El escondite de las rebeldes

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— Mi padre me suplicó que volviera, pero no le hice caso, camine por horas, ya exhausta me encontró un radio patrulla, que aviso que se necesitaba atención médica para una persona, pero cuando volvimos nada pudo hacerse, era muy tarde, él murió en mis brazos, me pidió que no fuera débil, que debía ser la más fuerte de todas. Si en vez de confiar en alguien más hubiera ido yo desde el principio, papá todavía estaría vivo.

— ¿Qué edad tenías? — preguntó suave.

— Seis años.

— Eras una niña, no tienes por qué sentirte responsable por su muerte, además ya no puedes hacer nada por el pasado, trata de descansar, esperemos que nos dejen quedarnos, si no necesitaremos todas nuestras fuerzas.

De a poco en los brazos de Piccolo Izbet logró dormir tranquila. Por fin él logró entender porque era así su forma de ser, había construido una barrera para tener todo bajo su control, recordó lo que le contó en el desayuno en el viaje hacia ese lugar.

"A ella también la juzgaron sin conocerla, me hace acordar a mí, los humanos solo me ven y huyen asustados, ni siquiera alcanzó a decir nada".

El hombre verde le acarició el cabello, y dormitó un rato también, pensando un posible plan si los dejaban quedarse. 

Al otro día, la Sagrada Madre los llamó a primera hora a su presencia

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Al otro día, la Sagrada Madre los llamó a primera hora a su presencia.

— Buenos días Sagrada Madre — la pareja hizo una reverencia, luego la ciega se arrodilló esperando la decisión de la soberana.

— Buenos días, no es necesario que te hinques, pueden levantar las caras — cuando ambos la observaban fijamente — he pensado mucho sobre ustedes, se les permitirá quedarse a ambos.

— Muchas gracias su excelencia — dijo la mujer.

— Sagrada Madre ¿Saben cómo despertar a los hombres dormidos por la perla? — preguntó Piccolo.

— Debe destruirse el objeto mágico, es la única forma para que el hechizo se rompa, pero las renegadas la tienen muy bien custodiada, nadie puede acercarse — explicó la líder.

— Izbet y yo iremos al cuartel de las renegadas a destruirla, así no será necesario luchar, y las vidas de quienes están secuestradas no correrán peligro — el namek propuso el plan que ideó en la noche.

— ¿Crees que podrán, esposo de Izbet?

— Me llamó Piccolo — trató de no gritar, que manía de esas mujeres de ponerle sobrenombres pensó, ya calmado — sí Sagrada Madre, podemos hacerlo.

— No es mucha la información de la que disponemos, sabemos que la base rebelde está en unas cuevas en un acantilado al lado norte del planeta, no tenemos idea que armamento tienen, el número de ellas, o como son las instalaciones, a la noche los escoltaran hasta allí ¿Qué armas quieren llevar?

Ángel Ciego 1. El ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora