso,que irradia mi no se que, pero que a mi no deja de incomodarme. 

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