Al rescate

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— Entiendo, lo siento mucho — se dio vuelta, y se dirigió a sus guerreras — debemos volver al planeta, no lograremos atraparlas, mejor nos prepararemos para enfrentarlas en casa.

— Espere Sagrada Madre, déjeme ir con ustedes, una de las mujeres que se llevaron es como una hija para mí, debo traerla de vuelta.

— Lo siento, sabes que nuestras leyes no permiten que puedas ir a nuestro planeta — dijo con firmeza, luego su tono se volvió más cálido — prometo que intentaremos no dañar a las mujeres secuestradas en la batalla, si tu amiga sobrevive, la devolveremos.

La soberana entró a la nave seguida de las demás, apenas la puerta se cerró, se fueron.

— Ahora que sé que pasa debo ir tras ellas para salvar a Videl — se dejó caer y golpeó el piso con furia.

— ¿Qué vas a hacer? Primero debemos buscar una nave e idear un plan — Piccolo la tomó del hombro, en un intento que se tranquilizará.

— Si quieres perder el tiempo en esas cosas alla tú — se soltó y se levantó — no necesito a nadie, yo misma la traeré de vuelta, sola.

En ese momento todos oyeron la voz de Kaio Sama.

— Izbet, deja que Piccolo te acompañe, si las rebeldes ganan el dominio del Planeta Celestial, el universo estará en peligro, la joya que ellas portan se llama La Perla de la Sirena, deja en un estado de hibernación a los varones, en ese planeta la líder de las rebeldes la encontró, y decidió usarla para tomar el control de su mundo, pero ahora está pensando luego que logre su cometido, ir a la conquista de toda la galaxia.

— ¿Quién eres? — volteo para todos lados, e inclino la cabeza para tratar de sentir de donde se escuchaba la voz, pero no logró ubicarlo — no te siento en este lugar.

— Soy Kaio Sama, dios de la Galaxia del Norte, y estoy comunicándome por telepatía con ustedes.

— Sí claro, y yo soy el conejo de pascua, seré ciega, pero no idiota.

— Pero que insolente, sabes que tu madre pertenecía a una raza de extraterrestres, así y todo, no puedes creer que haya más seres distintos en este universo.

— Será porque nunca HE VISTO nada así — dijo con ironía, por una rato quedó quieta pensando — está bien — se dirigió a Piccolo — irás conmigo grandote, pero sólo porque no quiero perder más tiempo en tonterías, mientras más pase más posibilidades hay que a Videl le pase algo malo.

— Por favor señora, no se olvide de mi mamá también — pidió Marron triste, tirando del pantalón de la mujer de negro.

En ese instante llegó Dende, les traía las pocas semillas del ermitaño que había logrado conseguir.

— Lo siento, pero el maestro Karin no tiene más — les pasó dos — es una lástima que hace tan poco se hayan usado las esferas del Dragón, ahora nos ayudarían mucho.

— No te preocupes — le dijo el guerrero.

Izbet apretó una parte del bastón y se quedó quieta.

— Yo tengo una nave que puede llevarlos, tendríamos que ver cómo conseguir las coordenadas... — empezó a decir Bulma.

— No es necesario — dijo la ciega — pronto llegará la nave de mi madre, las coordenadas están en su memoria, iremos sin problemas al Planeta Sagrado por Videl.

Tal como dijo, un rato después una nave aterrizó al frente del grupo.

— Por favor traigan a mi mami — suplicó de nuevo llorando la pequeña niña rubia en los brazos de Milk.

La ciega no le dijo nada, solo subió a la nave, el namek le tomó la cabeza a Marron, y entró también, cuando se cerró la puerta la mujer se puso frente al panel, y empezó a teclear varios comandos, cuando termino se sintió un pequeño remezón, y partieron en su viaje.

— Demoraremos 5 días en llegar — es lo único que explicó mientras seguía frente al mismo lugar.

— ¿Qué me puedes decir de tu pueblo? — preguntó Piccolo.

— No son mi pueblo, nunca he estado en ese lugar, yo nací en la Tierra — se dio vuelta, tocó una parte de una pared, al lado se formó una puerta por donde ella desapareció.

En ese momento Kaio Sama se comunicó telepáticamente con el guerrero de piel verde.

— El Pueblo Celestial, cree en la perfección, por eso no tienen ningún tipo de contacto con las otras razas, es lo único que puedo decirte. Por favor, trata de llevarte bien con ella, presiento que será importante para salvar a sus amigas, y para detener a Aleta.

— Gracias por la información, intentaré no ahorcarla durante el viaje — sonrió de lado.

— Te deseo mucha suerte, veo que la necesitarán.

Al rato se abrió nuevamente la puerta, y apareció Izbet con un pantalón corto y una camiseta sin cuello y sin mangas, apretó un par de sectores de una de las paredes donde no se veía nada, y aparecieron dos camas.

— ¿Dónde quieres dormir? — le preguntó seria.

— Me quedaré aquí — se acomodó en posición de meditación.

Izbet hizo desaparecer una cama, se acostó en la otra, se dio vuelta y se quedó quieta, Piccolo pensó para sí, será un largo viaje. Al otro día despertó con el ruido de la mujer que estaba preparando el desayuno, cuando termino en la cocina, apretó un sector del mesón, y del piso salieron una mesa, y dos sillas, colocó todo sin problemas.

— Ya grandote, sé que estas despierto, escuche que te movías, es mejor que comamos ahora que está todo caliente.

— Me llamo Piccolo, no grandote — le dijo levantándose.

— Da igual, quería que luego del desayuno, me enseñaras a volar, y concentrar el ki para atacar... Videl me contó de eso y me prometió que me entrenaría, pero no alcanzo, sentí que usabas esas técnicas en el combate contra las renegadas.

— ¿Por qué debería hacerlo? Si mal no recuerdo me dijiste "que no necesitas ayuda de nadie".

Por un momento la ciega quedó silenciosa pensando, hasta que se arrodilló frente a él con la cabeza baja y los puños apretados, su rostro estaba rojo.

— Por... favor... — le costó a la mujer que le salieran las palabras — ¿Puedes enseñarme?

— Esta bien — no era la intención de Piccolo que se sintiera así, pero de verdad le molestaba la forma tan soberbia de ser que mostraba ella — lo haré, pero levántate.

— Gra... gracias... — se sentó para tratar de calmarse — come ahora que todo está recién preparado.

— Huele bien— se acomodó en la silla a su lado — pero yo no como, sólo tomo agua.

— Que extraño... — meditó un rato mientras probaba pan tostado con mantequilla — ahora que lo pienso, si la Perla de la Sirena deja inconsciente a todos los varones ¿Por qué a ti no te afectó? ¿O eres una mujer con un fuerte resfriado? — preguntó bromeando.

Ángel Ciego 1. El ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora