Felicidad muerta

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Una sonrisa estúpida le nacía en la boca. Los ojos se le entrecerraban como si estuviera drogado, mas nunca había probado las drogas. Nunca había bebido. Nunca había dopado su cerebro que tanto amaba. Sin embargo aquella noche no lograba abrir los ojos. Intentó leer sus poemas favoritos. Probó susurrar a sus plantas aquellos fragmentos entre espejismos pero no lograba abrir los ojos. Puso a todo volumen las canciones que le hacían estallar de euforia. A cabezadas las acabó quitando. Moribundo, espeso, y con el alma dilatada se fue a la cama. Una vez acostado la sintió fría, helada, como si aquella antigua dama japonesa de aquella película hubiera decidido compartirla con él. Se rozó los labios pensando en la última vez que había tocado a una mujer. Lo que más echaba de menos de las mujeres era como olían aun cuando no olían bien. Recordó a la última y tuvo la sensación de verla aún, de escucharla. Se levantó, sintió esos pasos ligeros y traviesos. Pese a no lograr abrir los ojos y tenerlos medio abiertos la vislumbró. En una mezcla de susurro y voz sorda dijo:

- ¿Violeta?

Alguien hizo un ruido extraño que mezclaba risa nerviosa con tos. Se acercó más, más. Ella le susurró al oído:

- Mi felicidad encapsulada ahora te absorberá a ti.

Él se desvaneció en el suelo sin poder eliminar la sonrisa estúpida que nunca le había abandonado. Sintió una euforia cálida que no pudo transmitir y apreció el todo desvanecerse.

Terror expressWhere stories live. Discover now